Alicante

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"Dile adiós a todos tus amigos, te extrañarán cuando esto suceda"

IMAGINE DRAGONS


A la salida del sol, todos bajaron a desayunar y esperar a que Katrina llegara para que les abriera un nuevo portal hacia Idris. Había más brujos aparte de Katrina, pero era cierto que a ella le tenían un gran cariño y era por eso que pedían sus servicios y de paso la ayudaban económicamente.

Sabían que esperarían un buen rato, no podían abrir múltiples portales hacia Idris, ya que La Clave tenía que controlar el acceso a Alicante. Mientras, todos checaban que nada se les olvidara. No llevaban demasiadas cosas dado a que en el Instituto tenían cosas provisionales a las de su casa en Idris.

Germán se encontraba platicando con Romina, estaban muy animados, riéndose a carcajadas, y eso disgustaba mucho a Mauricio y a Fernanda, quienes los veían de lejos, ambos con los brazos cruzados. No podían disfrazar su enojo, y eso todavía los enfurecía aún más. Estaban sentados en los primeros escalones que daban hacia el lobby, y Germán y Romina se encontraban recargados en una columna cercana a la puerta principal.

—¿Qué no ibas a hacer algo respecto a Romina? —le preguntó Fernanda a su primo, entre dientes esperanzada a que nadie lograra escucharla.

—¡Qué quieres que haga! —le respondió Mauricio de la misma manera—. Tú inútil está todo el día con ella, solo escucha que bosteza en las mañanas y ya está esperándola afuera de su cuarto.

Fernanda volteó a ver a su primo, el cual también la miraba. Mauricio le lanzaba miradas a Fernanda haciéndole entender que no sabía porque lo miraba.

—En serio, ¿seguro que eres un Arteaga? —Mauricio asintió con la cabeza—. Porque no se nota...

—Un Arteaga no se deja subordinar, un Arteaga es un líder... —dijeron ambos al unísono, y rieron por lo bajo.

Habían recordado las palabras que su abuelo Gustavo les decía una y mil veces cuando veía que sus nietos no eran escuchados dentro de sus grupos de cacería. Ahora era eso lo único que tenían de él, ya que su abuelo estaba muerto a causa de una cacería que había salido mal.

—¿Recuerdas cómo te decía el abuelo? —preguntó Mauricio.

—¡Oh, cállate! Hoy en día aún me disgusta que me digan así... De hecho nadie lo sabe de aquí, y quiero seguir manteniéndolo en secreto, ¿de acuerdo "muchacho ojalata"?

—Ja, ja, ja, ¡muy chistosa! —respondió su primo, mirándola con hastía.

A Mauricio tampoco le gustaba recordar cómo le decía su abuelo. Le decían muchacho ojalata por tener de pequeño los dientes en amalgamas del color del aluminio, y su abuelo, (conocido por ponerle apodos a todo al que conocía) le decía así por recordarle al robot de ojalata de "El mago de Oz".

Pedacito de carbón... ¿O cómo era? —preguntó reflexivo—. ¡Ahhh sí! —recordó, y Fernanda le llevaba las manos a la boca para que no lo dijera en voz alta—. Mi carboncito...

—Te odio.

—¿Crees que el abuelo estuviera orgullosos de nosotros en este momento?

A Fernanda le había caído como patadas en el estómago esa simple pregunta. ¿Estaría su abuelo orgulloso de ella al saber que servía ahora a Sebastian Morgenstern? No... No estaría para nada orgulloso de mí, pensó de imediato Fernanda. Recargó la cara en sus piernas, a la vez que abrazaba sus piernas, se había cohibido, y con honestidad no quería contestarle a su primo Mauricio.

Cazadores de Sombras: Ciudad de los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora