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Hace un año exactamente que la vida ha perdido el sentido para mi. La única persona que había estado conmigo se ha marchado. Me dejó y no la culpo.
Ayer dejé de tomar las pastillas para la esquizofrenia. Es un verdadero alivio, la verdad, tengo sensaciones reales. Ya no me siento dopado.

Hoy me ha pasado algo muy raro.

Estaba en mi cuarto. Todo estaba desordenado. Hace días que siento este vacío en el pecho. Me sudan las manos y me siento ansioso.

Tenía tanta rabia acumulada después de haber hablado con ella.

Habíamos tenido una conversación por chat, típico de jóvenes de nuestra edad.

No nos vemos desde hace mucho tiempo, aunque recuerdo esa última vez.

Íbamos en un bus de regreso a casa. Ella me tomaba de la mano. Su cabello ondulado bailaba con el viento que se colaba por la ventana; ese castaño hermoso y sus ondas que la vuelven una chica de estilo salvaje, libre. Sus ojos pequeños y rasgados te hacen mirarlos por curiosidad y logran atraparte, te tienen preso de ellos, casi sientes que puedes ver más allá.

Su piel es tersa, suave y delicada; como si fuera una muñeca de porcelana.

Íbamos hablando de trivialidades. Yo hacía mis observaciones tontas y mis chistes sin gracia que generalmente le robaban una sonrisa y se iluminaba hasta la penumbra más oscura.

De vez en cuando nos dábamos un beso. Mi corazón se aceleraba cuando sus labios se aproximaban a mi rostro y cuál navegante inexperto me perdía en el océano de sus labios.
Aún recuerdo el olor de su perfume y el sonido de su voz.

Bueno, basta ya de ese recuerdo.

Esta vez estaba en mi cama, pensándola devotamente como vengo haciendo desde hace mucho.

Entré en una especie de trance, un letargo, y sentía que me desvanecía. Todo se iba apagando, la oscuridad se apoderó de mi habitación y no sentí miedo. Sentí una paz casi inexplicable.

Intenté abrir los ojos, con fuerza, una y otra vez.

Cuando pude hacerlo me encontraba parado en una plaza muy bonita aunque desconocida para mí. Árboles frondosos y un piso con adoquines perfectamente ordenados. Más allá un camino un poco rústico y bancas vacías. Me llamó la atención una pileta enorme y muy poco común de ver en el país en el que he nacido.

Me acerqué a ella y me quedé mirando el agua. Todo era tan tranquilo. Ese atardecer, el agua corriendo frente a mí, la brisa que llegaba cálidamente. Estaba sólo, o eso pensé, cuando de pronto, de la nada, una voz un tanto grave rompió el silencio del paisaje.

–Bonita pileta, ¿eh?

Giro mi cuerpo hacia de donde venía la voz. No estaba tan lejos y la persona que me había hablado era un hombre. Prácticamente teníamos la misma estatura. Su forma de vestir era muy parecida a la mía; llevaba unos jeans pegados, una polera larga con la capucha puesta que no dejaba que se note su cara, unas  Chuck Taylor como las que yo usaba. Todo estaba siendo demasiado raro, pensé.

–Es un lugar bonito, pero no entiendo nada.

De inmediato pensé que era un sueño y que pronto despertaría.

–Es más que un sueño, Adam.

Su voz seguía siendo grave, pero confiable a la vez. Me sorprendió que me respondiera de esa manera, como si hubiera leído mi mente.

–Ya... ¿Quién eres tú?

El chico dio unos pasos más hacia donde estaba y respondió

–Soy Adam, zoquete.

Creí saber que era lo que pasaba. Estaba en una especie de trance,hablando conmigo mismo. ¿Mi conciencia? Quién sabe. Ni yo sabía que tenía una.

–Entonces, ¿Tú también sientes lo  que yo?

Esta vez se quitó la capucha. Era idéntico a mí, solo que con el cabello más largo.

–Yo me siento bien
Y sonrió amablemente.

–¿Cómo es que puedes sentirte bien si yo me siento como una basura?

–¿Por qué esa actitud? No tienes que sentirte algo que no eres.

Esta vez no entendía nada.

–Sabes que la extraño, que no hay un miserable día en el que no despierte con su recuerdo en mi mente, que no cierre los ojos y sienta que la tengo frente a mi.

Él me miró como entendiendo cada palabra que le decía.

–Ya. Es que la vida es así. No tienes que matarte de a pocos solo porque no la tienes contigo.

No era posible, maldita sea. Mi propia conciencia no entendía el porqué de mi dolor.

–No entiendes ni mierda.
Sea lo que fuera que estaba pasando, solo quería que acabase.

Avanzó un poco más y me golpeó con la mano, no sentí dolor, solo un leve ardor en la cara. ¿Es posible estar soñando y sentir dolor?

–Yo sé por la  que pasas. Que es la única que puede calmar y llenar ese vacío que se siente cuando te acuestas y no quieres cerrar los ojos por miedo a verla de nuevo. Adam, mira la realidad. Las cosas han cambiado ya. Nada es perfecto. Tienes que empezar a vivir. Olvida tu rabia. El dolor es pasajero.

Por alguna razón sus palabras tenían sentido. Yo me había resignado y cerrado a cualquier otra posibilidad. de la persona que era antes ya no quedaba nada.

–Solo quiero que las cosas sean como antes.

Él volvió a mirarme.

–Las cosas ya están hechas. Nada cae del cielo. Si quieres que algo cambie, deja de seguir haciendo lo que haces.

Estaba en lo cierto. Había que recuperar fuerzas, superar este bache y caminar con la frente en alto.

De un momento a otro estaba en mi cuarto de nuevo. Las luces prendidas hicieron que me sienta un poco aturdido.

Lejos de extrañarme por esa experiencia insólita, sonreí sin razón. Sonó un mensaje de whatsapp.

Me acerqué a donde estaba mi teléfono móvil. Observé de quien se trataba y volví a sonreír. Era ella.

"Las cosas no han ido como las planeamos, pero siempre se puede volver a escribir una historia para no dejarla inconclusa, y quiero que seas tú el autor de los días más felices de la vida, y que se los contemos a todas las personas que nos quieren. Te extraño."

Iba a responder el mensaje y de pronto abrí los ojos de verdad. Estaba en mi cama.

¡Joder! Todo había sido un sueño.

¿Y si fuera cierto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora