extra I

540 30 1
                                    

Pasado

Un año antes de la ruptura.


—¡No puedes hacer eso! —dijo ella entre risas—. Es trampa.

Él levantó una ceja y sonrió de lado: —No lo es, puedes ver los naipes si deseas.

—¡Eres un mentiroso! Eso está prohibido en el juego —se quejó con una falsa indignación.

Él rió con desenfreno y tomó la mano de su chica, la chica a la que amaba con locura y pasión, la chica por la cuál había luchado por estar a su lado.

La joven apartó su mano con rapidez y cruzó los brazos con un fingido enfado. Lo miró con el ceño fruncido y los labios apretados en una estrecha línea.

—¿Acaso no piensa disculparse, señor Mulloz?

—¿Me disculpa, señorita Flowrs? —dijo tratando de contener las carcajadas que amenazaban con salir de sus labios, sin embargo ella pretendió seguir enojada—. ¡Oh vamos! Ya me he disculpado.

Una sonrisa se extendió por las comisuras de los labios de la chica y después asintió con lentitud. Él eliminó la corta distancia que los separaba y la abrazó, la abrazó como si no hubiera mañana, la abrazó como se abraza a esa persona que amas.

El caballero besó la sien de la princesa y le susurró un suave «Te amo».

Ella comenzó a sollozar y lloriquear ligeramente mientras que él era sólo confusión y remolinos mentales. ¿Por qué su linda chica lloraba? ¿Qué había hecho ahora?

—Frida, ¿pasa algo? —dijo inclinando su cabeza para observar los almendrados ojos de la joven.

—No... no, todo está a la perfección —las lágrimas desafiaban con escapar y ella intentaba sofocarlas pestañeando con rapidez—. No, Ben, todo va de maravilla —dijo tratando de convencerse más a sí misma que a su novio.

—Mientes, algo está pasando y no me quieres decir.

—No es nada, sólo estaba... ya sabes... pensando —declaró con una pequeña risita tonta.

—Frida, no estabas pensando. Siempre ríes cuando mientes.

—Siempre sabes todo de mí.

—¿Me dirás que sucede? —ella murmuró «Ella, tres años, contados», al decir eso la expresión del joven se tensó y cambió con brusquedad—. Lo siento, Frida.

Después lloró y se sacudió en los brazos de la única persona que jamás la había lastimado, la única persona que la veía tal y como era. La única persona que la amaba y que no le dio la espalda en tiempos difíciles.

Su Ben.

¿Quién diría que aquella persona que tanto la reconfortó alguna vez iba a ser quien la destruiría y demolería en pedazos?

Él la estrechó con amor y ella se aferró a él. Era su última esperanza y lo amaba como jamás lo hizo con alguien más. Las lágrimas de la chica escurrían por sus mejillas y silenciosos sollozos salían de sus labios.

Se amaban tanto que es complicado de creer, pero los cuentos de hadas no existen y todo ese sueño de princesa terminó.

Se apagó.

La razón de mi desastre [Con dolor #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora