Pésimo sábado

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Al día siguiente, el día estaba sumamente triste, había un cielo muy oscuro con una neblina que había bajado a todas las calles de la capital de Uruguay que impedía ver al resplandeciente sol.
De igual manera todo esto afectaba a Eduardo quien seguía incrédulo por la mala noticia.
-Dios, no sé qué pensar, durante estos 14 años he vivido muchísimas cosas tanto buenas como malas pero por nada del mundo me gustaría irme a Buenos Aires, no tendría amigos, mi vida sería un completo desastre y principalmente las cosas darían un cambio de más de 360°.
Eduardo estaba muy confundido ya que no podría decirles a Sara que era su mejor amiga y a Ernesto que era su mejor amigo. Creía que les haría un gran daño al decirles que se marcharía y no volvería pero tenía que hacerlo porque creía que era lo correcto.
-Las personas que más resientan mi partida serán Sara y Ernesto porque junto a ellos viví un sinfín aventuras, como aquella vez que fuimos a pescar salmones en el río cercano a la casa de mi abuela Berta y Ernesto se cayó por idiota o cuando a Sara la persiguieron las avispas por toda la avenida principal donde chocó contra un anciano de 84 años, todo por dejar a esas avispas atrás. En fin, son muchos recuerdos los que se me vienen a la mente.
En ese instante, bajó a la sala porque su mamá le hablaba.
-Eduardo, ya te sientes mejor
-No, me siento pésimo
-Ed, tu sabes que así son las cosas, aparte nuestro trabajo de lavaplatos se está haciendo mal pagado ya que una fábrica de la ciudad de San Carlos está produciendo lavaplatos automatizados.
-Lo sé madre, pero ya te dije mil veces que no me quiero ir de Montevideo, nuestra vida aquí ha sido muy buena.
-Eddie, no voy a discutir más esto, nos vamos a ir y es un hecho, te guste o no. Así que aprovecha este domingo y el
lunes porque el martes nos vamos a las 6:30 de la mañana en un vuelo directo sin escalas a Buenos Aires, entendiste?
-Agh, al diablo contigo.
Cuando la discusión acabó, Eduardo subió de nuevo a su cuarto y empezó a sacar muchos recuerdos de un baúl hecho de caoba y pintado de un color café claro que estaba en el fondo de su cuartel que a la vez era grande en extensión pero que sólo tenía una cama individual.
-Wow! Creí que está foto donde estamos Ernesto y yo la había perdido, o esta otra donde estoy con mi papá en el desierto de Arequipa en Chile.
Encontró una gran cantidad de estas fotos y las guardo en un sobre color paja tamaño grande para que no se fueran a maltratar y de esa manera comenzaba a empacar.

Atardecer en la pampaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora