It's rainning outside

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Hoy es el día de la boda.

Aún pude revivir la escena en la que se conocieron. Puede volver a sentir lo que sintió al intercambiar miradas, puede sentir sus piernas temblar cuando su voz resonó en sus oídos.

Hoy llueve, al igual que ese día.

Es un buen día para recordar todas y cada una de las emociones que sintió cuando tuvo la oportunidad de conocerle. De pie tras la ventana mientras llueve a cántaros, hoy es el día de recordar.



Los pasos acelerado de las personas que corren en busca de refugio para poder cubrirse de la lluvia llenan la calle. El ruidoso tumulto de gente se mueve de un lado a otro, arrastrándole también con ellos.

Fue un día muy cargado, su madre, el trabajo y toda la maldita vida en general. El sujeto que predice el clima en el noticiero matutino no había informado nada sobre lluvia. Se supone que sería un día soleado. Estúpido noticiero, estúpido sujeto, estúpida vida. Su gabardina yacía empapada y las suelas de sus zapatos repletas de lodo estaban. Algunos precavidos pasaban por su lado mostrando desvergonzadamente la dicha de tener un maldito paraguas, mientras él lamenta su estúpida vida.

Sus pasos marcaban el ritmo junto a las gotas, de nada servía buscar refugio cuando todo él estaba empapado. Caminó con la frente en alto sin rumbo fijo. Su mente daba vueltas imaginando que baila en medio de la lluvia, pero la realidad era otra.

Siguiendo el compás de la engañosa lluvia, siendo sus piernas las guías; llegó a una animada calle. Esta calle gritaba alegría y elegancia. No era parte de la élite de tiendas donde media vida valía un par de zapatos, sin embargo, veía autos estacionarse en las aceras de cada lateral de la calle. En lo alto de un establecimiento vintage, se podía leer en letra palmer "Sooffee" la gente que bajaba de sus autos se dirigía a dicho lugar. La mayoría vestía entre una combinación de urbano y elegante, otros, vestían con terno y así podría pasarme el tiempo detallando cada vestimenta de las personas que arribaban al lugar.

El establecimiento mostraba el interior por sus grandes ventanales con las largas cortinas guinda atadas a sus costados, fuera de este se podían ver las mesas y lámparas en el centro de cada una; las luces eran como los atardeceres en otoño.

Impulsado por la curiosidad decidió entrar. Abrió la puerta y el olor a café le dio la bienvenida, era amplio. Las mesas eran circulares esparcidas en todo el espacio. Contaban con una barra de madera, tras ésta podías ver tazas en la pared y copas colgando. Las botellas de vino y alcohol se mostraban como un bello trofeo. Los granos de café en pequeños costales estaban no sólo en la barra sino también alrededor de todo el establecimiento. Habían libros de gruesas tapas con hojas amarillas y claras. Al voltear a la izquierda, una orquesta te esperaba; los instrumentos descansaban en sus respectivos lugares, a la espera de ser empleados. Mientras que examinaba el lugar, iba caminando hacia la mesa del fondo. Se sentó y casi al instante el camarero se acercó, dejó un vaso de agua en la mesa, unas cuantas servilletas, azúcar en sobres pequeños y canela en polvo.

-Buenas noches, ¿En qué puedo servirle, señor?

-Un espresso sin crema.

Su tono arisco asustó al mesero, pero vamos, era un día de porquería que no meritaba ser amable con nadie. Tomó un sobre de azúcar entre sus dedos para poder distraerse mientras esperaba.

Le sorprendió mucho que las luces otoñales bajaran a la oscuridad. Los comensales voltearon hacia una sola dirección como perros entrenados para acatar cualquier orden ante una señal. Raro.

Por instinto su vista se dirigió al lugar especificado, las luces variaban entre rojizo y dorado. Los músicos estaban posicionados con sus respectivos instrumentos, la gente excitada estaba y su curiosidad sólo aumentaba.

Sus ojos encontraron una pequeña llama de fuego subir al escenario, los comensales anticiparon con algarabía al ser que ahora se posiciona tras el micrófono. El aire se condensó y sólo puede recordar que todo lo demás dejó de existir porque sólo eran él, la voz y el cantante.

Tenía el pelo rojo fuego, sus ojos grandes eran, sus labios ilegales deberían ser y esa voz era del cielo.

...

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