Y ASÍ COMIENZA TODO

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Suena el despertador. ¡Maldito engendro del mal! ¿Por qué tiene que sonar tan pronto? Vale, que yo lo puse a esa hora, pero tenía la esperanza de que se le olvidara sonar o algo así.

Pero no, tiene que sonar. Intento apagarlo con los ojos cerrados y seguir durmiendo un ratito más, pero no está.

Espera ¿por qué no está? Me levanto de golpe y recuerdo que lo dejé al otro lado de la habitación para no hacer exactamente lo que tenía pensado hacer. A veces me odio.

Cuando por fin decido salir de mi querida cama son las 6:10, diez minutos para levantarme. Voy mejorando. Con una sonrisa de triunfo me dirijo al baño. Normalmente me habría levantado una hora más tarde, pero hoy no. Hoy quiero que sea un día especial desde el primer momento. Gracias a que aún estoy medio dormida no veo el mueble y me doy de narices contra él. Llego a la ducha sin ningún incidente más ¡gracias a los cielos! Y me ducho. Cuando salgo me seco el pelo y me lo aliso, y me maquillo. Un poquito de sombra de ojos, un brillito y lista.

No me gusta maquillarme y mucho menos para ir al instituto pero mi mejor amiga, Ruth, me ha amenazado diciendo que si no lo hago, nadie se va a fijar en mí, y si nadie se fija en mí me voy a quedar sola, y si me quedo sola ella se va a tener que hacer cargo de mi porque es una amiga increíble y bla bla bla. Ruth siempre encuentra la manera de echarse piropos encima.

Saco unos vaqueros claros, demasiado estrechos para mi gusto, una camisa con estampado de flores algo corta y me pongo una chaqueta encima.

Bajo corriendo a la cocina donde me encuentro con mi madre, que está preparando el desayuno.

Mi madre es una mujer increíble, pero no nos parecemos en nada, mientras que ella tiene los ojos marres y una media melena negra yo soy más rubia y ojos verdes. Ella mide un metro setenta y yo apenas paso del metro sesenta. Aunque no me puedo quejar.

Me acerco a ella y la doy un beso, pero ella me agarra por el cuello y me da un gran abrazo que me deja sin oxígeno.

-¡Felicidades mi niña!- grita llena de emoción.

Mama me pone una pequeña tarta de chocolate con una ¿vela? En serio mama y encima de Mickey Mouse. La miro con cara de interrogación, a lo que ella responde aun con una sonrisa más grande.

-Lo siento cielo, pero solo tengo velas de Teo.

Mateo, o Teo, es mi hermano pequeño, solo tiene siete años y es el consentido de la casa.

Termino de desayunar y voy por mi mochila, mamá me espera en la entrada. Cuando voy a salir ella me para y me mira de arriba abajo.

-Tienes que dejar de ir de compras con Ruth.- Dice, y sale de casa. ¡Por una vez estoy de acuerdo con ella! Como tenga que aguantar otras cuatro horas más a Ruth obligándome a probarme ropa de tres tallas más pequeñas me voy a volver loca (más de lo que estoy ya) y encima voy a terminar echando el hígado.

Sonrío para mí misma y entro en el coche. Nos dirigimos a casa de Ruth, ya que una vez nos lleva ella y otra nos lleva Gema, la madre de Ruth. Este año estamos en segundo de bachiller, el último. ¡Por fin! Pensé que nunca llegaría el día.

Llegamos a una casa de dos pisos, de ladrillo visto, ventanas y puerta de color marrón y un precioso pequeño jardín del que Gema está orgullosísima. La verdad es que la casa de Ruth es una monería. Su madre es arquitecta, asique de vez en cuando le hace algunos arreglillos.

Mama toca la bocina y medio segundo más tarde sale Ruth como alma que lleva al diablo y se mete en el coche.

Me abraza por detrás como puede y me da un beso. Me coloca dorada con un lazo rosa en el regazo a la vez que empieza a cantar, bueno mejor empieza a gritar:

PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora