• 𝐁𝐔𝐓𝐓𝐄𝐑𝐅𝐋𝐘 • ──── [ Draco Malfoy ]

• 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟒 •

【𝐔𝐧 𝐍𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐀𝐢𝐫𝐞】

El viento soplaba suavemente entre los árboles que bordeaban el lago. Las aguas oscuras del Lago Negro reflejaban fragmentos del cielo grisáceo, y sobre una de las raíces gruesas, Lyra se hallaba sentada con las rodillas recogidas contra el pecho.

Su túnica ondeaba apenas, y una brisa fría le revolvía algunos mechones de cabello. Llevaba un rato en silencio, observando cómo las ondas se extendían sobre el agua cada vez que alguna criatura invisible se movía bajo la superficie.

No podía dejar de pensar en lo ocurrido el día anterior.
Había repasado los hechos una y otra vez, intentando encontrar una manera diferente en que las cosas pudieran haber salido. Pero cada vez que cerraba los ojos, su mente la traicionaba: volvía a ese instante exacto en el que Draco Malfoy había sujetado su muñeca.

Recordaba el roce de su mano, firme y helado.
El gesto arrogante, sí, pero también... el leve atisbo de duda en su mirada.

"¿Por qué lo hizo?", se preguntó una vez más, dejando escapar un suspiro frustrado.
Draco era, a sus ojos, el tipo de persona que uno prefería evitar: altanero, intimidante, con ese aire de superioridad que lo envolvía siempre que caminaba por los pasillos de Hogwarts.
Ella, en cambio, era... ella. Discreta, callada, invisible para la mayoría.

"Y sin embargo...", pensó, mordiéndose el labio, "ayer no fui invisible."

Por primera vez en mucho tiempo, se había sentido en el centro de algo. En medio del caos, sí, pero en el centro. Casi como una protagonista dramática en una historia que no había pedido vivir.
Y lo detestó.

Sin darse cuenta, pronunció su nombre en voz baja, apenas un susurro arrastrado por el viento.
—Draco...

—¿Me llamabas? —la voz, suave pero cargada de ironía, resonó justo detrás de ella.

Lyra se sobresaltó, girando tan bruscamente que casi pierde el equilibrio. Draco Malfoy estaba allí, de pie, con las manos en los bolsillos y una expresión divertida. La luz gris del cielo acentuaba su palidez, y su sonrisa ladeada parecía disfrutar de su desconcierto.

—¿Qué... qué haces aquí? —preguntó Lyra, intentando recuperar la compostura.

—Podría preguntarte lo mismo —respondió él, acercándose un poco más—. Aunque, por lo que escuché, parece que me invocaste.

Lyra abrió los ojos como platos, sintiendo el calor subirle a las mejillas.
—¡No te... no te invocaba! Solo estaba pensando...

—En mí —completó él, con esa seguridad irritante que parecía parte natural de su voz.
—¡No! —exclamó ella, negando rápidamente—. Solo... me acordé de... del incidente de ayer.

Draco soltó una risita baja.
—Vaya, qué halagador. No sabía que había causado tanta impresión.

—No fue eso —replicó Lyra, bajando la mirada—. Solo... fue un mal día.