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Hace frío y Harry pesca un resfrío.

Sammy tiene exámenes y no tiene tiempo de pasar por la cafetería.

Y Harry la extraña.

Pero ella entiende. Por eso él no se sorprende cuando tocan el timbre de su apartamento y Sammy está mojada, fría, pero feliz.

Ha pasado una semana y él la siente como años, por eso ignora su estúpido resfrío y pega sus labios a los suyos. Por una fracción de segundos, antes de que Sammy lo empuje lejos.

- Eh, eh, eh, enfermo.

Y Harry sonríe de oreja a oreja porque ella está aquí, él está allí y ellos están juntos.

No puede besarla, pero si puede acostarse con ella en la cama, llevar su cuerpo a su pecho y entrelazar sus piernas. Y eso es todo lo que hacen por el resto del día.

- Voy a hacerte una pregunta, y como te bloquees juro que no volveré a este departamento.

Dice ella de repente y él no puede tomarla más enserio. Sube un codo para apoyar su mentón y mirarla desde su mínima altura. Ella sonríe a medias antes de pasar la lengua por sus labios.

- ¿Por qué no quieres que aprenda a hablar con señas? - Pregunta y por algún motivo, él se lo esperaba.

Pero Harry no es el mismo Harry. No desde que la conoció, por eso toma su cuaderno de emergencia y comienza a escribir.

Porque no quiero dejar de escuchar tu voz.

Y rompiendo sus propias reglas, Sammy le responde con un beso.

Uno que no dura más de cinco segundos, pero es suficiente. Entonces ella suspira y su cabeza vuelve a caer sobre su pecho. Su mano acariciando su estómago y su mirada pegada a la ventana a su lado.

- A veces sabes llegar a una chica.

Harry encara una ceja ¿A veces?

Pero no va a reprenderle, no cuando las cosas están donde las quiere. Por primera vez en su vida. Y con las yemas de sus dedos paseando sobre su piel, y el olor a fresa que desprenden sus cabellos, Harry se queda completamente dormido.

Es la mañana, exactamente las 10 de un jueves gris. Sammy prepara café y besa detrás de la oreja al chico que ha dormido durante 12 horas seguidas.

Harry está cansado y no deja de estornudar en cuanto se levanta. Su pelo va en todas direcciones y su nariz es rosa y grande. Pero a ella no le importa.

No cuando toma sus mejillas y las alza para obligarlo a sonreír. Como si él lo necesitase, ella podría insultarlo y aún así le sonreiría. 

Harry toma sus medicinas y Sammy se disculpa mil veces antes de marcharse a su casa para luego ir a clase. Pero le promete que volverá en la tarde y eso es suficiente para él.

Son como lapas, porque no dejan de enviarse mensajes desde el momento en que ella se va del apartamento. 

Y Harry se pregunta si ella estará tan enamorada de él como él de ella. 

Para cuando Sammy llega, él se siente diez veces mejor. Y la espera con pasta. Sí, Harry cocinó pasta para ella.

Y todo se ve sencillamente bien, porque hay un mantel, dos sillas y hasta una vela. Por eso Harry no entiende el ceño fruncido de Sammy en cuanto llega y ve toda la escena.

Girando su cabeza se acerca a ella y la mira confundido.

¿Qué sucede?

Pero Sammy mira la mesa, lo mira a él, y se muerde el labio.

- Um, Harry... Nosotros... ¿Qué somos?

Y Harry se lo pregunta a sí mismo en su cabeza.

¿Qué eran?

Cuando la mira a los ojos puede ver el temor. Y Harry quiere hacerle entender que ya no tiene que temer a entrometerse en nada.

Porque él era suyo. Él quería pertenecerle y más que nada en el mundo, él quería que ella le perteneciera.

Entonces toma su mano, está fría y tensa, pero en cuanto la apoya sobre su corazón, se amolda perfectamente a sus latidos.

Sammy sonríe.

Lo entiende.

Ella lo entiende.

Y no necesita decir nada más, porque su corazón late de la misma forma.

Mudo- Harry (versión corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora