Capítulo V: Reflejos

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Cuando la lluvia comenzó a manchar todo en la ciudad de ese transparente y brillante tono, la masa de gente que, soporífera y marchante, ensuciaba el pavimento con su vacía humanidad, se transformó en un desfile de hongos de los más diversos colores; aquellos incautos que no consideraron los posibles chubascos de ese día, corrían raudos por entre los transeúntes. Un perro con pelo entre su agua, llegó a cobijarse a un umbral, junto a un anciano vagabundo, que tiritaba de frío, anónimo entre las miradas egoístas y auto indulgentes de los peatones.

El asonante concierto que las gotas generaban en el techo de las edificaciones pasaba desapercibido para Omar, que con un auricular en cada oído, amortiguaba la tóxica presencia que sobre la urbe se cernía, con sus gritos, bocinazos, ruedas, motores, atropellos, y sirenas.

Cruzaba el centro de la ciudad, en su uniforme húmedo e imperceptiblemente desteñido, con un paraguas promocional de una cadena de servicentros sobre su cabeza.

Era un joven de 19 años volviendo a su hogar - había reprobado un curso en el instituto, por lo cual un año más se había agregado a su sentencia; pero, afortunadamente, ya estaba a punto de cumplir su condena en ese malamente llamado 'templo del saber'.

Su mueca podía aparentar indiferencia, o incluso una violencia indiscriminada contra la masa popular que le envolvía, pero la verdad, es que bajo ese semblante agresor su mente ocultaba una maraña de sentimientos. Y sobre todo preocupación; el sueño que había tenido la noche anterior le consumía. Pero lo que más le atormentaba era lo que sucedió en la cuarto de baño.

¿Había realmente aparecido Sara, su novia, desaparecida - y por lo que sus ojos incrédulos le mostraron, presuntamente difunta - anoche en su casa? Sus manos, frías y muertas, rodeando sus labios, y arrastrándolo a la penumbra. Y ese ojo gris y desorbitado, escrutando todo lo que se encontraba en la habitación; ¿Qué había sido?

Estaba completamente seguro que no había sido solo un sueño; en la mañana, al salir de la ducha, había hallado el encendedor tirado en el piso, junto a la base del lavamanos. No, podía ser una alucinación, un efecto especial, una ruptura del espacio-tiempo, e incluso humo y espejos, pero sin duda alguna, él había estado en ese baño, mientras sus vecinos se ponían ebrios y felices, y era muy probable, que su novia también. Aunque aún no tenía del todo claro cómo.

Su pie derecho se encontraba en otras cavilaciones en ese momento, pues de pronto, se halló besando el pavimento, totalmente empapado; había caído directamente en un charco de agua, al tropezar con la solera.

Allí, reducido a un bulto mojado y avergonzado, se quedó un par de segundos, meditando la manera más óptima de ponerse de pie. Finalmente, de vuelta en sus pies, ayudado por un alma caritativa, se inclinó para recoger su paraguas.

Por fin en casa, se halló sólo, mientras su madre estaba trabajando. Se cambió de ropa, y colocó, frente a la precaria estufa a parafina, la ropa mojada.

Junto al fuego, y con los cabellos aún mojados por el rocío furioso que afuera se alzaba, se recostó en el piso; el único lugar en el cual el aura maligna y fría de lo que hacía unas horas se había arrastrado por ese piso, por ese pasillo, y había contaminado con su olor a muerte y a óxido todo el sitio; su madre en la mañana no lo notó, pero el aroma que el ojo solitario despedía en las sombras permanecía incluso luego de toda una noche.

Pocas veces había sentido esa peste. Y le traía recuerdos de eras pasadas, de una infancia olvidada; la memoria a largo plazo respondía ante el estímulo con imágenes; había sido hacía casi seis años - al igual que 3 decenios en el pasado -; un horrible terremoto hizo de las suyas y azotó las calles y los edificios del país. La destrucción se expandió como lepra sobre las construcciones; hospitales, comisarías, empresas, y sobre todo iglesias, se vieron fracturadas, e incluso demolidas, por la furia de los titanes subterráneos.

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2015 ⏰

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