Capítulo 4: "Una torre de París"

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Ulrich caminaba cabizbajo. Volvía a tener frío. La noche se apoderaba nuevamente de las calles de Torre de Hierro y la música de sus auriculares no conseguía despreocuparle, pese a que tenía el volumen a un nivel atroz.

Hacía años que el chaval no pisaba esta ciudad. Estuvo más de cinco años en Londres estudiando derecho. ¿Quién lo diría? ¿Ulrich Stern estudiando derecho? Las personas cambian, y los padres mandan. Ese era su gran problema. Walter era su problema.

Como hijo, Ulrich no se había ganado la medalla de oro, pero es que su padre no habría pasado la primera fase.

Un hombre de negocios, con un genio corto que le restregaba a su hijo cada fallo, que le impedía realizar sus sueños y obligaba a ser perfecto. "Nadie es perfecto..."

Ulrich había vivido su infancia y parte de la adolescencia, aquí, en Torre de Hierro. Era su hogar. Se sentía vivo.

Alzó la mirada al frente mientras apartaba su corto flequillo rebelde y así poder ampliar su campo de visión. Sabía dónde estaba. Sacó sus frías manos de los bolsillos de la chaqueta y rozó, cómo quién acaricia un arpa, unas grandes verjas metálicas. "Cuánto tiempo..."

Hacía dos días que había vuelto a la ciudad, dónde se encontraría con su padre. El plan de Walter era que su hijo fuese con él, buscarle un puesto de trabajo en su empresa

donde pudiese tener un buen sueldo y un horario decente, pero Ulrich detestaba la idea de trabajar con su padre y aún más el hecho de que fuese él quién le encontrara el trabajo.

Ahora su padre tenía una reunión importante con un tal David Bonette. Ulrich no conocía de nada a ese hombre, pero debía de tener bastante dinero, como todos los amigos de su padre.

Dejó de pensar en su padre e intentó echar un vistazo dentro del recinto, pero las verjas metálicas le impedían ver con claridad. Era Kadic, su antiguo colegio. Allí había vivido mil aventuras junto con sus amigos, Jeremie, Aelita, Odd y Yumi. Su rostro se entristeció. Hacía sobre una década que no los veía. Alguna vez había llamado a Odd, pero no mantuvieron conversaciones muy extensas. Sabía que le iba bien, igual que a Jeremie y Aelita por París, pero.... ¿Y Yumi?

Se escuchó un sonido metalizado. Una puerta se abría y Ulrich se giró instintivamente para ver de quién se trataba. Un chaval de cabellos oscuros con rasgos asiáticos miraba a ambos lados de la calle, vigilando sus espaldas para asegurarse que nadie del colegio le viera escaparse. Ulrich no pudo evitar acercarse a él con una sonrisa:

-¡Niño! ¿Qué haces a las diez de la noche saliendo del colegio? –le preguntó con aire vacilón.

El chaval de unos dieciséis años escondió unos papeles tras su espalda y le respondió a Ulrich de forma seca y contundente:

-Nada. –dio media vuelta e intentó escapar, pero el joven lo cogió del brazo por la fuerza, llevándolo hasta él sin esfuerzo alguno.

El chaval asiático intentó liberarse a la fuerza, pero sin resultado. Miró al veinteañero con rabia en los ojos, pero al mismo tiempo, empezaba a tenerle miedo.

Ulrich le soltó y metió su mano por la espalda del chaval, dejándolo inmóvil. "Este tío sabe de verdad..." pensó el pequeño. Sabía que el chiquillo de escuela escondía algo, y así era. Cogió los papeles al vuelo y los ojeó con rapidez.

-Así que... ¿Pretendes aprobar robando los exámenes a Hertz?- dijo Ulrich riéndose a carcajada limpia.

-No, yo... No lo entenderías. –contestó mientras se le encendían las mejillas por la vergüenza.

-Mira. –le dijo mientras disponía su mano en el hombro del pequeño- Hertz nunca repite un examen, y siempre los trae el mismo día para evitar este tipo de cosas.

"Luchando hasta al final..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora