Capítulo 3

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No sé si fue la costumbre o el miedo, pero me desperté a las cinco de la mañana. No encontraba que hacer, era cierto lo que estaba viviendo, ya no vería más a mis familiares y ya no sería libre nunca más. Todo era verdad.

No me dejaré vencer debo seguir adelante y tratar de que este Lied se arte de mí y me vote. Al mal tiempo buena cara, ¡si eso es!

Me propuse a ducharme con agua caliente (cosa que nunca he hecho). Cuando termine me sentía tan relajada, pero no me dejare seducir por las comodidades, es más me pondré el uniforme nuevo y me iré de una vez al colegio, para que nadie se dé cuenta de mi llegada.

El uniforme es bonito, sinceramente me gusta, pero me siento extraña con él, la falda es muy corta para mi gusto y es dorada, la camisa es beige y la corbata es dorada. Claro, lujo escrito por todos lados. En el armario además del uniforme encontré un cintillo con un lazo del mismo color que la falda y la corbata, decido soltarme el cabello y me lo pongo. Cuando me miro al espejo me siento extraña, me veo diferente, me veo más hermosa de lo usual, esto es malo.

Cuando me siento lista, decido salir de mi cuarto en busca de mi desayuno. No sé en dónde está la cocina así que me pierdo con facilidad. Recorro la mansión durante un tiempo, y me doy cuenta que todos los cuartos tienen las mismas puertas, exceptuando cuatro que eran extrañamente grandes.

En menos de lo que me doy cuenta ya son las seis, y todavía no encuentro la cocina, esta casa es un infierno de lo grande que es. Creo haber contado más de veinte puertas en mi tur privado sola. Me detengo frente a una de las puertas más grandes, esta está alejada de las otras, bueno en sí las cuatro estaban alejadas una de otra, mejor me voy.

Me di la vuelta cuando sorpresivamente la puerta se abre y Lied habla – Caliza, pasa por favor-.

- No quiero- me atrevo a decirle.

-¿Quién te pregunto si querías entrar o no?-. Que desagradable.

Me vuelvo y comienzo a caminar hacia la puerta gigante. Cundo entro no logro distinguir nada, y de un golpe la puerta se sierra.

-Caliza ven a ayudarme, recuerda que soy tu primo y me debes lealtad eterna-. Noto una risita que inconfundiblemente era la de Lied.

-hay voy Señor-. Digo con un desdén sin preocuparme en lo absoluto si le molestaría, o más bien trato que le moleste.

Lied estaba tendido en su cama casi desnudo, le doy gracias a Siod que esa habitación estaba en penumbras porque si no lo estuviese ya hubiera salido por la puerta corriendo. Me acerque aún más a la cama para agarrarle por el brazo y tratar de levantarlo. Cuando todo a la velocidad de la luz Lied me agarra el brazo haciendo que me estrelle en su cama. Hay no, y ¿si quiere eso... ?No lo permitiré, me iré ¡ya!

-No te are nada indecente tonta- dijo Lied. Uf gracias a Siod.

-Solo deja que te abrace un momento, es que hace tiempo que no tengo mascota-. ¡Desgraciado!

No le di permiso y ya me estaba abrazando. El muy maldito me pego contra su pecho y me sostuvo por un rato que pareció eterno, fue cuando el supuesto mayordomo de Lied llego y le aviso que iban retrasados para la escuela. Solo en ese momento dejo de abrazarme, pude sentir una mirada de aprobación en los ojos del tonto sirviente que no me agrado nada. No me dejaré dominar tan fácil como lo has hecho tú.

-Caliza te queda muy bien el uniforme- me dijo Lied, ¿qué le pasa a este?, bueno soy una chica educada así que le daré las gracias. –Pero si vas así llamaras mucho la atención, quítate el cintillo- ¡Desgraciado!

Sueña con el Despertar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora