Capítulo 32

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La fiesta de fin de año llegó más rápido de lo esperado.

Había pasado semana y media desde el incidente de la explosión, finalmente Val había comprado un lindo vestido beige, y no había vuelto a mencionar el vestido verde que la había enloquecido tanto. Su problema de despersonalización iba desapareciendo de a poco, pero no por completo aún. Ahora sonreía un poco más, aunque su sonrisa no parecía tocar sus ojos aún.

Mientras nos estacionábamos afuera de la casa de Jared, sentí un leve déjà vu. Sacudiéndome la sensación fría que me había recorrido de los pies a la cabeza, caminé fuera del auto rojo cereza de Val.

Igual que la primera vez, las luces de colores salían por las ventanas y la música parecía hacer temblar la estructura. Todo el mundo parecía llegar de todos lados, largas filas de autos lujosos estacionados alrededor de la cuadra, y entre el montón, logré ver el increíble Lamborghini naranja que gritaba "!Hey! ¡Mírame, soy mejor que todos estos autos!"

—Estás sonriendo —dijo Val mientras caminábamos hacia la entrada, fue entonces cuando sentí la sonrisa en mi rostro.

—¿Lo estoy?

—Sí, ¿lo ves? te dije que venir era buena idea.

Nuestras voces se perdieron cuando pusimos un pie dentro, el lugar estaba lleno, brazos y piernas moviéndose de un lado a otro, nos escabullimos entre los cuerpos hasta que sentí un brazo en mi hombro izquierdo y una respiración en mi oído derecho.

—¡Heeey! La fiesta acaba de entrar por la puerta —Kevin estaba en el espacio entre Val y yo, su brazo izquierdo en mi hombro y el derecho alrededor de Val.

—Eso es correcto —dijo ella —y no piensa irse en un muy largo tiempo.

Kevin me miró entonces.

—Hey, Liz, hay muy buenas bebidas por allá —dijo señalando hacia adelante con el dedo, contuve el impulso de rodar los ojos y miré donde él señalaba. Lo entendí.

Kevin retiró su brazo de mi hombro y empecé a caminar hacia la barra.

Un par de ojos azulados, que parecían cambiar de color de a cuerdo a las luces, me devolvieron la mirada, una mirada divertida de la que ya me había acostumbrado.

—¿Te estás divirtiendo?

—Sí —dije y sonreí al recordar nuestra primera conversación en este mismo lugar, y sabía que él también lo recordaba.

—¿En serio? Tal vez puedas hacer algo por mí en esta aburrida fiesta.

—¿y qué es? —ocupé el lugar vacío a su lado, él se acercó un centímetro más.

—Fúgate conmigo.

Reí —acabo de llegar.

—¿Y? ambos sabemos que no tenías muchas ganas de estar aquí —lo miré, pero no respondí, no había nada que decir, él tenía razón y lo sabía. Y entonces recordé el Lamborghini estacionado afuera.

—Y ¿adónde iríamos?

Alan sonrió sabiendo que, sin decirlo, ya había aceptado.

—Una vez dijiste que podría enseñarte a conducir...

Abrí los ojos como platos, espero que él no esté bromeando. Me imaginé a mí misma conduciendo el Lamborghini de Alan y sentí el vértigo subir desde mis pies hacia mi cabeza.

—¿En serio?

—¿Por qué no? —se encogió de hombros —. En el mejor de los casos, tendremos heridas leves luego de estrellarnos contra un árbol.

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