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Me senté en la encimera de la cocina, observando a mi mamá hacer pasta al horno; ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando al reloj a cada minuto. Sabía por qué lo hacía, mi papá debía estar en casa en exactamente en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa tan pronto como entrara.

Matt se acercó, jugando con sus figuras del Hombre Araña.

-Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Luke? -preguntó, lanzándole una mirada de cachorrito.

Ella miró el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente.

-No ahora, Matt. La cena no tardará mucho y necesitamos comer como una familia. -Se estremeció ligeramente mientras hablaba.

La cara de Matt cayó, pero asintió y vino a sentarse a mí lado. Inmediatamente le arrebaté el hombrecito de sus manos y me reí cuando jadeó y lo arrebató de vuelta, sonriendo y poniendo los ojos en blanco hacia mí. Él era un chico lindo, con cabello rubio y ojos grises con motas marrones en ellos. Era mi hermano mayor, y como los hermanos mayores, era el mejor. Siempre me cuidaba en casa y en la escuela, se aseguraba de que nadie me molestara. El único que tenía permitido molestarme, según su opinión, era él, y en una menor medida su mejor amigo Lukr, que resultaba que vivía en la casa de al lado.

-Entonces, Alexa ¿necesitas ayuda con tu tarea? -preguntó él, codeándome. Matt tenía diez, y era dos años mayor que yo, así que siempre me ayudaba con el trabajo de la escuela.

-Nop. No tengo tarea. -Sonreí, balanceando mis piernas mientras colgaban de la encimera.

-Bien, niños, pongan la mesa por mí. Ya saben cómo. Exactamente bien, ¿de acuerdo? -pidió mamá, rociando queso sobre la pasta y poniéndola en el horno.

Matt y yo nos bajamos de la encimera y agarramos las cosas, dirigiéndonos a la sala comedor. Mi papá era muy particular sobre todo, si todo no estaba exactamente bien, se enojaba y nadie quería eso. Mi mamá siempre decía que mi papá tenía un trabajo estresante. Siempre se enojaba con facilidad si hacíamos algo mal. Si has escuchado ese dicho: "Los niños deberían ser vistos y no oídos", bueno, mi papá llevaba eso a otro extremo. En su lugar, le gustaba: "Los niños no deberían ser vistos u oídos". A las cinco treinta llegaba a casa todos los días, comía la cena de inmediato, y luego Matt y yo éramos enviados a nuestras habitaciones, en donde jugábamos en silencio hasta las siete y treinta cuando teníamos que ir a la cama.

Odiaba esta hora del día. Todo estaba bien hasta que él llegaba a casa, y luego todos cambiábamos. Matt siempre se quedaba en silencio y no sonreía. Mi mamá tenía esa mirada es su cara, como de miedo o preocupación, y empezaba a correr de aquí para allá ahuecando los cojines sobre el sofá. Yo siempre me quedaba allí y deseaba silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir.

Matt y yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic de la puerta señalara que él estaba en casa. Podía sentir mi estómago revoloteando, mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él hubiera tenido un buen día y estuviera normal esta noche. Algunas veces, en estaba en un humor realmente bueno y me besaba y abrazaba. Me decía la niñita tan especial que era, y lo mucho que me quería. Eso sucedía normalmente los domingos. Mi mamá y Matt iban a la práctica de hockey y me quedaba en casa con mi padre. Aquellos Domingos eran los peores, pero no le dije jamás a nadie de esos días, y lo mucho que me tocaba y me decía lo bonita que era. Odiaba esos días, y deseaba que los fines de semana nunca llegaran. Prefería mucho más que fuera un día de escuela cuando sólo lo veíamos para la hora de la cena. Definitivamente prefería cuando me miraba con ojos enojados, que cuando me mira con ojos suaves. No me gusta en absoluto, me hacía sentir incómoda, siempre hacía que me temblaran las manos. Afortunadamente, sin embargo, hoy apenas era lunes, así que tenía casi una semana antes de que tuviera que preocuparme por eso de nuevo.

Parte sin título 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora