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Relleno

—Como sabrán, hubo un grupo de nuevo ingreso en nuestro instituto después de la súbita actitud del señor Guzmán—la profesora hace una pausa en un intento de que los alumnos le hagan caso.

Terminando de comer, y después de la escenita de los 4H en la cafetería, Sara me dirige a nuestro piso respectivo; me comenta que existen 3 grupos de cada grado con 20 alumnos cada uno y que estos se van alternando las aulas según su horario de clases. También me dijo que los grupos están conformados según los promedios de cada alumno; los mejores en el 1°, los regulares en el 2° y los más bajos en el 3°. No sé si esto sea cierto o no, porque con los exámenes que apliqué no me sentía con la confianza suficiente para entrar a clases, y al parecer estoy en el primer grupo.

—No debes menospreciarte así—me dice Sara mientras entramos al edificio—si estás aquí es por tu esfuerzo.

—Y por salvarle la vida a alguien—digo para mis adentros.

¿Puedo creerme mi suerte? Por supuesto que no. Solo pasear por el edificio de TD es un sueño. Está conformado por 5 pisos; la planta baja cuenta con una mini biblioteca y un centro de cómputo, cada piso cuenta con alrededor de 6 aulas, al menos un laboratorio en cada uno y un área común con mesas y sillas que se utilizan para estudiar, además de máquinas expendedoras de golosinas; dos elevadores para un máximo de 15 personas y unas escaleras de emergencia. Los salones están distribuidos con cuatro hileras de 5 pupitres cada uno, de esos con una mesa y una silla; el escritorio del profesor tiene una portátil y un pizarrón interactivo para las clases, además de un pequeño librero donde se guardan sus materiales. Cada piso en el edificio es para cada grado de secundaria, así que nuestros casilleros se encuentran en el penúltimo piso.

Casilleros ¿Qué es esto? ¿Los Beverly Ricos?

Mi casillero se encuentra a un lado del aula de literatura mientras que el de Sara está a mitad del pasillo entre humanidades y biología así que nos separamos para recoger nuestros respectivos materiales. Mi casillero se encuentra sin candado y lleno de libros nuevos.

Y yo que pensé que mi mochila estaba llena.

De la mochila saco un pequeño candado color menta con clave numérica que venía dentro de mi paquete de útiles; no pensaba traerlo pero Liam me dijo que si venía dentro era por algo, así que aquí está. Meto todo lo sobrante al casillero y saco el libro de estadística de él, un par de libretas y la lapicera de útiles nuevos.

Ya, no iba a dejarme comprar; pero debo admitir que quien quiera que haya hecho la compra de mis útiles, supo cómo elegirlos. Cuando hago apuntes y anotaciones, me encanta que todo este organizado y lleno de color, me hace sentir más ordenada y concentrada; así que me sorprendió en un principio cuando encontré en mi caja plumas y plumones de colores que no venían en la de Liam, además de pos-it y dispensadores de notitas con diseños que ni si quiera han salido al mercado aún.

Debo admitir que hizo un buen trabajo investigándome.

Camino al aula que me indicó Sara y hay un par de chicas cuchicheando en la entrada, viendo al final del aula. No me importa pasarlas a traer un poco intentando pasar a tomar clase, así que lo hago y veo la razón de todo. Al final de las filas centrales, en las dos últimas bancas, están sentados dos de los 4H, el pícaro y el que anda pegado a su celular.

Me quedo pasmada por un segundo, procesando lo peligroso que es el tomar clases con ellos, ya que, técnicamente, también a ellos les declaré la guerra.

Sara se cuelga de mi brazo y me hace pasar, toma asiento en la segunda banca de la segunda fila y me indica una dos más atrás de ella, justo en frente del de sonrisa traviesa. Ni si quiera los volteo a ver por temor a que me reconozcan, aunque sinceramente no creo que sepan que existo si quiera. Con mis útiles escolares fuera y al cabo de unos minutos, la profesora entra al aula mientras todos se sientan.

STUPIDX!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora