18-Marlen, se llamaba Marlen

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La pregunta es: ¿Quiero que me reconstruya o estoy mejor rota?

No lo sé, pero ahora creo que él es lo único que quiero. Puede que suene raro pero él, el chuco que me acaba de destruir con una simple frase es capaz de ayudarme con solo un abrazo.

-No Abraham, no soy fuerte. Nunca lo he sido.-suspiro y sollozo a la vez mientras mi cabeza sigue hundida en su pecho.

-Me lo puedes contar sabes. Estoy aquí, no solo huy sino hasta que tú quieras que este.-dice agarrando mi cara entre sus manos mientras con sus dedos pulgares limpia las lagrimas que recorren mis mejillas.

-Yo... yo tenía una hermana mayor...- su dedo índice se coloca en mis labios en el momento justo en el que un sollozo iba a salir de ellos.

Mis ojos buscan los suyos en un intento fallido de dejar de llorar. Hasta que los encuentran. Y se quedan ahí. Siento sus manos tirando de las mis y obligando a mis pies a desplazarse. Se sienta de una manera extraña en el sofá dejando un hueco para mí entre sus piernas. Sitio que ocupo, apoyando mi espalda en su pecho, y siento su respiración en mi oreja.

-Te escucho.-susurra en ella.

-Marlen, se llamaba Marlen. ¿Recuerdas cuando te grite porque se te cayó una de las fotografías de mi habitación?

-Sí.

-La pequeña es Sara, cuando tenía 4 años. Esa foto se hizo dos años antes de que mi hermana muriera.-de nuevo otro sollozo escapa de mis labios.

El besa mi cuello para intentar tranquilizarme.

-Marlen tenía 16 años, fue en un accidente de moto. Ella venia para llevarme a casa de una amiga. Nunca llego.-las lagrimas recorren mis mejillas.

-Lo siento, pequeña.-besa mi mejilla.

-Recuerdo lo último que me dijo: Te quiero enana.- una sonrisa de recuerdos llena mi rostro pero eso no evita que las lágrimas salgan sin sentido.

- Una semana después, Alicia, el único apoyo que había tenido hasta ese momento, salió del internado en el que íbamos, por motivos de trabajo de sus padres. Me quede sola, y mi hermana era demasiado pequeña para estar con ella. Y si te soy sincera llevaba 3 meses con un chico. Álvaro.-suspiro, las lagrimas han cesado y Abraham esta acariciando mi pelo.

-¿Qué paso con él?

-Mis padres sabían que yo salía con él, ellos creían que era un buen chico. Además de que les convenía porque el padre de Álvaro hacia muy buenos negocios con la empresa de mis padres. Lo que ni mis padres, ni sus padres sabían es que ese niño era un autentico gilipollas. ¡Abraham tenía 14 años! Y se había tirado a mas chicas que tú con 17.-digo agitando mis manos en el aire. Noto como el ríe en mi oreja.- yo pensaba que él podía haber cambiado... me equivoqué...

-¿Te acostaste con él?-dice y noto en su voz algo de ira.

-Lo intento, pero yo no pude.-suspiro.

De nuevo Abraham deposita un beso en mi cuello.

-Tiempo después me entere que mientras salía conmigo, se tiraba a medio instituto.

-Todos tus novios han sido personas que no te han sabido cuidar. - dice mientras sus labios se aproximas a los míos.

-O yo no supe ser como ellos querían que fuera.

-Nunca, nunca tienes que cambiar por alguien, si no le gustas no pasa nada. Todos somos la mitad de algo, y todo algo tiene su mitad.

-¿Y si yo soy la mitad impar de algo?

-Yo seré la mirad que te falta.

Sus labios buscan los míos y por primera vez quiero esto, quiero sus labios, su lengua, su boca.

Muerdo su labio y me obliga a levantarme para de nuevo sentarme de manera que mis piernas se enrollan en su cadera.

-No muerdas.-dice y junta sus labios con los míos.

Me separo suavemente.

-¿Me das una razón?-muerdo otra vez su labio.

-Que me pone demasiado.- me muerde el cuello dejando seguro alguna que otra marca.

Levanto su cabeza y beso la comisura de sus labios.

-¿Hacemos una cosa?-dice y da un casto beso en mis labios.

-Venga.-respondo y repito su gesto.

-Haber, quien provoca más a quien.- frunzo el ceño.

-¿Cómo?- pregunto sin entender su propuesta.

Con un golpe sencillo y certero, me deja acostada en el sofá y con su cuerpo sobre el mío, pero sin que el mínimo peso de él caiga en mí.

-Que me enseñes que saben hacer esos labios.-dice y me besa.

Beso que yo sigo sin dudarlo, y sé que sus labios son igual que los míos pero son un universo. Y encajan a perfección con los míos. Y nunca lograre entender porque causa esta sensación en mí.

Que con solo un gesto puede cambiarme, ¿Seré yo la rara? Por no haber sentido nunca algo así.

Que cuando su lengua roza la mía, so hay destino, no hay dolor, no hay risas y que en este mismo instante no hay nada que no seamos él y yo.

Que sigo siendo la misma ruina de antes pero que esta vez ha venido alguien para disfrutar de lo que esta ciudad perdida y con mil y un defectos puede ofrecer.

Siento que sus labios se despegan de los míos y no siento el calor de su cuerpo contra el mío.

Abro los ojos como acto reflejo pero su cuerpo se ha desplazado a la cocina.

-Venga, mañana tienes un examen y no puedes suspenderlo.-dice en tono mandón.

-¿Enserio?-pregunto incrédula a su reacción.

-Me ves con cara de estar bromeando.-dice y esborra una sonrisa.

-Que coste que esta te la devuelvo.-digo en tono amenazante.

Me levanto del sofa y subo delicadamente las escaleras moviento o, intentado mover el culo para que se fije.

-Esos pantalones son demasiado cortos.-dice cuando llego a lo alto de la escalera.

-Te hubiera dejado que me los quitarás.-le digo.

Desde este piso no veo su cara pero puedo jurar que esta sonriendo.

Me meto en mi habitación y sin concentrarme mucho me aprendo el examen de mañana.

No tengo hambre así que pongo mi móvil a cargar y ignoró las muchas notificaciones que tengo.

Recuesto mi cuerpo sobre la cama. Y pienso en todo. En Marlen, lo que pensaría ella si esgubiera aquí. En Ivan, el muy traidor. Y en Abraham, el dueño de mis fantasías.

Mios ojos se cierran y con ellos desaparece un nuevo día, otro día que estas ruinas han soportado en pie.

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