2. De mudanza

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-Entonces, ¿vas a buscar un trabajo?-me preguntó Maica, mi mejor amiga, todavía en shock por lo que le había contado.

La conocí cuando éramos pequeñas, en el colegio. Yo era nueva y no hablaba con nadie, era una niña tímida y callada. Hasta que apareció ella cambiando mi ser, me volví traviesa y habladora; molestando a todos que estaban a nuestro alrededor. Cuando nos pillaban haciendo alguna travesura nos regañaban y nos daban una charla de lo que se podía hacer y de lo que no, en cambio, nosotras agachábamos la cabeza disimulando las ganas de reir.

Pasado ya el tiempo nos pusimos más responsables de lo que hacíamos y nos concentrábamos en los estudios, aunque la mayoría yo.

-Exacto-suspiré, sentándome en mi asiento de siempre. Solté la mochila al suelo-. Si voy hacer madre, seré madre responsable.

-Todavía estoy flipando-dijo sentándose a mi lado.

Estábamos en la primera hora de clase, cuando llegué a la puerta me encontré con Maica y le conté lo que pasó el día anterior. Con ella me hice en test y me convenció para contarles a mis padres lo del embarazo.

Se acercó a mí apoyando los brazos  en mi mesa.

-¿Y qué sabes del padre?-preguntó susurrando para que nadie pudiera oirla, ella sabía que yo no quería que nadie se enterara de mi estado.

-Tengo su numero, cuando llegue a casa interaré comunicarme con él-clavé mi mirada en sus ojos verdes, que me miraban con ansias.

-¿Sabes cómo se llama?

-Creo que se llama Calum. Realmente no me acuerdo, estaba bastante borracha-puse mi codo en la mesa para después taparme el rostro, me daba muchísima vergüenza hablar de eso.

Puso su mano en mi hombro como señal de que me apoyaba en todo, luego entró el profesor y empezó a dar la clase. En varias ocasiones me entraban ganas de vomitar, disimuladamente Maica me decía que respirara hondo y me tranquilizara. Tenía que darle las gracias, pensé.

En la hora del almuerzo Maica y yo fuimos a la cafetería para que tuviera algo en mi organismo, obligada por mi mejor amiga. Cuando desayuné al despertarme no tuve ninguna sensación de malestar, pero por sorpresa vomité en mitad de camino hacia el instituto. Varias personas que me vieron me preguntaron si estaba bien, les contesté que había desayunado mal con la cara roja de la vergüenza. Se lo conté a Maica y como se preocupaba mi salud -ahora aún más- me arrastró ignorando mis quejas hacia donde te daban la comida.

Me senté en una de las mesas que estaban libres mientras esperaba a que Maica llegara con la comida. Sí, también me había obligado a eso. Llegó con dos bandejas, una en cada mano, y se sentó a mi lado después de dejarlas en la mesa.

-Realmente estoy ilusionada-me miró con una sonrisa emocionada-. Voy a ser tía.

-Si no lo eres tú, ¿quién lo sería?-reí empezando a comer despacio.

Maica hizo lo mismo. Bajé la mirada a la bandeja viendo que tenía más comida de lo normal.

-Me has puesto demasiado, Maica-la miré demostrándole la bandeja, se encogió de hombros.

-Tieneess.. que oer...ienn-me habló con la boca llena, pero pude entenderla: tienes que comer bien.

-Pero es mucho-me quejé como una niña pequeña.

-Intenta comer todo lo que puedas-dijo después de tragar.

Eso quería, pero si dejaba algo sabía que luego me lo reprocharía diciendo que no me alimentaba bien. Yo era una chica que le encantaba comer. Intentaría comérmelo todo pero no por mi, sino por la burbuja que llebaba en mi interior.

Embarazosamente irresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora