CAPÍTULO DIEZ.

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Por las circunstancias del capítulo, este será narrado, y no tendrá la narración habitual de la novela. Esto será una excepción, el próximo capítulo seguirá con la estructura que he llevado hasta ahora, pero opino que este capítulo es indispensable para continuar con ella. Intentaré que sea lo más breve y ameno posible.
Marta
Llevaba desde las siete de la mañana en pie, debía posar para la portada de aquella revista tan importante y, aunque un mes antes hubiese estado loca de contenta, mi estado de ánimo era tan extraño que ni yo sabía describirlo. Desde que había empezado a hablar con Raúl algo había cambiado en mi vida. Necesitaba que me hablase cada día, aunque sólo fuese durante media hora. Sus tonterías e insinuaciones se habían convertido en parte de mi rutina en muy poco tiempo.
Nos acostumbramos tan rápido a las cosas que nos gustan...
Por eso, cuando durante mi descanso vi que tenía un mensaje suyo, no pude evitar sonreír. Aseguraba que me mandaría un link de un vídeo de YouTube para que pudiese ver como era, y aunque me parecía raro, ya que podría sacarse una simple selfie y enviarmela, decidí esperar pacientemente.
Cuando horas después llegué a casa, a eso de las cinco de la tarde, vi que acababa de mandarme un mensaje. Me di una ducha rápida, me puse cómoda y me preparé una ensalada antes de sentarme en el sofá, al lado de mi compañera de piso. Nos sonreímos, aunque segundos después cada una desvío su atención a otro lugar. Ella al libro que estaba leyendo, y yo a mi móvil. Entré en la conversación con Raúl, y abrí el link que me había enviado.
¡Qué pasa, chavales! ¿Todo bien? ¿Todo correcto? ¡Y yo que me alegro! Antes de empezar con el vídeo de hoy, me gustaría saludar a una amiga muy especial para mí. Marta, te dije que confiaras en mí, y aquí me tienes. Aunque a veces sólo piense en picarte, y nuestros carácteres choquen bastantes, no hay día en el que me acueste tranquilo si no he hablado contigo. Bien, después de este pequeño paréntesis, explicaré brevemente en qué consistirá el vídeo de hoy...
Di pausa al vídeo, intentando asimilar lo que acababa de escuchar. Me fijé en Raúl, y sonreí al ver que su aspecto era tan peculiar como su forma de ser. Era muy atractivo, pero no se parecía para nada al prototipo de chico que estaba acostumbrada a ver. Y probablemente eso lo hacía más especial aún. Después, me fijé en que el vídeo tenía cientos de miles de visitas. Fruncí el ceño y, al bajar un poco más, descubrí que tenía más de dos millones de suscriptores. Claro, ahora lo entendía todo, por eso me había preguntado si no le sonaba aquella frase el primer día que hablamos.
Estaba realmente confundida. ¿Qué hacía un chico tan popular como él y que podía tener a cualquier diosa griega a su lado hablando a diario conmigo? Necesitaba saber cómo había conseguido mi número de teléfono, e iba a hacer cualquier cosa por conseguir la respuesta.
Raúl
Hacía siglos que no sentía un nivel de nervios como el que estaba experimentando en aquel momento. Los ticks aparecían en azul, así que ya había leído mi mensaje y probablemente ya había visto el vídeo. Y ahora, sentía miedo.
Miedo de que no volviese a hablarme al ver la cantidad de seguidores que tenía.
Miedo de que simplemente le interesase por mi fama.
Miedo de que no le gustase, físicamente hablando.
Miedo de perder algo que ni siquiera era mío, y que nunca lo había sido.
- ¿Te ha contestado?
Negué con la cabeza al escuchar la pregunta de Ismael, sin levantar la vista de la pantalla de mi móvil.
- Auron tío, tienes que tener cuidado...
Escuché como abría otra cerveza mientras me daba aquel consejo y suspiré, bloqueando mi teléfono móvil. Iba a volverme loco si no recibía una respuesta pronto.
Isma quiso grabar un vídeo juntos para distraernos un rato, y como mi amigo vivía en Madrid y yo en Barcelona y por lo tanto no podíamos pasar mucho tiempo juntos, decidí hacerle caso y publicamos en Twitter que responderíamos preguntas, que simplemente deberían mencionarnos en el tweet. Y así pasamos la tarde, grabando entre risas, bromas y, sobretodo, mucha sinceridad y honestidad.
No fue hasta la hora de cenar. Fue entonces cuando me acordé de mi móvil y corre hacia él, rezando porque me hubiese contestado. Porque le hubiese gustado. Porque siguiese interesada en mí.

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