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                        Michael

Tan pronto como llegué a casa me percaté de que había algo extraño.
Me pasee por la sala examinando todo a mi alrededor, buscando la causa de aquella sensación.

Luego me di cuenta. Olía a comida.

Pero no era la comida que Mel solía preparar para mi ( la "nana" o "sirvienta" ) ,no era carne, ni sopa ni mucho menos verduras cocidas o a la mantequilla.

Es más era un aroma como... frutal, dulce.

Me asomé a la cocina y me encontré con mi madre bailando y dando vueltas por todo el lugar. Detrás de ella iba Mel intentando alcanzarla.

- Señora, señora por favor permítame ayudarle. No, no, no ése es el cuchillo de carne; tome, use éste.-pero fue en vano, mi madre no la escuchaba y seguía con su ensimismamiento.

-¿Mamá?- se acercó a mi dando vueltas haciendo girar su vestido. Tomo mis manos y me arrastró a su extraño baile.-¿mamá qué estás haciendo aquí?-se formó una gran sonrisa en su rostro.

-Cariño, tu padre y yo nos tomaremos un descanso ésta semana. Sé que hace un tiempo que no pasamos contigo un buen rato y ya necesitábamos unas vacaciones. - se dió la vuelta y me tendió una... ¿Paleta? Ella nunca me da cosas así.

-La hice yo misma. - me hizo un gesto para que la probara.

    Sinceramente tenía miedo. No era que mamá fuera la mejor cocinera, incluso me había intoxicado un par de veces. Por ello había dejado de cocinar en casa; para eso estaba Mel.
  
   Pero no podía decirle que no. Era una regla de la casa; y es que si rechazabas su comida se ponía muy triste y melancólica o muy enojada y gritona.

   Me armé de valor y tomé la paleta de sus manos. Puse una sonrisa forzada y la probé despacio. Hice una mueca que traté de disimular haciendo como que la estaba "saboreando". Quisiera decir que sabía a rayos, pero la verdad es que no sabía a nada; así nomás, no tenía sabor, era insípida.

  
Me di cuenta de que mi madre aún me miraba, esperaba una respuesta.

  -Está muy buena mamá, ¿Qué le  pusiste?- tenía que intentarlo, no fuera a ser que que tuviera sardinas o algo así.

  -Todo menos azúcar, eso sí que no.-ella SEGUÍA sonriente, así que supuse que no había probado su "maravillosa paleta". Pero luego lo comprendí; ella no nos da cosas dulces como esas por su "alto contenido de azúcares", y ella está muy obsesionada con eso de cuidar la figura, creo que incluso tiene miedo de llegar a ser gorda.

  -Gracias mamá, de veras, pero tengo mucha tarea por hacer y quisiera tener el resto de la tarde libre.- Le dí un beso rápido en la mejilla y me fui corriendo a las escaleras.

  -Pero cariño, ¿No vas a comer?- gritó cuando me faltaban sólo ocho escalones para llegar.

  -Comeré arriba, no me quiero distraer.- y sin esperar respuesta corrí hacia mi habitación y cerré la puerta con cerrojo.

   La verdad es que no habían dejado tarea ( Por Dios, era el primer día ), pero no quería pasar más tiempo del necesario con mi madre y la cocina porque enserio, temo por mi salud.

    Y creo que tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía por dónde empezar.

    Primero estaba el hecho de que nunca en mi corta vida había hecho amigos tan rapido. Suponiendo,claro,que seamos amigos; y la verdad creo que son las  personas más raras que he conocido.

  Era como si entre los tres estuvieran mezclados; a veces Jean hablaba de lo divertido que era jugar x-box con sus hermanos, Fred hablaba de lo difícil que era comprar ropa en el centro comercial que está cerca de su casa porque siempre hay mucha gente,y Kay se quejaba de que el maestro de historia  era un vejestorio más anciano que su abuelita.

    Podría decirse que me divertía, aunque no lo pareciera. Ni siquiera consideré la idea de quedarme con ellos el resto del día, pensé que después de haberle caído encima a Fred,me rechazarían sin mas y se molestarían conmigo.
 
    Jamás había conocido personas tan raras. Porque no tenían una personalidad determinada como las otras personas. Por ejemplo,las fresas no hacían nada que no fuera fresa;los bravucones no hacían nada bondadoso y así con todas las personas.

    Pero ellos no,podían ser listos y a la vez divertidos, podían ser dulces y a la vez agresivos, eran personas sencillas pero a la vez complejas.

    Y como siempre que tenía más cosas en la cabeza de las que debía, me senté ante mi preciado piano y presioné el botón rojo de una pequeña grabadora para comenzar a grabar.

   Mis dedos presionaban suavemente las teclas y recorrían la superficie de un lado a otro, creando así una nueva melodía. Una melodía más que probablemente nunca sería escuchada.

Soy rara, ¿eso es raro?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora