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¿Quién querría tener algo que ver con él de todas formas? Sus amigos eran casi tan discapacitados como él, por eso tenía sentido que estuviesen a su alrededor ¿Sus padres? Idiotas. Idiotas que se empeñaron en hacerlo creer que era especial, pero todo lo que lograron fue criar a un chico introvertido, miedoso, y preso de su incapacidad.

Por estos motivos Harry agradecía vivir solo. No tiene que darle explicaciones a nadie cuando decide no salir de su apartamento en dos días, o pasar la tarde entera en una estúpida cafetería. Solo, siempre solo.

Como Harry no recibe consejos de nadie, crea uno para sí mismo. Uno que propone evadir la cafetería como solución a sus problemas.

Entonces pasa una semana antes de que Harry vuelva.

¿Por qué vuelve? Porque cree que ha pasado el tiempo suficiente para que ella haya olvidado ese episodio. Y porque en esa cafetería todos conocían de... Bueno, su discapacidad. Por lo que no habían preguntas ni nuevos procedimientos.

Todo sería igual. Todo tenía que ser igual.

Pero entonces Harry entra y frunce el ceño cuando encuentra su lugar ocupado. Y quiere echar a la persona cuyo rostro cubre un libro pero Harry no es ese tipo de personas. Así que solamente camina hasta la mesa más cercana a aquella.

- Te estuve esperando.

¿A mí? Harry se pregunta, frunciendo el ceño. Mira a la persona que estaba ocupando su lugar. Entonces reconoce la voz detrás del libro, los pies cruzados bajo la mesa y el suéter azul que llega hasta sus muslos.

- Bien, um - Ella se gira hacia él, y levantándose sin preámbulos, arrastra una silla y se sienta al lado de él  - Quizá no debería haberte reprendido de esa manera. Te asusté ¿Verdad? Sé que mis pintas eran horribles y que fui un poco impulsiva. Lo siento, de veras lo siento. Y me siento terriblemente culpable por ser la razón por la cual no has venido en una semana.

Esas son muchas palabras, y Harry solo puede mirarla y pestañear atónito.

- Es que... - Y por la manera en que sus pies comienzan a balancearse torpemente tocando los suyos, Harry se da cuenta que está nerviosa - Siempre te veo aquí, exactamente en el mismo lugar. Me miras cuando entro, cuando volteo y cuando me voy. Y yo... Um, solo tenía curiosidad. Probablemente lo estoy imaginando, olvídalo, solo vine a disculparme y no volveré a molestar...

Harry tiene que tomar su mano para evitar que se vaya. Ella se sobresalta un poco, sus labios se entreabren con sorpresa, pero enseguida se sienta de nuevo. Sus manos quedan enlazadas, y Harry siente que en cualquier momento comenzará a sudar.

Ella sonríe, avergonzada, y él encuentra el gesto adorable. 

Por unos segundos solo se miran con curiosidad, disparan sus ojos en otra dirección y se vuelven a encontrar.

- Así que... Mi nombre es Sammy ¿Cuál es el tuyo?

Pero él ya sabía que su nombre era Sammy, hacía una semana que Sammy era el único nombre revoloteando en su cabeza. 

Y como no está preparado para dejarla ir, Harry se limita a apuntar un póster de Harry Potter que cuelga en la pared. Y espera que ella no lo encuentre estúpido.

- Harry - Ella dice en voz alta.

Harry asiente al menos tres veces. 

- Eso es bueno, me encanta Harry Potter.

Él solo se encoje de hombros, porque la verdad es que Harry Potter sólo era para él, un buen tema de conversación para mencionar su nombre.

Pero había funcionado. Y Harry nunca sintió tanto cariño al tonto mago.

Ahora ella sabía algo de él. Por fin. Y no necesitó explicar su discapacidad para comunicarlo.

Antes de que el silencio vuelva a caer sobre ellos, Harry decide tocar el tema que tanto había pensado en las últimas semanas. Señalando con su dedo el suéter que Sammy lleva puesto, sonríe.

- ¿Te gusta? - Pregunta ella con la misma sonrisa, él asiente - A veces siento que lo sobre uso, pero sí, es un gran suéter supongo. 

Ríe. Y su risa es baja, corta, pero sincera.

- Y tú... ¿Tienes arte en tu cuerpo? 

Y Harry nunca creyó que una pregunta pudiese ser tan perfecta. Porque en sus fantasías mentales, esa era la pregunta que Sammy siempre le hacía.

Solo que este era el mundo real, y esto estaba sucediendo, y Harry se moría por mostrarle sus tatuajes.

Remangando el suéter negro que lleva puesto, Harry deja expuestos sus brazos bañados en tinta. Sammy no pierde un segundo antes de tomar su brazo derecho y llevarlo hacia ella. Harry se tambalea y mueve su cuerpo consigo y la cercanía le permite conocer algo nuevo en ella: Huele a fresas.

Por unos minutos, él se dedica a observarla y ella a observar su arte. La escena no podría ser más perfecta y Harry disfruta cada segundo de ello.

Esto es, hasta que ella arruga su nariz y frunciendo levemente el ceño pregunta:

- ¿Qué significa este?

Entonces Harry Styles necesita palabras. 

Y su discapacidad vuelve a hacerlo prisionero de ellas.

Mirando a Sammy tristemente sacude la cabeza. Y ella lo entiende, ya que libera su brazo para que él arregle sus mangas.

Y sacudiendo una amargada mano, se va de allí. 

Mudo- Harry (versión corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora