Al día siguiente, los rayos de un fuerte sol saludaron al rostro de Harry mientras este dormía plácidamente en su cama, acurrucado entre sus sábanas y cobertor. Abrió su ojo izquierdo primero, el cual no era atacado por la resplandeciente luz y luego estiró su mano hacia su rostro, cubiéndose para abrir también el ojo derecho, seguido de un largo bostezo. Se incorporó en la cama y estiró sus brazos, alejando todo rastro de cansancio en sus extremidades, para levantarse y caminar hacia el baño. Una vez allí, aseó su rostro y manos y cepilló sus dientes. Apreció su reflejo en el espejo y permitió que su mente fuese invadida por preguntas y recuerdos.
Se vistió con unos pantalones holgados grises y una camiseta de algodón blanca, tomando su celular y saliendo de su cuarto, yendo hacia la cocina para encontrar a sus padres, a su hermana y a su cuñado. Bufó por la presencia de este último y se acercó, dando un saludo general antes de adueñarse de unos panes tostados con jalea de frambuesa y zumo de manzana.
-Buenos días, mi amor. -Su madre sonreía mientras su presencia llenaba la cocina y, al mismo tiempo, moría de ternura al ver los rizos desarreglados de Harry, quien le devolvía la sonrisa y se acercaba hasta la silla donde Evie estaba sentada para poder darle un abrazo y un beso en la sien derecha.
-Buenos días, mamá. -Ignoró olímpicamente la mirada del novio de Keyla, que esperaba a que se separase de ella desde el segundo en que rodeó la mesa para abrazarla y besar sonoramente su mejilla izquierda también, para poder dirigirle la palabra.
No era ninguna broma que Harry y Kennie nunca habían logrado llevarse bien. Ni siquiera por la castaña. Ella y su pareja se habían conocido en el curso de fotografía, que solo duraba un año, y luego, siguieron viéndose durante tres años más, hasta que Kennie le propuso matrimonio a su hermana, recibiendo un entusiasta "sí" en sólo segundos. Un día, hace algunos meses, Gemma celebró su cumpleaños e invitó a su prometido, aprovechando la situacion para comentar sobre el compromiso. Evie sonrió con gran alegría, dándoles un abrazo cargado de cariño; Michael estrechó la mano del castaño y abrazó a su hija, deseándoles lo mejor; y Harry simplemente sonrió y los felicitó desde su lugar en la mesa.
-Saldré a caminar por ahí. -Harry se levantó y tomó un abrigo, por si sentía frío al regresar.
El clima de Londres era, por lo general, algo inestable en primavera. Podía haber un sol radiante, pero podría nublarse y dejar correr un viento fresco, advirtiendo una posible lluvia.
Salió de su casa y comenzó a caminar en la misma dirección donde se hallaba la casa del oji-azul. Mientras recorría a pasos lentos la acera, pateaba algunas piedritas que se encontraban allí, riendo bajo al hacerlo. Unos minutos después divisó la casa de Louis y su cuerpo se detuvo, recordando la pregunta de su padre acerca del baile, y la idea que se le había cruzado en la cabeza en aquel momento.
¿Y si invitaba a Louis al baile?
Si bien era consciente de que habían comenzado a hablar hace días, también sabía que su padre en el fondo queria verlo allí, especialmente si anunciaba su retiro, por lo que seguramente querría nada más ni nada menos que su apoyo y su presencia en ese lugar.
A pasos más veloces, transitó la calle y media que le faltaba, acercándose a la puerta del hogar del castaño, guiando su dedo hacia el timbre, presionándolo y esperando. Una mujer de cabellos largos y castaños, con ojos claros abrió la puerta, sonriendo levemente.
-Umh, hola... -Rascó su nuca nerviosamente, riendo apenas audible, luchando por olvidar la vergüenza que sentía-. ¿Está Louis?
-Sí. -Michelle examinó los ojos de Harry, intentando clavar su mirada en la de suya, tratando de brindarle confianza-. ¿Quién lo busca? -murmuró, como si realmente no supiese de el.
Pero le conocía, gracias a Louis.
-Harry -respondió en voz baja. La castaña volteó luego de advertirle que pasara y esperara por Louis. Observó la casa con atención hasta que unos ruidos se oyeron cerca, volviendo su vista hacia el mayor, que ahora estaba parado frente a Harry, sonriéndole en forma de saludo.
-¿Qué haces por aquí?
-Vine a preguntar si querías salir a caminar.
-Claro. Iré por mi celular, no tardo.
Rápidamente ambos se despidieron de Michelle y partieron, caminando lentamente y entablando conversación.
-¿Cómo vas con tu tratamiento, Lou? -Louis no podía recordar la última que alguien que no fuese su madre le hubiese llamado por ese sobrenombre. Para el, era muy especial que le llamasen de esa forma.
-Llevo cuidándome desde muy pequeño, ha tenido sus resultados -respondió con una sonrisa, mientras volteaba a ver el perfil del oji-verde, perdiéndose en el por primera vez, observándolo con mucha atención.
Louis recuerda haber tenido muy pocas mejoras desde que comenzó con los cuidados para su piel de cristal. No eran grandes, pero significaba que estaba yendo por un buen camino.
-¿Quieres ir al baile conmigo?
La pregunta tomó por sorpresa al castaño, haciéndole detener en seco. Harry observó sus ojos, dándole a entender que no se trataba de una broma o algo parecido. Louis tragó saliva observó todo lo que los rodeaba, desde las casas hasta las pequeñas flores que crecían en los árboles.
-Yo... No lo se, Haz.
-Descuida, olvídalo.
-Pero...
-No importa, Louis.
Caminaron hasta llegar a un centro comercial, donde entraron y recorrieron lentamente, mirando vidrieras unos largos minutos, para luego ir y sentarse junto a una fuente pequeña que allí se encontraba.
No cruzaban miradas, ni se hablaban. Disfrutaban de lo que sucedía alrededor, sintiéndose cómodos, metidos en sus pensamientos. Ninguno quería romper el silencio, pero Louis no dejaba de pensar en aquella propuesta por parte del menor.
Jugó con sus dedos cuando una niña de cabellos rubios se acercó a la fuente y arrojó una moneda, pidiendo un deseo como la gente acostumbraba a ser. No creía en esas cosas, pero tampoco estaba en contra de aquellos que creyesen.
Con una sonrisa, dijó:
-Acepto ir al baile contigo, Styles.
