m |⌇ ❝ si quieres derribar
estas paredes , te
vas a lastimar ❞ ᭨ི ྀྀ
Isis era el príncipe de la corona y lo sería hasta que esta reposará en su cabeza convirtiéndose en el emperador de Oriente, aquel regente que estaba destinad...
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LA MAYOR ARMA DE UN NOBLE ES SU ESTATUS, y el poder que le da a su palabra. La palabra más poderosa, considerada un hecho irremovible era la de la familia Imperial, la del Emperador en concreto y usar sus propias declaraciones en su contra, no es algo difícil de manipular.
Isis observo como un espectador pasivo el caos desatarse en Oriente y Occidente, el Reino sin Reyes pasó de un luto patético a una ira insalubre, proclamando odio y justicia a nadie más que su mismísimo padre. Todas las pruebas a propósito exparsidas apuntaban en una sola clara dirección, al hombre que abiertamente profeso recelo al difunto Rey Heinrey por interesarse en su concubina y mostrar cercanía con su esposa, los rumores se transformaron en pruebas irrefutables a ojos de un pueblo desconsolado por la pérdida de sus gobernantes.
Occidente exigía una acción inmediata al presunto asesino, querían un juicio por regicidio bajo los términos de su Reino.
Casi, por poco, larga una carcajada al aire. ¿Qué tan alto creyeron estar para pretender verlos desde abajo? Occidente se encontraba en una posición poco favorecedora, su pequeño gabinete susurraba pero el pueblo gritaba condenandose a si mismo y con ellos, a su padre. Viendose como un Emperador pasional, no de la buena manera porque detrás de él emergía la sombra grotesca de Osis III y pronto los nobles acudían temerosos a su oficina, temiendo el camino que su padre trazaba.
¿Volver Emperatriz a su amante? ¿Qué seguía? ¿Tomar esposas de otros y nombrarlas concubinas como su antecesor?. Como el príncipe conciliador que era, apaciguo sus temores asegurandoles que gozarian de su protección para impedir los actos tan atroces del Emperador.
Si no fuera suficiente con todos los rumores apuntando a su padre, su madre la Emperatriz Navier dejó de ser aquella dama perfecta que tanto admiraba para volverse un manojo de sensibilidad vacía. Le sorprendía, sinceramente, como la muerte de ese desagradable intento de Rey le afecto y debido a ello, aun portaba ropa de luto extendiendo y casi confirmando los rumores de un posible amorío entre ella y el difunto. Señalandola inmediatamente como la razón detrás del presunto homicidio, junto a Rashta.
A pesar de que por primera vez disfrutaba de ser un simple espectador, su piel picaba en acción, necesitaba estar en continuo moviento. Más cuando estaba tan cerca de conseguirlo todo, cuando su padre lo llamó a su oficina supo que era el momento indicado para salir detrás de bambalinas.
Nadie vio al Emperador en persona tras el fallecimiento del Rey por un día Heinrey Alles Lazlo, contrario a la Emperatriz que se mantenía en una rutina automática partiendo desde su alcoba hasta el sillón colocado especialmente para ella en el jardín, luego otra vez volvía a encerrarse en esas cuatro paredes destacando su palidez y su neutralidad fantasmal.
Nadie, más que sus damas, se interesaron en su bienestar y fueron claros los muros que se levantaron entre los miembros de la familia Imperial.
Toco suavemente la puerta, fue abierta instantáneamente por su padre luciendo totalmente desamparado. El Emperador una vez pulcro con una altivez de estirpe azul, se encontraba desarreglado. Sus cabellos prolijamente peinados estaban fuera de lugar dejando todo caer desordenadamente en su frente, su tes estaba palida al borde de la enfermedad, destacaban debajo de sus ojos unas pronunciadas ojeras que acentuaban sus ojos rojizos y nisiquiera vestía un traje, parecía un hombre común sin una gota de sangre noble con esa camisa arrugada y ese pantalón cualquiera.