CUARENTA Y DOS.

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La campana sonó. Y los dos salimos de clase disparados para ir al parque. Scott me adelanto por el pasillo, y miraba de vez en cuando hacia atrás para que yo viera su enorme sonrisa.

Para cuando llegamos al parque, yo ya estaba agotada. Encima, tenía que cargar con mi horrible mochila durante todo el camino. La dejé caer al suelo y apoyé mis manos sobre mis rodillas mientras cogía aire. Después de que mi respiración se volviera normal, levanté la cabeza para verle la cara a Scott.

Me miraba preocupado, pero fue incapaz de quitarse aquella sonrisa de la cara ni por un segundo. Me incorporé lentamente, sin perder el contacto visual con él. Di un paso en su dirección, y mi respiración se volvió a hacer trabajosa ante el contacto que tenían sus manos en mis caderas. Puse mis manos alrededor de él, atrayendo su nuca. Haciendo que sus labios chocaran con los míos.

Sus labios eran dudosos, y durante un instante, no respondieron a mi contacto. Le tiré del pelo, lo que hizo que me ganara un gemido por su parte. Eso le dio acceso a mi lengua, logrando que se fundiera con la suya. Scott reaccionó de golpe. Sus labios comenzaron a moverse en una agónica lentitud. Su lengua apenas rozaba la mía con delicadeza. Pero a mí no me valía. Conseguí convertir el más dulce de los besos en uno de los más salvajes. Volví a tirarle del pelo, y él soltó un fuerte gruñido desde el fondo de la garganta. Mi lengua empezó a moverse al compás de la suya. De repente, éramos todo labios, lenguas, y manos.

En algún momento de nuestro beso, él, tiró de mí y yo coloqué mis piernas alrededor de su cintura. Comenzó a andar hasta acabar sentado en un banco, de manera que yo quedé a horcajadas sobre él.

Estuvimos así un rato, hasta que oímos la voz de Cass, de manera que nos separamos instintivamente. Pero ya era tarde. Ambos teníamos chupetones en el cuello, y el poco color que le había dado a mis labios esta mañana, estaba en los labios de Scott. Parecíamos un par de payasos.

-¡Lana!-gritó ella, que estaba al lado de Kath. Esto tenía que ser una broma.

-Hola Cass...-dije pareciendo inocente.

-¡Hola! ¿Se puede saber que estabais haciendo? ¿Es broma verdad? ¡Tú estás con Aaron!-Scott, apretó la mandíbula al oír su nombre.

-Ya no. Ayer corté con él.

-¿Y por eso te estás liando con mi hermano?

-Hermanastro.-dijo él.

-Oh ¡Venga ya Scott! ¡Te acabo de pillar liándote con mi mejor amiga! ¡Y de manera muy calenturienta! ¡Por Dios, lavaros la cara!

Ambos nos miramos el uno al otro y reprimimos una sonrisa. Él estiró su mano para coger la mía, y yo sonreí, cómplice. Scott era demasiado adorable. No le pegaba nada, y eso me encantaba.

-¿Perdona?-dije yo, mirándolas a ambas.

-Te perdono... Pero por favor... ¡No os liéis conmigo delante!

-Vale...-dije haciendo un puchero.

-No hagas eso... te ves demasiado adorable cuando lo haces, y no puedo mantener mis manos quietas delante de Cass...-me susurró Scott en el oído.

Nos levantamos del banco y fuimos con ellas. Durante todo el camino, Scott no me soltó la mano ni por un segundo. Un gesto adorable que me llenó el estómago de mariposas.

-Creo que mi problema se ha vuelto mucho más grave...-le susurré.

-¿Y eso por qué?

-Porque ya no creo que esté enamorada de ti.

Scott me miró con preocupación. Me puse de puntillas, y le di un beso en la mejilla, para después susurrarle:

-Ahora sé que estoy enamorada de ti.

-Me parece que ambos tenemos grandes problemas.

-Habrá que solucionarlo.

-Yo no quiero solucionarlo.-me dijo, y me dio un tierno beso en la mejilla. Fue plantando pequeños y dulces besos desde mi mejilla hasta mis labios, pasando por la comisura de mi boca. Cuando por fin alcanzó su destino, hice el beso más profundo, tirando de su pelo otra vez. Hacía rato que nos habíamos parado en medio de la calle para susurrar cosas, y fue entonces cuando Cass se dio la vuelta para ver qué era lo que estábamos haciendo. Oí como venía hacia nosotros dando grandes zancadas. Sabía que nos iba a separar así que aproveché cada segundo del contacto de sus labios.

-Babosos...-suspiró Cass.

Cogió a Scott del brazo y avanzó rápidamente hasta alcanzar a Kath, que vino hacia mí para hacer lo mismo. Me mordí el labio para no reír a carcajadas. No dejé de mirar a Scott ni un solo segundo, y él tampoco paró de mirarme a mí. Ambos sonreíamos de oreja a oreja.

Atentamente, nadie. (Saga Nadie #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora