Capítulo Uno

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Su mundo estaba envuelto en las sombras de su pasado; pero nunca lo demostró, por lo que todos pensaban en ella como una joven humilde, honesta, tímida y feliz.

En realidad, ella tenía un alma oscura. Era una persona hecha de ira, envidia y mentiras. Vivía maldiciéndose a sí misma por cada una de las decisiones que había tomado en su vida.

Por ello, por una necesidad de sentirse aceptada, encerraba su alma en un camafeo que escondió en algún lugar que nadie conocía. Así, era capaz de sonreír a los demás.

En invierno, cuando la nieve bañaba las copas de los árboles, ella salía a dar una caminata por el bosque todos los días. Decía que la relajaba.

Un día cualquiera, en medio del bosque, escuchó un caballo acercarse. Como no quería que perturbaran su calma, tomó otro camino; pero al rato volvió a escucharlo, como si la estuvieran siguiendo. Sin embargo, ella pensó que esta opción era imposible. Decidió seguir caminando; seguramente el jinete la pasaba de largo.

-¡Disculpa!

Se volvió para ver a un muchacho cabalgando hacia ella. Parecía de su edad y era apuesto, majestuoso de ver; pero sus ojos verdes y la sonrisa en su cara no reflejaban otra cosa que soberbia. Además, cabe resaltar algo que a la joven le pareció muy extraño: llevaba el escudo de la familia real.

Entonces ambos se dieron cuenta de que se estuvieron escrutando demasiado tiempo sin decir nada, evaluándose el uno al otro.

-¿Hacia dónde llego al pueblo?

Ella señaló la dirección contraria sin decir nada, pero el joven no se movió un pelo y se la quedó mirando.

-¿Qué hace una joven como usted en medio del bosque?- preguntó, sonriendo mezquinamente.

La joven pueblerina tenía un muy mal presentimiento, y de todas formas sonrió y se encogió de hombros.
Eso sí, metió una mano disimuladamemte en su bolso, donde sus dedos se cerraron alrededor del cuchillo que siempre llevaba por si se encontraba con un animal tan despreciable como aquel.

-¿Cuál es su nombre?

-Edith.

-Un gusto conocerla. Mi nombre es Alexander.

-El rey.

Alexander sonrió.

-¿Le apetece visitar mi palacio? Desde que mi familia murió me he sentido un poco solo en un hogar tan grande.

-Lo siento mucho... tal vez en otro momento.

-¿Cuándo es "otro momento"?

Edith dudó.

-Tengo... que volver a mi casa a preparar la cena- se excusó, alejándose repentinamente.

Para su asombro, el príncipe no la llamó ni la siguió; pero no pensaba mirar hacia atrás.

The Evil King & The Heartless PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora