Parte 3: La promesa

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Aquel domingo después de la sobremesa Ángel se sintió un poco indispuesto. Ya no tengo edad para subir montes como lo hacía antes, pensó. Creo que hoy me he excedido un poco con el paseo. Mikel insistió en llevar a su padre a urgencias para quedarse más tranquilo, pero éste no le dejó.

- No me pasa nada, de verdad, esto se cura descansando y no volviendo a cometer más excesos.

- Como tú quieras, sita, ya sé que eres un cabezota y no te voy a poder convencer, pero lo que sí voy a hacer es llevarte en coche hasta Zabalgana, barrio en el que vivía su padre, y a eso no vas a decirme que no.

-  Está bien hijo, no sé quién es más cabezota que quién. 

Se montaron los tres en el coche. Ángel colocó con mucho cuidado el arnés a Maka amarrándole su cinturón de seguridad. Él era muy precavido para esas cosas y no quería que les ocurriera nada a ninguno en caso de accidente. Llegaron a Zabalgana y Mikel acompañó a su padre hasta casa. Entró con él y no se quedó tranquilo hasta que no le vió sentado en el sofá y con mejor cara. 

- Aita ¿seguro que te encuentras bien?

- Que sí pesado, ¡vete ya!

- Bueno, pero con la condición de que si te vuelves a encontrar mal me llames.

- Que ya te he dicho tres veces que sí, eres idéntico a tu madre

- Vale, pues te dejo entonces y me voy.

Ángel agarró a su hijo por el brazo y le dijo con lágrimas en los ojos:

-  Pero antes ¡prométeme una cosa!

- Me estás asustando aita ¿qué pasa?

- Prométeme que cuando yo falte te harás cargo de Maka. No quiero que termine sus días en el mismo lugar en el que vivió cuando era cachorra.

- Pero que cosas tienes, sita, si tú estás como un toro.

- PROMÉTEMELO- le dijo con voz muy seria.

- Te lo prometo aita, te lo prometo.

El ángel de MakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora