extra II

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Pasado

El día de la ruptura.


Él caminaba por las calles desiertas de la ciudad, salió de su trabajo por un respiro. Había tenido un día de lo peor, tanto en el trabajo como en su vida personal.

Para él sólo existían tres curas para la tristeza: alcohol, tabaco y sexo. Así que, sin realmente preocuparse por su novia, entró al primer bar que vio. Al sentarse el barman intentó charlar con él pero lo único que el joven hizo fue ignorarlo.

Copa tras copa, vaso tras vaso, las cosas ya parecían borrosas y había perdido la cuenta de los tragos. Era extraño ver tantas personas entrar en el bar pues apenas había pasado el mediodía. Las chicas se insinuaban ante él pero con sutileza las ignoraba.

Fuera del local las nubes tronaban y pequeñas gotas de agua caían, una tormenta se avecinaba en pleno agosto.

Él ya tenía pensado regresar a su pequeño departamento cuando llegó ella, y no era su novia. Le ofreció un trago al amargado y triste caballero. Ella ligeramente rozaba sus manos mientras charlaban de banalidades, él ya no tenía intenciones de regresar a su hogar en ese instante.

Y ella siguió ofreciendo tragos a él, uno tras otro. Él le contó de sus problemas, de su novia y de lo que su hermana atravesaba; pero a ella no le interesaba. Solo le interesaba el apuesto chico triste que lucía como un blanco fácil.

Cada vez se acercaban más, cada vez sus alientos se mezclaban aún más por la cercanía, sus narices se rozaban levemente.

Él ya iba por una enorme cantidad de bebidas; y sin darse cuenta ya estaba besando los labios de la linda chica delante de él. Eran suaves pero sabían salados, sabían a traición y a calle. Nada comparados con los dulces y refinados labios de su chica. A la cuál en ese momento él había olvidado.

Beso tras beso, caricia tras caricia y para terminar, un roce, un roce que lo llevó a la locura; un roce que lo llevó a cometer el peor error de su vida.

Ella lo tomó de la mano para salir del bar, se adentraron en la ciudad y en algún lugar de la ciudad fueron más allá. Más lejos de lo que él debía llegar y se quedó el resto del día disfrutando de la compañía femenina.

Él jamás pensó en su chica. Tan sólo quería olvidar los problemas y sobre todo; no quería atormentar y preocupar a su chica con esos dilemas.

Después se terminó, acabó y él se fue. Aún con alcohol en el organismo, ya con la culpa de haberle fallado, mentido y engañado a su chica. Y antes de cometer otra estupidez regresó a su departamento.

Estaba decidido a decir la verdad.

Esperó a que la chica que iluminaba sus días llegara, aprovechando para darse un baño y tratar de borrar las manchas de lo que había hecho. Frida, llegó en verdad cansada de su empleo y no notó la expresión temblante de su novio.

—Cariño —balbuceó él—. Hola ¿podemos hablar?

Ella asintió con una sonrisa en su rostro: —¿Qué pasa?

—Yo-yo, es complicado.

—Trata de explicar.

—Mi hermana está embarazada —los ojos de Frida se abrieron con grandeza—. Bueno, ella estaba embarazada pero... es que sigue pero ya no sigue..., yo, ella estaba y luego no y ahora sí.

Ella frunció el ceño, las palabras de su novio resultaban un tanto confusas.

—Habla con claridad, Ben.

—Ella está embarazada, eran dos bebes pero perdió uno. No sabe quien es el padre y está muy preocupada, es probable que pierda el otro bebe. —dijo con rapidez.

—¡Oh Dios! ¿Está ella bien? ¿Crees que deba ir a verla?

Él negó con tristeza y melancolía pero ella seguía sin entender. Entonces, él le dijo todo, cada detalle y lo que hizo horas antes.

Lágrimas descontroladas salían por los ojos del joven y la chica movía su pierna rápidamente. Era imposible ante sus ojos que su Ben hubiera cometido tal acción. Cuando él terminó ambos eran ya un mar de lágrimas.

—No, no es cierto, tú no me harías eso, no lo harías, ¿o sí Ben? —murmuró ella—. Tú eres novio y novio no haría algo así, ¿o sí, Benjamin? ¿tú hiciste... eso?

Él asintió: —Frida, yo no sé que estaba pensando...

—¡No! Tú no lo lamentas, tú eres un idiota, tú me traicionaste, Benjamin —lo interrumpió—. Y no digas que no es lo que parece porque tú mismo me lo has confesado.

—Sé que es lo que parece, amor.

—No me llames amor, no me llames. Yo necesito pensar, vete de aquí. Largo.

Ella se fue a la habitación testigo de tantos recuerdos y noches de amor incondicional. Pero todo ahora estaba roto. Gritó el nombre de ¿su chico? y lloró. En el pasillo él se lamentaba haber sido honesto,

Y cuando ella salió lo primero que hizo fue mirar por la ventana, las gotas caían por el cristal y algunas llegaban a entrar al departamento a causa de una resquebradura. Él observaba su perfil y se arrepentía profundamente de su equivocación.

—¿Benjamin?

—Frida.

—No puedo, no quiero que esto siga. Se terminó todo, lo siento —balbuceó.

—¿Vas a mandar todo a la mierda? No, dame una oportunidad —rogó él—. En serio que lo lamento.

—¡Es tu culpa, Benjamin! —ella caminó hacia la puerta mientras las lágrimas no paraban de brotar.

Antes de llegar a la entrada él la tomó del brazo y plantó un rápido beso en sus labios, el último beso.

—¿Frida?

—No me toques—susurró.

—Perdóname amor.

La razón de mi desastre [Con dolor #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora