13-No quiero que me toques.

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- ¿Quien te crees que eres para hablar así?-dice Abraham a mis espaldas un gesto que me asombra.

-A ti qué coño te importa.-le responde este verdaderamente enfadado

-Ven aquí.-me dice Iván tirando de mi brazo.

-¡Ni se te ocurra tocarme con esas asquerosas manos!-le digo soltándome con fuerza.

Camino cabreada hacia Abraham. Subo en la moto y seguido de él. El motor de esta ruge. Abraham me da uno de los cascos y él deja caer el otro sobre su cabeza. Sigo sus pasos y la moto empieza a desplazarse primero con suavidad, para después hacerlo muchísima más fuerza.

En cuestión de minutos, llegamos. Aparca, se quita el casco, pero para mi sorpresa no lo guarda debajo del asiento, sino que lo lleva hasta el interior de la casa.

Abro la puerta y un dulce aroma me invade por completo, una dulce sensación que hacia tanto que no recordaba. Mis pies de mueven solos hasta la cocina donde una olla tapada descansa sobre la vitroceramica. Destapo con suavidad, una cantidad bastante espesa de humo azota mi cara. Arroz. Que rico. Sobre el mármol hay una especie de papel doblado. En la parte superior de deja ver el nombre de Abraham.

-Abraham, aquí hay una nota para ti. Le digo sosteniendo el papel entre mis manos.

Este deja el casco sobre la mesa junto con las llaves.

-Haber.-dice cogiendo el papel que le ofrezco.

Durante unos segundos observó cómo sus ojos recorren con cautela las líneas escritas a mano del trozo de folio. Por alguna razón mis ojos no pueden apartarse de él. No sé qué pasa, que me pasa.

-Vale, no es nada.-dice. Sólo es Esther, dice que nos ha dejado prepara la comida.

Saco dos platos del estante mientras el coloca los vasos junto con los cubiertos y la bebida sobre su querida isla.

Lleno los platos de esta suculenta comida y los coloco en sus respectivos sitios.

Me siento enfrente de él mientras sus ojos me persiguen. Antes de que el delicioso alimento roce siquiera mis labios, la música del móvil de Abraham me abruma los oídos.

-Es tu madre.- me dice mientras sostiene el teléfono.

-Coge lo.-le digo.

Este desliza su pulgar por la pantalla. Acerca el teléfono a su oreja.

-Si, dígame... Lo se... Todo tiene una explicación... Ayer su hija no se encontraba nada bien, al igual que esta mañana, así que he creído que era mejor que se quedase en casa hasta que le bajara un poco la calentura... No tranquila ha estado aquí conmigo en casa... No se preocupe... De acuerdo... Si... tranquila... Perdone por preocuparla... Ahora ya está perfectamente... Adiós.

Despega el móvil de la oreja, lo boquea y lo deja a su lado.

-Se ha enterado-suspiro.

-Si.-dice sin movimiento alguno.

Dejo que de varias cucharadas al plato, mientras un silencio bastante incomodo nos separa. Solo como la mitad de mi plato, pero él se lo ha comido entero.

-Y... ¿Qué te ha dicho?-digo después de recoger toda la mesa mientras meto los platos en el lavavajillas.

-Que a partir de mañana yo te lleve y te recoja del instituto.-dice.

Cierro el lavavajillas.

-Al principio quería que te quitara el teléfono.

Se acerca hacia mí y sus manos rodean mi cintura.

Mi NiñeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora