EPÍLOGO.

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SEIS MESES DESPUÉS:

-Puaj. Simplemente puaj.-dijo Cass al entrar en el salón de su casa.

-Piérdete Cass...-susurró Scott contra mi cuello.

Yo no pude evitar que una risilla tonta se me escapara de entre los labios, lo que me ganó una cara de asco por parte de mi mejor amiga y una mirada lasciva por parte de mi novio. A continuación, Cassandra sonrió despiadada mientras se encargaba de coger el abrigo y las llaves, me guiñó un ojo y se dirigió a la puerta principal.

-Voy a salir con Kath. ¡Usad protección!-gritó antes de salir dando un portazo.

Ambos reímos, pero en pocos segundos, mis mejillas se sonrojaron y empecé a ponerme nerviosa ante la perspectiva de tener la casa para nosotros solos. Fue entonces cuando mirándome directamente a los ojos con ese brillo que me volvía loca, Scott puso sus manos en mi culo para atraerme hacia él y hacer que me sentara en su regazo a horcajadas. Reprimió una sonrisa y volvió a enterrar su rostro en mi cuello, tensándome de inmediato por las expectativas.

-Mmm-susurré.

-¿Mmm?

Asentí, más ruborizada que antes, si es que eso era posible. Me agarró de los muslos, de manera que enredé mis piernas alrededor de su cintura, a sabiendas de lo que iba a pasar a continuación. Se levantó y empezó a caminar hacia su dormitorio. En ningún momento dejó de mirarme a los ojos con lascivia, gesto que hacía que mis entrañas se derritieran al instante y que me hacía querer arrancarme la ropa yo misma si él no se daba prisa en hacerlo. Cuando llegamos a su habitación, me arrojó contra su cama, pero se tomó unos segundos para admirarme tumbada en ella antes de unirse a mí y cubrir su cuerpo con el mío.

-Sigo sin creerme que esto sea real. Nosotros, en mi cama, desnudos y abrazados después de un polvo genial.

Yo sonreía mientras admiraba los hoyuelos que se le formaban cuando sonreía, ya tumbada en su pecho. Mi dedo índice recorría sus abdominales de forma tentativa pero dulce, mientras él miraba al techo y susurraba.

-Pues créetelo, porque no pienso marcharme.

Sonrió, ya en mi dirección y yo me morí un poquito más.

-Bien.

-¿Bien?

-Sí, bien. Te quiero.

-Te quiero.-dije yo acercándome para darle un casto beso en esos deliciosos labios.

-Siempre fuiste tú, ¿sabes? No concebiría estar haciendo esto y diciendo estas cosas con ninguna otra chica sobre la faz de la tierra.

Enterré la cara en su cuello por la vergüenza, pero él me sostuvo la barbilla en su mano y me dio un dulce beso para acallar mis inseguridades.

Sonreí malvada y decidí meterme un poquito con él.

-Y tú siempre fuiste... nadie.

-Cállate.-gruñó mientras se ponía su brazo en el rostro para tpárselo.

-Querida Lana... eres preciosa...bla bla bla... blandito.

Se colocó justo encima de mí, menos vergonzoso y más amenazante, más sexy, más imponente.

Me retorcí bajo su mirada, sin parar de sonreír.

-¿Qué me has llamado?

Reí tontamente y negué con la cabeza de forma frenética.

Pero fue en vano, estaba en modo atacar y me había escogido como su víctima. Se abalanzó sobre mí y empezó a besarme, a morderme... sin mucho esfuerzo logró un gemido por mi parte, lo que le dio total permiso ya para hacer lo que quisiera conmigo. Y yo estaba encantada de que lo hiciera.

Sin embargo, fue entonces cuando de un portazo, escuchamos los pasos de alguien subiendo hacia las habitaciones, haciendo que ambos nos tensásemos de inmediato, inmovilizados en el momento.

-¿Scott?-preguntó su madre, extrañada ante la falta de bienvenida.

Sus pasos cada vez se acercaban más pero ambos seguíamos en una especie de trance.

"Esto no puede estar pasando".

-¡No entres mama!-pero ya era demasiado tarde. La madre de Scott entró en la habitación como una tromba, y sus ojos se abrieron de tal forma que mostró que desearía no haber entrado en el mismo momento en el que lo había hecho. Esta vez nos ruborizamos ambas.

Scott tapaba mi desnudez con su cuerpo y no es que la mujer estuviera viendo más que la espalda desnuda de su hijo, pero la imagen era muy reveladora, vergonzosa y desde luego nada que una madre debería ver. La pobre mujer se quedó petrificada en la habitación, incapaz de salir.

Scott suspiró, ya rendido ante el desastre de la situación y con más capacidad de reacción de la que yo gozaba.

-Mamá, te presento a mi novia, Lana.-la miró sonriendo para ocultar la vergüenza, pidiéndole disculpas con la mirada.

-Encantada de conocerla señora Parnell.-susurré por fin.

-Encantada.

Acto seguido, la madre de mi novio cerró la puerta como si nunca hubiera entrado y escuchamos sus pasos rápidos mientras corría escaleras abajo, aunque no salió por la puerta principal. Yo me revolví en los brazos de Scott, nerviosa y más avergonzada que en toda mi vida.

-Creo que ya le caes bien.-dijo él contra mis labios, más divertido de lo que cabría esperar.

-Creo que la hemos traumatizado.

-Creo que estás tremendamente sexy cuando te ruborizas.

Viendo sus intenciones pero incapaz de frenar mis impulsos de traerlo hacia mí, suspiré y acorté la distancia que nos separaba, aunque tan solo rocé sus labios con los míos.

-Creo que deberíamos vestirnos y hablar con tu madre.-dije, haciendo un amago de sacarle de encima de mí.

-Creo que no me apetece.-susurró mientras se perdía entre las sábanas una vez más.

Cerré los ojos y me rendí ante su tortura.

Atentamente, nadie. (Saga Nadie #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora