Cap.5.: ¿Más de cinco mil infectados? Estoy jodido.

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Yo me cago en el hijo puta que creó ese maldito bizcochito amoroso. ¡Ni la cocaína se distribuía más diariamente que esta mierda! Joder...

La verdad es que la cosa se ponía cada vez más y más agobiante. Madre mía, es que ni escondiéndome en lo más recóndito de la ciudad conseguía librarme, eran una maldita plaga imposible de erradicar.

Al final, tuve que refugiarme en el edificio más alto de la ciudad. No había ascensores, sólo escaleras, así que nadie subiría hasta la cima.

Robaba la comida de los dispensadores que había en esas oficinas, que eran puras porquerías pero... ¿Y qué? Se podían comer al fin y al cabo. Me daba igual todo, con tal de tener algo comestible que llevarme a la boca, me era suficiente.

Y no jodas, que era mirar por la ventana sigilosamente y era como vivir un apocalipsis zombie. Me daba el tiempo de conseguir tintar la ventana para que no me descubran. Un color azul marino mate que no pasaba mucha luz del sol. Y... Ay, qué divertido era verlos buscándome desesperados.

Me acomodaba en una hamaca a contemplar el espectáculo delante mío. Como no sé cuántos cientos de personas merodeando hasta en los cubos de la basura tratando de localizarme. Me echaba unas buenas risas pensando en lo muy idiotas que eran (y lo muy sorbido que tenían el cerebro).

Pero en un descuido... Se fue todo a la mierda y lanzaron una piedra a mi ventana, rompiéndola. Tuve que esconderme corriendo antes de que me pillaran. Y eso hice, corrí como puta a otro edificio con cristales tintados y parece que hubo suerte... Parece dije, no que hubo.

Porque esa zona no me acordaba de que estaba llena de muebles. Y claro, fue una odisea el entrar hasta dentro sin hacer ningún ruido. Pero lo conseguí.

Cuando volví a mirar por la ventana, me dispuse a contar aproximádamente cuántos engendros había y... Jodido jodido, como más de 5000 calculaba yo.

Vale, mejor me suicido, esto es un sin vivir.

No, no me suicidé (obvio). Pero juro que me sentí como si fuese carne podrida que ciertos carroñeros quisieran comerse para saciar su sed de sangre... O de amor. ¿Desde cuándo el amor es así de tóxico? Menuda suerte tengo en la vida, vaya.

Lo bueno de todo esto es que tenía unos diecisiete cuchillos y como dos rifles que conseguí robarme de una antigua tienda de armamento. Y no podía faltar el arma estrella: Un lanzallamas.

Sí, ya sé que la violencia no es una solución, pero... De una forma o de otra, habría que espantarlos. Y joder, ni venían ni nada, al final se me hacía aburrido.

Así que... Salí del edificio y comencé a ahuyentarlos con el escupefuegos ese. Y de esa forma, corrí como putita que soy y me fui a refugiar a otro sitio. En este caso, un búnker que había en el desierto de la ciudad.

Dios mío, qué cansancio tenía. Pero... Portaba un lanzallamas, bitches.

En fin, creo que por hoy suficiente información de lo que vino a ser lo que ocurrió cuando esta mierda se dispersó por la ciudad.

Ya si eso sigo otro día. Quiero dormir, putas.

Sinceramente... Las drogas inusuales son lo peor.

Epidemic Love (Metallica, Humor, James Hetfield)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora