It's raining inside (II).

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La gabardina yacía en mano, todo estaba suspendido. La respiración de KyungSoo decrecía, estaba con lágrimas en los ojos  a la espera de verle salir por la puerta, pero no. JongIn se acercó a la barra del local, levantó las llaves, luego se aproximó a KyungSoo y le tomó de la mano.

El pequeño estaba sorprendido y a la vez molesto. Trató de alejarse, pero JongIn jalaba su mano como a la de una muñeca de trapo. Atravesaron la puerta, JongIn no tuvo la delicadeza de emplear la llave para resguardar el local. Las expresiones variaban de emociones. Los rasgos fuertes de JongIn se habían  acentuado bastante y los delicados de KyungSoo se arrugaron, no tenía demasiada fuerza para detenerle, pero lo intentaba. Su brazo jalaba en un intento de escapar y el fiero agarre del otro le impedía su labor. JongIn no tenía más que una 'tonta' idea en mente y gran fuerza bruta que asustaba hasta a los leones. Su molestia crecía por cada intento de escape, sus emociones golpeaban con toques bruscos su pecho y sus dedos se aferraban a la blanquecina piel que ahora se convertía en rojiza. 

-Te estás pasado. ¡Suéltame!- su voz temblaba.

A JongIn, en ese momento, muy poco le importaba la voz de reclamo, pero le dolía el tono de las palabras. Sus pasos apresurados les alejaban del local, y KyungSoo seguía con el afán de mantenerse en su lugar, pero no duraba más de un segundo o dos porque JongIn jalaba de su brazo para que caminara detrás de él. 

-¡YA! ¡ME DUELE, IDIOTA!

En serio, de idiota creía tener poco, pero en ese momento parecía estar comportándose como uno. En fin, trató de disminuir la fuerza de sus dedos, pero sabía que si intentaba ser suave, KyungSoo escaparía. Escurridizo cantante. 

La calle estaba desierta,  los taxis y vehículos pasaban para contar. La fría noche les decía que se abracen, pero no estaban en condiciones de hacerlo.  KyungSoo tenía los dientes apretados, no sabía qué iban a hacer, pero si JongIn quería seguir con su humillación y ahora buscaba público, pues, se podía ir derechito a la mierda porque él no aguanta pulgas y menos las pulgas, que por cierto le gustan, de JongIn. Así que, volvió a intentar con más fuerza y el moreno de detuvo. 

-¡BASTA!- y siguió caminando.

El pequeño estaba con las lágrimas cerca de resbalarse por sus cuencas. No quiere permitirse derramar ni una sola, pero la situación sólo hace que su corazón se encoja, que el pecho le duela y sus ilusiones se rompan. JongIn seguía siendo brusco, no sabía ni por donde le llevaba. Sólo podía ver el concreto y sus zapatos, si levantaba la cabeza y miraba la espalda de quien le llevaba se iba a sentir como un completo idiota. Un idiota que no tiene la fuerza para alejar al sujeto que le ha perturbado el corazón. como un idiota que si ve su oscuro cabello va a llorar. 

Ya se había cansado de luchar. De qué servía gastar la poca energía que tenía en detener a la bestia que le conducía. 

El concreto se veía demasiado interesante y combinaba con el apuro de sus pies al seguirle el paso al otro. Al parecer no había freno que detuviera a su captor. Ni siquiera el viento que golpeaba sus cuerpos o la tensión que yacía entre ellos. 

El mundo parecía correr junto a ellos y a la vez estrellarse en el tumulto de horribles emociones. Eso es lo que le lleva a pensar en lo dulce que suele ser JongIn y en lo temerario que se muestra pocas veces. No hay mucho más que las palabras no contestadas y palabras que desea escuchar, pero un pequeño golpe de su cabeza contra la fuerte espalda de quien ha sido su tormento, es lo que le obliga a levantar la cabeza y se da cuenta  cuánta distancia han recorrido desde el Sooffee hasta ese punto. 

No entiende qué hacen parados ahí, a altas horas de la noche. Qué demonios hacían en la puerta del segundo restaurante de la manzana... 

Sin embargo, JongIn también suele ser impredecible. Es por eso que haciendo gala de su impulsividad, tomó al cantante de los hombros, deslizó sus ddos por el fino mentón y con un suave movimiento posó sus labios sobre los otros. Era una pieza demasiado delicada para profanar brutalmente. Debía ser delicado con los belfos de seda. 

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