Capítulo 1: Despedirse

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Durante toda mi vida, había pensando en el día que llegaría a la universidad, pero cuando imaginaba aquel momento, nunca tomaba en cuenta los sentimientos que podría tener. No sabía si me alegraría, o si me entristecería por dejar a mi familia, no sabía si estaría nerviosa, o entusiasmada por comenzar una nueva vida.

Hasta aquél momento.

• • • • •

Sonó el despertador, la hora había llegado. Vi como el sol salía con furor en la mañana, señalándome un nuevo comienzo, y sentí una mezcla de emociones que no puedo describir.

Me levanto de la cama, voy a la ducha, donde no paso más de diez minutos, por temor a que se me haga tarde; al salir, me visto con la ropa que había preparado la noche anterior, y al mirarme en el espejo, sonrío satisfecha, esperando que este sea un buen primer día.

De pronto, oigo a mi madre llamarme.

¡Cristina, ven ha desayunar, tengo una sorpresa para ti!. — Grita entusiasmada.

Y yo me pregunto si mi padres estarán tristes por el hecho de que me vaya de casa, pero llego a la conclusión de que no lo sé, puede que tengan una mezcla de sentimientos como yo.

¡Ya voy mamá!. — Le digo mientras cepillo mi cabello.

Al bajar, veo que hay tortitas con sirope, además de fresas frescas, y me parece genial que mis padres hagan el mejor desayuno de mi vida justo antes de irme.

Se les ve muy felices, hemos estado intercambiando sonrisas, ¡incluso más de las que estoy acostumbrada!, y sospecho que tiene algo que ver con la pequeña caja que tiene mi padre a un costado de su plato.

Espero que sea un auto. — Pienso, y continúo disfrutando el desayuno.


Pase el carné de conducir hace algunos meses, pero ellos nunca me regalaron un coche, y cuando les pregunté la razón, simplemente me dijeron que no tenía la suficiente responsabilidad para ello.

Cris, hija, mamá y yo hemos decidido regalarte un coche para que vayas de un lugar a otro con total independencia. — Dice mi padre, tomándole por sorpresa, y bebo un poco de agua para no atragantarme.

Y seguridad, no olvides la seguridad. — Comenta mamá.

Claro, sobre todo eso. — Sonríe él, y me da la caja negra.

No tengo palabras... — Susurro, y por algún motivo, tengo ganas de llorar.

Con un gracias, basta, hija. — Mi madre se para de la mesa y me abraza.

¡Muchísimas gracias!. — Les digo, y luego me acerco a él para abrazarlo también.

Antes de ir al jardín a ver el coche, decido esperar a que mis padres terminen su desayuno, pero lo que inició bien, se volvió algo insoportable, con todas esas charlas sobre las juergas en  la universidad, los chicos, el alcohol, el sexo, etc; dios, hablar de aquello con tus padres, es demasiado repugnante.

Mi papá trabaja en una empresa de informática muy importante, y durante muchos años, hizo libros muy famosos. Mi madre era abogada, pero los dos tenían un oficio en común: dar charlas a la gente como si fueran psicólogos, aunque la mayoría, no los soporta ni un poco, (incluyéndome).

La última vez que lo hicieron, fue a un pobre niño de no más de ocho años, que iba con una bolsa de chocolates y gominolas por la calle, ellos le dieron una de sus famosas charlas sobre la obesidad, la diabetes, etc; ante lo cual, el niño se fue llorado a su casa, y poco después, sus padres llamaron a los míos diciendo que cómo se les ocurría decir cosas así a un niño pequeño, (desde el teléfono se oían sus lloriqueos, y como decía que ya no volvería a comer en su vida).

Poco después, nos enteramos que tuvieron que llevarlo a un psicólogo de verdad. 

En fin, al terminar el desayuno, fuimos todos al jardín, y si, ahí estaba es un Lexus descapotable nuevo, y de color rojo oscuro.

¡Wow, es demasiado increíble! — Pensé.

Ya se acercaba la hora de irme rumbo a mi nueva vida.

¿Qué te parece, Cristina? — Me pregunta mi madre.

Es el coche perfecto, ¡me encanta!, muchas gracias, en serio, ¡os quiero un montón! — Les digo abrazandolos.

Tras unos minutos de abrazos, y saltitos de emoción, comienzo a guardar las cosas en el maletero del coche, y como mi padre me ayudó, terminamos más rápido, dando paso a la parte más dura: la despedida.

Los abrazo a ambos por separado, y luego juntos, intentando respirar su aroma para guardarlo en mi memoria por el tiempo que no pueda verlos.

Cuando dices adiós, siempre borras la sonrisa de alguien, y esta vez, les tocaba a ellos.

Os quiero mucho, por favor cuidaros. — Les digo.

Y nosotros a ti, cuídate. —  Responden, y mi papá me abre la puerta del auto para que pueda abordar.

Os voy a extrañar, pero les prometo que valdrá la pena. — Hablo por la ventana.

Lo sabemos, confiamos en ti. — Enciendo el auto, y siento el motor rugir bajo mis pies, dirijo mi vista a ellos, y veo como se abrazan.

Es duro partir, pero también es emocionante.

Digo adiós con un movimiento de mano, y me voy.

Este es el camino a mi nueva vida, una llena de aventuras, y sorpresas...








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