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Un mes había pasado desde que había recibido la primera carta de aquel anónimo. Un mes con las dudas que inundaban mi cabeza. Un mes estando ansiosa por saber de quién se trataba. Un mes con aquel remolino en el centro de mi estómago al recibir las cartas. Un mes de salir arreglada por si me veía.  Un mes de aquellas sensaciones desconocidas para mi pero acostumbrada a sentirlas. Un mes de...

-...VALERY!- el grito que provenía de la planta de abajo hizo salirme de mis pensamientos.

-¡Voy! - grité de igual manera para comenzar el camino hasta la planta de abajo por las escaleras. Alcé la vista y la miré preparando el desayuno para irme a la escuela. - Buenos días, má. -saludé.

-Vas tarde, de nuevo eh - soltó una carcajada negando con la cabeza. Sonreí encogiéndome de hombros.

Tomé un poco de jugo de naranja que había servido a mi lado y unas tostadas acompañadas con mermelada. 

Pues, mi vida es así. Vivo con mi mamá. Mis padres se divorciaron y no tengo hermanos, así que solo somos ella y yo. Y no me quejo, para nada. Mi mamá se va en la mañana a su trabajo y yo me voy a la escuela, cuando llego ella no está pues llega a las 4:30 pm y yo a las 2:00 pm. Me gusta mi vida, es calmada, con un par de amigas y salidas los fines de semanas. La vida de típica adolescente de mi edad. Sin abusar de ella.

-

Volteé frustrada a los asientos de atrás, era la tercera vez que me tiraban una bolita de papel en el cabello. Y claro, eran los del grupo de atrás. Cómo no. Mateo, Adam, Amanda y Olivia. Mi estadía en la escuela era repugnante gracias a ellos, cosa que me daba igual pero ya me cansaban. Volteé de nuevo con la vista hacia el frente, tratando de prestar atención a la aburrida clase de literatura que daba el profesor P. James. Aburrida e insoportable; girabas a los lados y estaban algunos durmiendo y otros mirando al limbo. Y pues yo, tratando de no dormirme. 

-Maldita sea, ¡ya! -Mi palma golpeó con fuerza el asiento al sentir otra bolita de papel sobre mi cabello. Mi cara era de frustración y cansancio al mirarlos. Sentía todas las miradas sobre mí y una mano sobre mi hombro. Subí la mirada y el profesor estaba a mi lado. Estaba en problemas, lo sabía.

-Halls, salga de mi clase por favor - habló en un tono autoritario el viejo.

-Pero yo sól...-

-A ho ra.- me interrumpió pronunciando esta última palabra con lentitud, enmarcando cada una de sus sílabas.

Rodeé los ojos y guardé mis cosas en mi bolso, lo pasé por mi hombro y salí por la puerta del aula, donde aún sentía las miradas sobre mí. Lo que me valió verga. La clase de literatura era la última del día y sabía que tendría que quedarme en detención pero no lo haría, me iría a mi casa a descansar... Sí, eso. Vaya comienzo de semana, je. 

El chico de las cartas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora