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Malena:

Hoy era un día muy especial para mí. Hoy me independizaría y me iría del país. Y lo mejor de todo, iba con mi mejor amiga, Carlota.

Bajé las escaleras con rapidez y fui a la cocina. Mi madre estaba desayunando, y alrededor, un montón de bolsas y mochilas mías, con mi equipaje, se amontonaban en la sala. Mi padre, como supuse, se había ido ya a trabajar. Por algo se había despedido de mí la noche anterior.

-¿Quieres que te prepare el desayuno, Malena? -negué con la cabeza. Tenía un nudo de nervios en mis estómago, y lo último que quería era comer.

Tomé asiento en la mesa, junto a mi madre, y empecé a memorizar todo lo que llevaba en las maletas, por si faltaba algo.

-Hola, tontita -dijo Cris entrando y despeinándome el pelo.

-¿Me vas a extrañar?

-Soy tu hermano, lo normal es que lo haga -se encogió de hombros.

-¡Son las ocho! ¡Las ocho! -grité histérica.

-¿Qué le pasa? ¿Se ha tragado una alarma? -le preguntó Cris a mamá.

-¡Mierda! ¡Vamos! -mi madre cogió dos o tres maletas y tiró del brazo de Cris. Los tres nos cargamos con las maletas y las metimos en el coche.

***

El aeropuerto estaba abarrotado de gente con maletas y mochilas de todo tipo, pero yo solo quería ver a una persona, y esa persona no estaba.

-¿Dónde coño se habrá metido Carlota?

-Malena, no digas palabrotas.

Bufé. Ya era suficiente mayor como para decir lo que quisiese, pero no quería discutir con mi madre, y menos ahora, que no la vería en un buen tiempo.

Unas manos heladas me taparon los ojos. Solo había una persona en el mundo que tuviera las manos frías en agosto.

-¿Cosita? -pregunté con una sonrisa.

-¡Yep! ¿Preparada para el viaje? -preguntó Carlota dando pequeños saltitos.

Mi madre se fue a hablar con la madre y el padre de Carlota, mientras, Aitana de acercaba a hablar con Cris de lo pesadas que estábamos con el viaje.

-¿Preparada? ¡Creo haber repasado veinte veces lo que llevo!

-Se te olvida algo -me dijo con una somrisa pícara.

-¿El qué? -pregunté inocentemente.

-Condones -me susurró, y yo me tapé la cara con las manos-. He oído que los italianos tienen bastante sexapil.

-Chicas -dijo la madre de Carlota apareciendo a mi lado-. Tened mucho cuidado, y estudiad mucho.

-Sí, mamá -respondió Carlota.

Una azafata anunció nuestro vuelo por los altavoces. Abracé a mi madre, y luego a Cris.

-¿Con quien me pelearé yo ahora? -me preguntó a Cris.

-Ni idea, pero no le des problemas ni a papá ni a mamá.

Cojo mis maletas y me vuelvo hacia donde está Carlota llorando. Ambas andamos en silencio, sin contar con los sollozos de Carlota, y nos montamos en el avión

-No sé como no estás llorando -me dice en medio de un sollozo.

La verdad, es que no tengo respuesta para eso. No sé como es que no estoy llorando ya. Me limité a encogerme de hombros y consolar a mi amiga.

El camino en avión se me hizo muy lento. Carlota se había quedado dormida y mi móvil estaba sin batería. Las azafatas no habían parado de pasar por el estrecho pasillo del avión en todo el viaje preguntando si queríamos comer algo. En otra ocasión, probablemente habría comido algo, pero estaba tan nerviosa, que ni hambre tenía.

Al bajar del avión, Carlota recuperó sus nervios, así que fue corriendo con sus maletas hasta la camiometa azul electrico que vino a recogernos al aeropuerto. En una hora estábamos frente a la puerta de lo que sería nuestra casa.

La casa era totalmente asombrosa y grande. Nuestros padres debieron de trabajar muchas horas extras para pagar esta casa.

-¡Es asombrosa! -gritó Carlota ilusionada.

-¡Sí!

-Voy a darme una ducha, estoy agotada -dijo y se fue hacia el baño.

Asentí. Me fui a mi habitación. Era grandiosa. Tenía una cama de matrimonio y dos mesitas de noche, una cómoda, un armario y un escritorio. Decorada a mi gusto totalmente. Se notaba que nuestros padres había pensado en nosotras, y teniendo en cuenta, que tendríamos que vivir mucho tiempo aquí, decidieron ponerlo todo a nuestro gusto. Lo que más me gustaba del dormitorio, era el tocador que tenía. Un bonito espejo con fotos de mi familia y mis amigos en la esquina derecha. Sonreí y guardé cada cosa en su lugar, para luego, sentarme en el tocador a observar las fotografías.

Escuché un grito y pegué un pequeño salto, sobresaltada. Corrí hacia donde provenían los gritos. Era Carlota, quien ahora se estaba tapando la boca con las manos de la emoción.

-¡La habitación es perfecta! ¡Todo lo que he soñado!

La verdad, su habitación era genial. Tenía una cama de matrimonio, un escritorio, dos mesitas de noche, un vestidor, un corcho para poner fotos y un espejo de pie. Su cuarto estaba decorado como si fuera el cielo. Todo de azul, y en las paredes dibujadas nubes blancas. La mía, había sido pintada de un lila relajante, y perfecto para estudiar.

-No me vuelvas a asustar así -me quejé, aunque no pude evitar reír.

-Lo siento -dijo, y se tiró a la cama.

Sonreí y me fui a bañar. Menudo día.

Criminal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora