Capítulo Dos

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Alexander despertó de su pesadilla con un grito ahogado, y se encontró a sí mismo en su enorme y oscura habitación. Las sábanas estaban revueltas y el sudor recorría su frente.

Pero lo único que veía era sangre frente a sus ojos. Sus seres queridos siendo degollados y mutilados. La ira y el llanto se atoraron en su cuello al punto de ahogarlo en pena. Iba a vengarse de lo que les había pasado.

De pronto recordó a la bella joven con la que había hablado el día anterior cuando estaba cabalgando en el bosque.

Su consejero irrumpió en su habitación.

-Buenos días, su majestad, ¿necesita
...?

-Mande a buscar a una campesina llamada Edith y tráela al palacio- interrumpió, sin mirarlo.-Es del pueblo a las afueras, en el bosque. Es delgada, pálida, con pelo negro, ojos grises... tiene una cicatriz en el hombro.

El viejo lo miró confundido.

-¿Para qué?

-¿Desde cuándo usted es tan curioso?

El consejero se peinó la larga barba con los dedos, pensando, hasta que contestó:

-Como ordene.

Un rato después, él ya estaba sentado en su trono con expresión seria e inmutable, escuchando las palabras de un duque que lo había citado para hablar de negocios. El hombre no dejaba de hablar sobre la muerte de sus padres y de como se alegraba del aumento de la economía del pueblo desde entonces.

-Su Majestad- dijo su consejero en voz baja.- ¿Cuándo se va a vengar de estas personas?

A Alexander se le pusieron los pelos de punta.

-Son solo sucios egoístas- siguió diciendo el viejo.- Nunca les importó el bienestar de sus padres. Gracias al odio que tenían hacia el rey y la reina, ellos ahora están muertos. Ahora que no están, están más felices que un niño con un dulce. Son unos traidores... debería hasta matarlos.

Las manos de Alexander se aferraron al trono como si así pudiera evitar que se lo arrastrara a la locura.

-¿Majestad?- inquirió el duque, advirtiendo su estado.

Alexander sonrió.

-No es nada. ¿Le apetece comer hoy en el palacio?

◈◈◈

El duque no tardó en caer inerte apenas tragar el dulce vino.

-Antoine- dijo Alexander, mientras su consejero ya estaba arrastrando el pálido cadáver fuera del comedor.

-¿Sí?- preguntó él, deteniéndose.

-No sé si podamos seguir así mucho tiempo. Si empiezan a sospechar, terminaré como mis padres.

El viejo arqueó una ceja.

-Para eso quiere a la joven, ¿verdad?- Alexander no respondió.- ¿Va a usarla para que mate gente por usted? ¿Cómo piensa hacer que ella le obedezca?

Alexander contestó con una sonrisa, que el consejero le devolvió antes de cerrar la puerta con el cadáver sobre los hombros.

The Evil King & The Heartless PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora