Capitulo Cuatro.

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Abrió la puerta y la rubia le dio una alegre sonrisa:

–Hola.

–¿Eugenia? –preguntó, era obvio que era ella.

–Si, em... ¿Se puede? –dijo, mirando el interior de su casa.

–Oh, sí, claro. –musitó, corriéndose hacia un lado para que la rubia pasara– ¿Qué haces por aquí? ¿Cómo sabes donde vivo?

–Digamos que soy parte del grupo de tu hermano, él me dio la dirección. Pasaba para pedirte disculpas por la forma en que mi amigo te trató hoy –murmuró apenada–. No debía, es un mal educado, perdónalo.

–No pasa nada –rió–, no es el primer tarado que me cruzo por el camino. Igual me causó gracia el ''Lali'', de hecho me gustó mucho el sobrenombre.

–¿Sí? Bien entonces –sonrió la rubia–, si gustas te diré Lali. Creo que seremos grandes amigas...

–Supongo que sí, aunque va a ser algo raro, ¿no? Una del Rockland de Arte y la otra del de Literatura. Wow –rió.

–No importa que seas del otro colegio, nos veo muy bien en el futuro –le dijo, mientras se paraba y tomaba sus cosas–. Debo irme, la mamá de Peter me debe estar esperando para comer.

–¿Vivís con él?

–Sí, nosotros somos mejores amigos pero desde que mi papá y yo nos quedamos sin casa él y su madre nos han alojado, son buena gente, aunque no lo parezca –pronuncia con una hermosa sonrisa–. Ah, te dejo mi celular, si quieres uno de estos días te presento a mis amigas, ¿sí?

–Gracias.

–No hay de qué. Nos vemos, Lali –salió caminando tranquilamente por la puerta.

«Al parecer tengo una amiga» pensó Lali, luego se dijo a si misma que no confiase en la rubia, es del Rockland de Arte, por lo tanto está relacionada con los chetos, esos niños rebeldes, nenes bien. Se encogió de hombros, y subió las escaleras para cambiarse la ropa.

–Euge, que bueno que llegaste con Peter, me estabas asustando.

–Perdón por no avisarte nada, Emi. Fui a la casa de una amiga a arreglar unos asuntos –se excusó, mirando mal a Peter.

– ¿Pasa algo? –preguntó Emilia.

–No, nada –respondió él.

–Bueno, vayan a cambiarse que se enfría la comida.

–Así que fuiste a la casa de la tarada –afirmó Peter mientras subían las escaleras.

–No iba a dejar que ella piense mal de mí por tu comportamiento, Lanzani –le dijo de mala gana y cerró la puerta de un portazo.

«Solo a ella se le ocurre ir a hablarle a esa persona rara» pensó Peter, mientras revoleaba los ojos y se encerraba en su habitación.

* * *

Estaba escribiendo en su libreta, cuando Marcos abrió ferozmente la puerta y la tomó por los cabellos, haciéndola gemir.

–Tú otra vez, ¡maldita niña! –le gritó en el oído, tirando aún más fuerte.

– ¿Qué hice ahora? –preguntó entre sollozos.

–Anoche tomaste la última pastilla que había para dolores de cabeza, ¿Acaso no piensas en las personas?

– ¡Sí que pienso! –se defendió–, pero así como pienso en las otras personas mi salud también es otro tema –murmuró.

Los dolores de cabeza todas las noches eran básicamente por esto: Marcos por cada ''cosa mal''que hacía la tomaba del pelo, eso era bastante doloroso y en la mayoría de las veces terminaba tomándose una pastilla por el dolor de cabeza.

Quiero Ser FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora