Miles
Normalmente ser yo era genial: una familia cariñosa, bastante dinero, gran apariencia, buen futuro, amigos a la altura y una novia ardiente. Si, normalmente no me podía quejar.
El problema estaba en que, cuando no era normalmente, me acordaba de esos pequeños detalles, esas nimiedades que me daban acidez: por ejemplo que mi padre estaba al borde de la banca rota, que no estudiaba lo que quería y que no tenía ningún control sobre mi relación si no quería dejar a mi familia en la calle. Pero ser yo era genial, ¿no?
El miércoles por la tarde, por ejemplo, fue uno de esos días no tan geniales: primero mi madre me hace un planteo por no asistir a su absurdo ágape no se a qué estirada amiga suya, luego mi padre me obliga a acompañarlo a una soporífera reunión de negocios de una empresa que no me interesa dirigir y por último Rebeca hace un escándalo en una cafetería a la que yo solía ir a menudo porque no tenían un menú de su agrado. Y estaba la chica que se negaba a hablar conmigo. La veía mucho últimamente, la veía mirarme con sus ojos enormes debatidos entre la sorpresa, la indignación, el nerviosismo y el hastío. La veía observarme detenidamente, echarse hacia atrás si me sentía muy cerca y crispar los dedos cuando me la quedaba viendo. Podía verla, pero jamás me dirigió ni una sola palabra, ni siquiera un insulto.De todos modos, ¿Por qué me estoy preocupando por esa chica? Es solo una cría sin modales, no tengo ni el tiempo ni la paciencia para preocuparme por cosas como esa, aunque me resulta vagamente familiar... Mi celular sonó, sobresaltándome y sacándome de mis cavilaciones.
- No me puedes decir que no- fue lo primero que escuché en cuanto descolgué el aparato.
- Sabes perfectamente bien que hay dos personas a las que no les puedo decir que no, y no eres una de ellas- contesté rodando los ojos ante la voz de mi mejor amigo.- ¿Qué quieres ahora?
- Tú, yo, The Crowling, esta noche, sin Rebeca.- propuso usando una voz que me dio escalofríos.
- Alex, con esa voz parece que me quieres manosear en un callejón oscuro- comenté haciendo una mueca de disgusto.
- Sabes muy bien que no eres mi tipo, Miles, por muy bueno que estés no tienes lo que yo busco y tienes cosas que claramente no busco- se burló, casi podía ver su sonrisa a través del teléfono.
- ¿Así que crees que estoy muy bueno?- pregunté, insinuante, tratando de molestarlo.
- No tanto, está noche, a las 9 y no olvides dejar a tu adorable novia en casa- espetó rápidamente antes de colgar. Objetivo cumplido, una sonrisa triunfal se desplegó sobre mi cara.
Luego de discutir un poco más con mi madre sobre mis obligaciones como miembro de esa familia, decidí que lo mejor sería largarme a la oficina, por lo menos mi padre expresaba su desaprobación de forma silenciosa.
"Rebeca: Amor, esta noche vamos a cenar con Louis y Sharon Greenville. Usa el traje azul marino, te hace ver sexy. XOXO"
Bufé exasperado, era exactamente por estás cosas que no podía encariñarme con Rebeca, actuaba igual que mi madre. Quizá por eso la había aprobado tan rápido, ¿No? Tecleé una rápida respuesta.
"No puedo, salgo con Alex. Y me veo sexy con todo lo que uso."
Mi celular sonó exactamente 2 segundos después de haber enviado ese mensaje. Típico.
- ¿Qué quieres decir con que no puedes?- me increpó mi prometida nada más atenderla.- Sharon es una de las mejores fotógrafas de moda de Londres, si le agradamos podría fotografiar nuestra boda... ¡incluso me mencionó que me metería en una sesión para Vogue!
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El Sonido del Amor
RomansaHace un par de años que Alondra Rost odia su nombre, exactamente 5. ¿Qué podría tener ella en común con el bello animal que cantaba en su ventana todas las mañanas? Nada, excepto tal vez cuando se encuentra cerca de algún instrumento musical del qu...