Compartido

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La noche había sido larga para Marcos e Isaac, pues siguieron disfrutándose mutuamente; el pelirrojo se mostró más complaciente, sensual y algo posesivo, entreteniéndose largo tiempo degustando la piel de su amigo, marcando la misma con insistencia, mientras se movía sobre el cuerpo del castaño; obviamente el niño sabía de antemano como envolver bajo su encanto a cualquiera, quizá por la influencia de Uriel, pero en el momento, eso no importaba, solo el hecho de disfrutar y satisfacer el deseo que los envolvía a ambos.

Antes de dormir, Marcos tuvo que encender el celular de Isaac para poner la alarma, necesitaba que sonara media hora antes de lo que normalmente se despertaban sus compañeros de habitación, pues debía regresar a la habitación compartida a asearse; apenas terminó de colocar la alarma, el celular sonó, era una llamada y en la pantalla decía el nombre de Uriel. Isaac entreabrió los ojos, le arrebató el celular a Marcos y colgó la llamada, movió sus dedos rápidamente y colocó el modo 'avión' para no tener recepción, a pesar de que el aparato siguiera encendido, devolvió el celular al castaño y volvió a acomodarse sobre su pecho. Esa simple acción hizo inmensamente feliz a Marcos.

La alarma sonó después, no había pasado mucho tiempo, la mano del castaño se movió; se sentía cansado y con pocas ganas de levantarse, pues, en ese momento se encontraba a gusto en el lugar y, especialmente, con la compañía. Isaac dormía plácidamente, descansando sobre el cuerpo de su amigo y, con ello el castaño se sentía pleno.

Marcos dudó por un instante, se movió lo suficiente y besó la cabellera roja que estaba despeinada sobre su hombro, era agradable para él, sentir la calidez que desprendía el cuerpo desnudo del pelirrojo tan cerca, pero debía levantarse – Isaac... – llamó con suavidad – tengo que irme... – anunció.

El pelirrojo se removió y entreabrió los ojos – ¿tan... pronto? – bostezó y se restregó contra la piel de Marcos.

-Sí, ya es tarde – sonrió el castaño, ver al pelirrojo al despertar, para él, era una visión encantadora.

-Está bien... – susurró el ojiverde, se incorporó un poco y se movió hasta llegar al rostro del castaño besándolo con algo de pasión – siempre da los buenos días al despertar – dijo con una sonrisa.

Marcos sonrió ante esa indicación, sujetó al ojiverde del rostro y volvió a besarlo – Buenos días... – se relamió los labios – no lo volveré a olvidar, te lo aseguro...

-Eso espero... – Isaac acarició el rostro de Marcos, perdiéndose en los ojos avellana de su compañero; tenía que admitir que era atractivo, demasiado, y, además, era un buen amante, tal vez no tan experimentado cómo Uriel, pero le había fascinado estar a su lado, quizá, porque Marcos lo quería y esa simple cuestión, hacía que todo fuera más que simple sexo, cómo había planeado en un principio.

El castaño se alejó de Isaac, después de dar otro beso fugaz, poniéndose de pie, buscando su ropa, la cual había quedado regada en el piso, junto con la ropa del menor.

-Marcos... – Isaac se había acostado de lado, cubriéndose con las cobijas casi hasta el rostro, observando a su amigo.

-¿Si? – preguntó el castaño mientras se vestía.

Isaac mordió su labios, dudando en preguntar – ¿Te molestarías si...? Bueno si – buscó la mirada de Marcos, quería ser sincero – "Pruebo" – dijo casi en un susurro la palabra – cómo dijiste...

Marcos suspiró, le molestaba sí, pero no podía exigirle nada a Isaac, el mismo, en la noche le dijo que estaría ahí aunque tuviera que compartirlo – ¿con Sergio y Jorge? – preguntó sin mirar a Isaac.

-Sí... Si ellos quieren, claro...

-¿No te gustó lo que hicimos? – preguntó con un poco de dolor mirándolo de soslayo.

Eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora