Capítulo 4- 1ª Parte.

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Llamé a la puerta. Tuve que esperar un rato hasta que se asomó Cam.

-Bienvenida al hogar de Cameron Walk, payasa -terminó de abrir la puerta y, con la mano, me indicó que entrara.

Le hice caso y me adentré en la casa, la cual estaba repleta de muebles preciosos, la mayoría de color blanco y marrón.

Entramos en su salón, tres veces más grande que el de Brenda -aunque yo seguía prefiriendo el de mi mejor amiga, porque era más acogedor- y en el que había dos sofás, una mesa de cristal rectangular y una televisión de pantalla plana sobre un armario pequeño, al final de la habitación.

-Eres la primera en llegar -me explicó-, los demás llegarán enseguida.

-Bien.

Después de que Cam anunciase la dirección de Brenda en su página web, los seguidores y fans del grupo empezaron a rondar por su casa y tuvimos que cambiar de lugar. Cameron se ofreció a dejar que quedáramos en su mansión, ya que había sido culpa suya y, por mucho que yo me negase, mis compañeros estaban de acuerdo y tuve que acceder.

Se sentó en el sofá y yo me vi obligada a hacer lo mismo.

-¿Qué te parece si vamos los seis a la tienda de batidos de la esquina? -me propuso-. Hoy no tenemos nada que hacer en el grupo.

-Buena idea.

-¿De verdad? -me miró con los ojos muy abiertos-. Es la primera vez en tres meses que me dices que he tenido una buena idea.

-No sueles tenerla, payaso -respondí entre risas.

-Tonta... -y entonces empezó la guerra de insultos.

-Estúpido.

-Payasa.

-Payaso.

-Pesada.

-Plasta.

-Mandona.

-Payaso.

-Eso ya lo has dicho -levantó una ceja.

-Me da igual porque lo eres -le di con la palma de la mano en la nuca.

El timbre de la puerta sonó antes de que Cam me pudiese devolver el golpe. Se oían las voces de mis amigos al otro lado.

Me levanté para ir a abrir la puerta, pero Cameron hizo lo mismo y corrió para llegar antes que yo.

Las caras de cada uno de mis amigos al vernos tras luchar por coger el picaporte fueron realmente graciosas: los cuatro tenían los ojos como platos. Brenda tenía ambas cejas levantadas, Nolan levantaba una sola y Liam tenía la boca medio abierta. Eso por no hablar de Kay, quien intentaba aguantar la risa poniendo su mano derecha sobre su boca.

-Eh... -Cam me miró antes de seguir hablando-. Hemos pensado que podíamos ir a tomar un batido a la cafetería de la esquina. Hoy no tenemos nada que hacer en el grupo.

-¡Genial! -dijo Brenda, sin darle importancia a la situación-. Me apetece un buen batido.

-Y a mí -añadió Liam.

Caminamos por la acera y enseguida llegamos a la puerta de la cafetería. Entramos los seis; el local estaba bastante lleno, las sillas y mesas de madera estaban ocupadas y tan solo quedaban un par de ellas libres en la terraza.

Pedimos nuestros batidos y nos dirigimos a una de las mesas vacías. Pero, por el camino, un chico moreno pasó demasiado rápido a mi lado y me golpeó en el brazo derecho, haciendo que parte de mi batido se derramase en su camisa.

-Yo... Lo siento, ha sido sin querer -me disculpé.

-Tranquila -el chico agarró una servilleta que había en una mesa y se limpió los restos del batido-, ha sido culpa mía... He pasado muy rápido y... Perdona, ¿eres... Eres Melanie Blair?

Asentí con la cabeza.

-¿Y tú eres...? -hice una pausa para que el chico me dijera su nombre.

-Daniel -contestó con una sonrisa-. Encantado de conocerte, me encantan tus libros... ¿Y tú eres Cameron Walk? ¡No me lo puedo creer...!

Al parecer Daniel era un adicto a los libros de internet.

-Así es -contestó Cam, orgulloso-. Me alegra conocerte, Daniel.

-¡Lo mismo digo! -el chico parecía realmente emocionado-. Y vosotros sois Kayla Miller, Nolan Seller, Brenda Harries y Liam Stone, ¿no es así?

Definitivamente, Daniel se pasaba día y noche pegado a la pantalla del ordenador leyendo nuestras novelas.

-¿Quieres sentarte con nosotros? -le propuso Brenda.

-Por supuesto. -Daniel vino hasta nuestra mesa y se sentó a mi lado.

-Y ¿has venido solo? -le preguntó Cam.

-No, estoy con ella -señaló a una chica morena y de ojos azules que estaba mirando la pantalla del móvil-. Es mi compañera. Trabajamos juntos en un proyecto.

-¿La has invitado a salir? -preguntó Brenda con curiosidad.

Daniel asintió con la cabeza.

-Pero no sé qué hacer -nos miró y se rascó la nuca-, no se me dan bien las citas...

-Yo te diré lo que hay que hacer.

Ese comentario me sorprendió tanto que casi me atraganto con el poco batido que me quedaba. ¿Cameron? ¿Saber lo que hay que hacer? Eso era simplemente imposible.

-Lo digo en serio, Mel -me dijo, sin apenas sonreír-. Sé muy bien lo que hay que hacer con una mujer.

Kay soltó una carcajada y yo levanté las cejas tanto como pude.

-¿Lo sabes? -pregunté antes de empezar a enumerar la lista de cosas que Cam creía que había que hacer-. ¿Llamarla "amarga payasa" y publicarlo en Internet? ¿Pelearse con ella todo el tiempo? ¿Meterla en líos indescriptibles? ¿Llevarle la contraria en todo momento?

-¿Y acaso tú no te has enamorado de mí?

Me faltó tiempo para darle un puñetazo en el hombro.

-Vale, vale, tan sólo era una broma -dijo, rascándose la zona del golpe-. Pero de verdad sé lo que hay que hacer.

-En ese caso, dilo.

Para mi sorpresa, me hizo caso y se giró para decírselo a Daniel.

-Tú ve a por ella y dile que tiene unos ojos muy bonitos, luego le sueltas alguna frase romántica... Y caerá rendida a tus pies -se acercó al chico y le puso la mano en el hombro-. Es lo que les gusta a las mujeres, amigo mío. Que les digas lo guapas que son.

-¡Eso no es cierto! -grité-. No tienes ni idea.

-Claro que sí, payasa.

-¡Que no!

-¡Que sí!

-Vosotros dos no os lleváis muy bien, ¿verdad?

Ambos miramos a Daniel antes de contestar al unísono:

-¡No!

Cuando nos dimos cuenta, casi todos los clientes nos estaban mirando.

-En fin... -Kay dejó de mirarnos para dar su opinión-. Sé tú mismo, Daniel. Ve ahí y que vea lo genial que eres de verdad. Hazla reír. Es lo único que quiere una chica.

-¿De verdad? -Cam puso los ojos en blanco-. Pues mira que sois extrañas.

-Los chicos sí que sois extraños -respondí.

-Tú sí que eres extraña.

-Tú eres el más extraño de todos.

-Y tú la payasa más extraña de todas.

-Y tú el plasta más extraño de todos.

Seguimos formando frases con la palabra 'extraño' cuando Daniel habló:

-¿Están así siempre?

-Sí -contestó Brenda-, todos y cada uno de los días en los que se ven.

Tengo Memoria de EscritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora