𝐃𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐚𝐬 𝐲 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚𝐬 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐞𝐦𝐞𝐥𝐨𝐬 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐠𝐫𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬 𝐝𝐞 "𝐓𝐨𝐤𝐢𝐨 𝐇𝐨𝐭𝐞𝐥"
-Algunas son traducciones al español
-Contenido 18,si no es de tu agrado puedes pasar a la siguien...
El restaurante estaba lleno esa noche. Luces amarillas iluminaban las mesas, creando un ambiente íntimo, perfecto para la cita que Bill había planeado. ___ estaba radiante, con ese brillo en los ojos que lo hacía olvidarse del mundo entero.
—¿Y bien? —preguntó ella, sonriendo mientras daba un sorbo a su copa de vino—. ¿La cena sorpresa ha sido un éxito?
Bill se inclinó hacia ella con una sonrisa confiada. —Si tú sonríes así, entonces sí… fue un éxito.
Ella rodó los ojos divertida y tomó un pequeño bocado del plato frente a ella. Todo parecía perfecto, hasta que un instante lo cambió todo.
___comenzó a toser. Al principio, Bill pensó que se había atragantado con la comida, pero en cuestión de segundos, su rostro enrojeció y su respiración se volvió entrecortada.
—amor… —susurró, alarmado—. ¿Estás bien?
Ella negó con la cabeza, llevándose las manos al cuello. Su pecho subía y bajaba con desesperación.
El pánico se apoderó de Bill. Se levantó de inmediato, volteando hacia los meseros. —¡Necesito ayuda! ¡Es una reacción alérgica!
Las personas comenzaron a murmurar, algunos se levantaron, pero Bill no esperó. Con fuerza y miedo en cada movimiento, la levantó en sus brazos y corrió hacia su auto.
—Aguanta, amor, aguanta —decía entre jadeos mientras la recostaba en el asiento—. ¡No me hagas esto!
Conducía a toda velocidad, saltándose semáforos, ignorando las bocinas y las luces rojas. El corazón le golpeaba el pecho con tanta fuerza que sentía que se rompería.
___ intentaba inhalar aire, pero cada segundo parecía más débil. —Bill… —susurró con voz ahogada.
—No hables, cariño, por favor. ¡Solo respira, aguanta un poco más!
El trayecto fue eterno, un laberinto de miedo y lágrimas contenidas. Cuando por fin llegaron al hospital, Bill entró gritando con ella en brazos.
—¡Ayuda! ¡Está teniendo un ataque alérgico!
Los médicos la tomaron de inmediato, colocándole oxígeno y suero mientras la arrastraban hacia emergencias. Bill se quedó paralizado en el pasillo, con las manos temblando y el rostro empapado en sudor.
Los minutos se convirtieron en horas. Él no dejaba de caminar de un lado a otro, repasando cada palabra, cada gesto, como si pudiera cambiar el final de aquella noche con tan solo desearlo lo suficiente.
Finalmente, un médico se acercó. —¿Bill?
Él levantó la vista de inmediato. —¿Está bien? ¡Dígame que está bien!
El doctor asintió con calma. —Está estable. Fue un choque anafiláctico severo, pero llegó justo a tiempo. Si hubiera tardado unos minutos más…
Bill sintió las piernas flaquear, apoyándose en la pared, cerrando los ojos con lágrimas de alivio. —Gracias… gracias…
El doctor carraspeó. —Hay algo más que necesita saber. En los exámenes que realizamos… descubrimos algo inesperado.
Bill lo miró con el ceño fruncido. —¿Qué cosa?
—Su esposa está embarazada.
El mundo se detuvo. Bill parpadeó varias veces, sintiendo que el aire se le escapaba del pecho. —¿Embarazada?
El médico sonrió. —Sí. Unas ocho semanas, según los análisis. Felicidades… va a ser padre.
Bill no supo si reír o llorar. La angustia del miedo aún lo devoraba, pero ahora se mezclaba con un torbellino de emoción, sorpresa y un amor indescriptible.
Cuando pudo entrar a la habitación, ___ lo esperaba, débil, conectada a oxígeno, pero consciente.
—Bill… —dijo con voz baja—. Te vi tan asustado… creí que… que no saldría de esta.
Él se sentó a su lado y le tomó la mano con fuerza, como si necesitara confirmar que era real. —Me mataste del susto, cariño. Pensé que te perdía.
Ella lo miró con ternura, acariciando su rostro con dedos temblorosos. —Pero estoy aquí.
Bill sonrió entre lágrimas. —Sí… y además me acabas de dar la noticia más grande de mi vida.
____ lo miró confundida. —¿De qué hablas?
Él se inclinó y besó su frente. —Vamos a ser papás.
Los ojos de ella se abrieron como platos. —¿Qué?
—El médico lo confirmó —dijo Bill, con la voz quebrada por la emoción—. Estás embarazada.
___ llevó las manos al rostro, llorando suavemente. —¿En serio?
Bill asintió, dejando escapar una risa temblorosa. —Sí… así que prométeme que no volverás a asustarme de esa manera. No estás sola ahora… los dos dependen de mí.
Ella sonrió entre lágrimas, y en ese instante, el miedo quedó atrás. Porque en medio de la peor noche de sus vidas, habían recibido el inicio del capítulo más importante: serían padres.
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