El día de la caída

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Hazel estaba en su cuarto mirando sus cosas por última vez cuando tocan a la puerta.
-Adelante-dice mientras se gira para ver que quien cruza la puerta es Castiel. Una sonrisa se dibuja en su rostro al verlo.
-Hola, Hazel, es hora de irse-la chica echa un último vistazo y sigue al ángel por los pasillos de colores frios del Cielo hasta un gran balcón por donde salían los ángeles destinados a la Tierra.
Hazel tenía gesto serio y firme, unos cuantos ángeles acudieron al acontecimiento, entre ellos algunos que enseñaron a la joven cuando solo era un bebé. Desde donde estaban solo se veían nubes y algunos rayos de Sol. Dio la hora exacta a la que tenía que irse y Hazel dejó caer su cuerpo al vacío, guiado por sus majestuosas alas azules. Cayó en un lugar abandonado ocasionando un gran agujero en el suelo, como un meteorito. Sus alas se cerraron y al pasar a su espalda dió un grito desgarrador que hizo interferencias en los repetidores de señal telefónica y las radios dejaron de oirse. Dean estaba conduciendo por una tranquila carretera hasta que dejó de oirse la canción de Bon Jovi que sonaba en la emisora.
-¿Qué coño...?-masculló el joven mientras daba golpes al aparato a sabiendas de que eso no iba a surtir efecto. Resignado, volvió a subir la vista hacia la carretera y frenó en seco al ver un cuerpo inmóvil en ella, ese cuerpo era Hazel que se había arrastrado como pudo hasta allí desde el lugar del impacto que se encontraba a tan solo unos metros. Dean se bajó rápidamente del coche y se agachó junto a la chica, le tomó el pulso y tras comprobar que seguía viva pero inconsciente, la cogió en brazos y la tumbó en el asiento trasero de su Impala. No sabía a dónde llevarla hasta que vió el cartel de bienvenida de una pequeña ciudad, en ese momento Hazel recuperó el sentido y se incorporó algo aturdida, mirando el desconocido coche, tanto como su conductor.
-¿Qué... qué hago aquí?-preguntó la joven cerrando los ojos con fuerza debido al tremendo dolor de cabeza que estaba sufriendo. Dean la miró por el espejo retrovisor y sonrió de forma tranquilizadora a la chica.
-Tranquila, estás a salvo, te he encontrado en mitad de la carretera inconsciente y... bueno...-el joven alzó ambas cejas para que la chica entendiera a lo que se refería, Hazel se miró a sí misma con la chaqueta marrón del chico como única ropa; ¿qué era esa sensación que recorría su cuerpo hasta llegar a sus mejillas y encenderlas? era vergüenza y nunca antes la había sentido, y el pudor tampoco pero se encogió en la chaqueta, tapándose más a pesar de que no se le veía nada.
-Gracias...-se limitó a decir sin ni siquiera mirarlo a los ojos. Pasados unos minutos de incómodo silencio Dean encuentra un motel donde poder pasar la noche y conseguirle ropa a la chica. Aparcó en la puerta y salió del coche, asomándose después por la ventanilla bajada.
-Espera aquí-dijo antes de entrar a la recepción, dio varios toques al llamador hasta que un hombre salió y lo mira de mala gana. Mientras tanto, Hazel estaba sentada en el coche mirando al exterior, la Tierra parecía un sitio bastante normal comparado con el Cielo, debido a las historias que había oído de pequeña se esperaba un sitio algo más... increíble. El joven rubio caminó hasta el coche con las llaves en la mano, le abrió la puerta a la chica y le ofreció la mano para que saliera, ella lo miro un instante y salió por su propio pie, tirando del borde de la chaqueta.
Una vez dentro de la habitación se quedó en el medio sin moverse, solo mirando la pintoresca decoración del lugar.
-Creo que deberiamos ver si tienes alguna herida grave...-comentaba Dean acercandose a Hazel a la vez que ella daba un paso atrás haciendo que él parase de andar-Bueno, primero puedes darte una ducha mientras te consigo algo de ropa-pasó los dedos por las comisuras de su boca hasta llegar a su carnoso labio inferior mientras asentía-Ten cuidado-le advirtió a la joven, la cuál asintió levemente y vio cómo Dean salía de la habitación.
Tras un baño de agua caliente la chica salió de la ducha con el pelo mojado y se paró en el espejo, dejó caer la toalla al suelo y girándose pudo ver sus alas en la piel algo hinchada y palpitante; llevó la yema de su dedo corazón hasta su nuevo "tatuaje", rozándolo apenas, antes de que tuviera que quitarla inmediatamente debido al dolor que le causaba aún. Dean tocó la puerta del baño para darle la ropa; una vez vestida tras haberle dejado una minúscula separación para que el chico se la diera, salió del baño.
-No tengo heridas, lo... lo he comprobado...-afirmó con convicción para no tener que mostrarle sus alas al chico frente a ella, el cuál observó con detenimiento como si fuera un ser fascinante, y para ella lo era, pues nunca había estado tan cerca de los seres que observaba desde la distancia. Criada por ángeles no conocía en profundidad a la humanidad ni sus cualidades. Dean tragó saliva un poco incómodo por tener la mirada de Hazel clavada en él.
-Te llevaré a California, le pediré a mi hermano que te busque un lugar donde quedarte en Stanford-dijo el chico mientras se rascaba la cabeza.
Dicho eso se pusieron rumbo a California, Dean miraba de reojo a Hazel de vez en cuando porque la chica no decía nada durante el trayecto y notaba algo distinto en ella, algo no muy bueno a su parecer.
Sam entraba en su piso de estudiante dejando una pila de libros sobre la mesa del salón cuando su teléfono vibró en el bolsillo derecho de sus Levi's, lo sacó y vió un mensaje de Dean avisándole de que estaba de camino, el menor soltó un largo suspiro y se colocó un mechón de pelo tras la oreja justo cuando Jessica, su novia, entraba por la puerta del cuarto a la estancia.
-¿Ocurre algo, cielo?-preguntó con tono suave acercándose al joven, quien negó rápidamente
-No, es solo que Dean está de camino... ¿qué querrá?-se sentó en una silla y se rascó la mandíbula en busca de alguna respuesta pero no la consiguió.
Tras unas largas horas en aquel coche consiguieron llegar a California, concretamente al campus de Sam donde el menor de los Winchester esperaba a su hermano en la puerta.
Dean aparcó justo enfrente de su hermano, quien se quedó algo sorprendido al ver que su hermano llegaba acompañado de una chica poco corriente y, casualmente de su misma edad, que bajaba del coche tras él. Sus miradas se cruzaron un instante pero eso fue suficiente, Hazel supo en esos pocos segundos que el chico ante ella con mirada inocente era nada más y nada menos que su protegido. El corazón le dió un vuelco, pues nunca lo había tenido tan cerca, no había podido contemplarlo con tanto detalle. Sam se quedó casi hipnotizado ante los ojos de la joven ángel, eran los ojos más extraños y a la vez más hermosos que había visto antes; ambos supieron en ese momento que se iban a cambiar la vida el uno al otro pero... ¿sería para bien?

Blue wingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora