Capítulo 19

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Víctor quedó estático en su lugar un momento, y aunque le dolió pensar que Sean también lo estaba ignorando, a pesar de que no tenía la más mínima ni remota idea del porqué, decidió imaginar que su amigo en realidad sí tenía asuntos que atender, como siempre; eso sí, lo había percibido y visto muy extraño. Con todo, su prioridad en ese instante era buscar a Derek, aclarar las cosas entre ellos y conocer plenamente la razón de que lo evadiera con tanto recelo que lograba lastimar su corazoncito lleno de buenos sentimientos e intenciones. Fue así que encaminó al salón 3-B, teniendo la más grande de las ilusiones de que se encontrara allí y decidiera escucharlo. Desafortunadamente, parecía ser que todavía no llegaba a la institución académica. Suspiró con desaliento e iba a retirarse cuando divisó a Sol, quien recién llegaba, por lo que optó por intentar poner en claro las cosas con ella otra vez. Se le acercó.

—Sol, ¿sigues indispuesta? —le preguntó con voz solemne, pero ella lo pasó de largo, haciendo ademán de ingresar al aula, mas él la detuvo sujetándola del brazo, y aunque ella no se volvió a mirarlo, él trató de disculparse nuevamente—. En verdad lo siento. No era mi intención ofenderte y me duele que hagas esto; que seas tan indiferente conmigo. ¿Podrías perdonarme, por favor?

A pesar de su ruego, el silencio de parte de ella le dijo que no estaba dispuesta a otorgarle su perdón, lo que provocó que su corazón llorara interiormente. Los metiches y chismosos no se hicieron esperar, apresurándose a rodearlos, mientras comenzaban a murmurar entre ellos la escena que presenciaba; se preguntaron qué había hecho Víctor ahora como para terminar en semejante situación, ya que era bien sabido por todos que Montenegro solía meterse en muchos problemas. Entre los espectadores, se sumaría Derek, quien acababa de arribar a la preparatoria y casi había corrido a su salón al escuchar que sus compañeros hablaba de la más actual noticia que se vivía afuera de su clase, siendo Víctor el protagonista; incluso también se preguntó qué había hecho esta vez.

Al llegar, se sorprendió de ver el cuadro que mostraban Sol y su amigo, y cómo era que ella no se dignaba a dirigirle la mirada, pareciendo incluso que cerraba sus oídos a las arrepentidas palabras del joven. No obstante, lo que terminó por hacer añicos la resolución de Derek de continuar castigando a su amigo, fue lo que este hizo a continuación. Víctor, despojándose de todo signo de orgullo y de la dignidad que el apellido Montenegro le confería, se inclinó hasta que sus rodillas tocaron el suelo, humillándose delante de decenas de pares de ojos, esperando ahora sí tener la atención de la joven Flete, al tiempo que volvía suplicarle:

—Siento muchísimo haberme comportado como un niño, Sol —dijo con voz temblorosa—. Sé que fui muy inmaduro y hasta me arrepiento de haber insultado al nuevo Steve Jobs. Por favor, perdóname.

Sol finalmente lo miró, pero sus ojos fueron como dagas de hielo que atravesaron su cuerpo sin piedad, llenándolo de una frialdad indescriptible, siendo su voz al hablar mucho más gélida.

—¿Tanto así lo sientes? —inquirió ella, escéptica—. Entonces discúlpate con Aldo de la misma manera como lo haces conmigo. Si no puedes, yo tampoco no puedo perdonarte.

Y zafándose del agarre de Víctor que no había disminuido para nada, ingresó al salón. La campana sonó y por un momento, a los oídos del rubio, esta fue como si se tratara de su corazón que caía sin misericordia al suelo, haciéndose pedacitos, y no fue consciente de que los demás comenzaron a ocupar sus salones, ni de que él seguía arrodillado, hasta que una gentil mano lo sujetó por el hombro y lo apretó suavemente en un intento por consolarlo. Víctor alzó sus cristalinos grises ojos, enfocándolos en Derek, quien lo miraba compasivo, y por primera vez desde que se conocían, el pelinegro lo vio llorar.

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