El cuento

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Estamos por recibir el año nuevo, aún sigo esperando señales de David, aunque la verdad, siento que me ha olvidado por completo :(. Me repito a mi misma,  no debo y no puedo permitir que este sentimiento empañe la alegría que siento por los logros que he alcanzado.

Que alegría!!! Pronto tendré la semana de inducción en la universidad!, me muero de ganas por conocer por completo la U y los compañeros con quienes iniciaré semestre.

Es 28 de enero, debo estar a las 7:00 a.m. en el salón principal, ya que el director de estudios de Ingeniería Civil nos estará dando la bienvenida y explicando todos los detalles ha tener en cuenta en la universidad. Me he sabido montar en el bus lentejo, pero fui precavida, lo hice con 3 horas de anticipación, no me daré el lujo de llegar tarde y menos el primer día, ya creo que he aprendido mi lección respecto al tiempo. :)

Llegué al salón principal, por un momento me invadió el pánico ya que no había nadie, de repente doy un giro para regresar a la puerta y allí iba entrando él, el mismo niño de la camisa de cuadros, con una sonrisa de oreja a oreja, mi reacción fue agachar la cabeza, caminar rápido y no preguntar absolutamente nada.  Pensé que quizá el andaba perdido como yo, aunque la seguridad que reflejaba era intimidante.

Me senté nuevamente en unas escaleras y revisé el reloj, para mi sorpresa faltaba como media hora y de paso tenía mucha hambre, quizá era producto de los mismos nervios, pues la verdad no lo sé. Me percaté de que no hubiese llegado aún el director y me aventuré a buscar algún tipo de alimento. ! Gracias a Dios hay personas que piensan en nosotros los descuidados en la alimentación! pensé, ya que me encontré a la salida de la U, una señora muy amable, estaba vendiendo jugos naturales y ensaladas, como faltaba poco para entrar y detesto comer rápido, opte por un rico jugo de guanabana y una galleta de leche, mi estómago lo agradeció. :)

Ya faltaban 5 minutos, así que apresuré mis pasos y entré en el salón. Confieso que nunca me ha gustado sentarme en los primeros puestos, así que decidí pasar inadvertida, mejor dicho ser gris en el salón. Llegó el director de estudios, el ing. Carlos Manrique, nos dio la bienvenida a la universidad San Pedro y a la vez nos repartió el respectivo pensum de la carrera, explicando en detalle todo lo que lograríamos hacer como futuros ingenieros civiles, me entusiasmaba mucho todas las cosas que decía, hasta que en un momento y no se cuál exactamente me distraje de todo y centré mi mirada en una sola persona,  y pensé:

Emma: Por Dios! ¿ Qué hace ese niño en la inducción a la Ingeniería Civil? Debe ser un superdotado, parece  menor que yo.

Me quedé sorprendida, era verdad, el niño de las camisas de cuadros estaba allí sentado, en primera fila, como todo un completo nerd, ya no había dudas, era compañero de clases.

Distraída por lo que acababa de descubrir, siento que de repente todos en el salón se quedan mirándome, yo en ese instante pongo cara de terror, no sabía que hacer, así que un compañero me dijo en voz baja:

Compañero: Preséntate!

y yo le dije,

Emma: Ok! Gracias.

Emma: Mi nombre es Emma Leal, me gradué en el colegio Don Bosco de San Martín. Gracias

y el director respondió,

Director: Señorita Emma, bienvenida! es un placer para nosotros tenerla aquí y el hecho de que venga de San Martín da mucho que pensar de usted.

En ese momento no sé en donde quedé, todo el mundo sonreía, al parecer era la única que venía del otro lado de la frontera, que para ellos debía significar otro mundo, la verdad no sé, solo quería meter la cabeza en un agujero como lo hace la avestruz, creo que mi comienzo no fue nada gris. :(

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