1. Decisiones

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Su mirada pasó del aparato, que tenía en sus manos, a mí. Así varias veces intentando comprender si era un sueño. Suspiré irónicamente apoyando mis codos en mis piernas y tapándome la cara con mis manos.

Lo primero que pensé era que no me lo creía, pero las pruebas demostraban: los mareos, vómitos, desmayos e incluso el test decían lo mismo. Estaba embarazada. Embarazada de tres semanas. ¿Por qué lo sabía? Pues porque casi un mes mi exnovio me dejó por mensaje y por despecho me fui a un bar a follarme al primero que vi en los baños. Luego el desconocido me dio un papel apuntado de su número antes de dejarme sola. Sí, muy caballero. Pero lo peor era que cuando tuve que ir al instituto vi a mi exnovio en la puerta de entrada enrollándose con la persona que más odiaba, Emily.

Y ahora estaba aquí, sacando todo el valor que tenía diciéndole a mi padre que su hija de diecisiete años va a ser mamá en varios meses.

Me quité las manos de mi rostro para mirarle, miraba al test muy atentamente sin ninguna expresión.

-Di algo-rogué con la voz ahogada por las ganas de llorar.

Amaba a mi padre, hacía todo lo que me pedía sin reproches. Yo era su niñita, sacaba buenas notas para ver siempre esa cara de orgullo que ponía cada vez que se las enseñaba. Pero parecía que todo se había acabado al ver su rotro como el hielo.

Su mirada volvió hacia a mí antes de suspirar y sentarse a mi lado en el sofá dejando el aparato en la mesita. Un silencio intenso nos inundó durante algunos segundos que a mí me parecieron interminables.

-¿Qué vas hacer?-preguntó mirándome seriamente.

Un suspiro salió de mí inconcientemente, la verdad no sabía que hacer. Si tendría al bebé tendría que dejar de vivir mi juventud por una personita más pequeña, pero si lo abortaría luego de unos años me arrepentiría toda mi vida. Esperaba no equivocarme con la elección que tuve.

Levanté mi mirada de mis manos para ponerla en los ojos de mi padre, que me miraba esperando a que le contestara.

-Lo voy a tener-dije con la voz más segura de lo que pensaba.

Vi algo en los ojos de mi padre que me confundió, pensaba que le iba a deshonrar por lo que estaba pasando. Pero no fue así.

Me agarró por los hombros atrayéndome hacia a él pegándome en su pecho, y ahí es cuando me derrumbé. Lloré, lloré como nunca había llorado en mi vida. Me acariciaba el pelo tranquilizándome mientra me decía que me tranquilizara en el oído.

-Quién me iba a decir que sería abuelo a los treinta y seis años- me fue imposible no reir en la forma que lo había dicho.

Me separé de mi padre limpiándome las lágrimas y le miré.

-Creí que estabas decepcionado-murmuré, me dio una sonrisa cálida y se me acercó poniendo sus grandes manos en mis mejillas y dándome un beso en mi frente.

-Eso jamás-con esas dos palabras me conmovió, haciéndome llorar otra vez. Me sonrió divertido-. Ahora prepárate para ver como se entera tu madre cuando vuelva de comprar.

Me reí otra vez abrazándole como si intentara sostenerme para no caerme al vacío. No dudó ni un segundo en devolverme el abrazo, gustosamente. Una persona menos, sólamente faltaba decírselo a mi madre. Y esperaba que me apoyara como lo había hecho mi padre.

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-Soy demasiado joven para ser abuela-se quejó mi madre atónita al enterarse de mi embarazo, me mordí el labio para no decir alguna estupidez.

Pero no hizo falta, mi padre le había contestado.

-Cielo, admítelo. Ya eres abuela.

Después de hablar con mi padre estubimos en silencio hasta que estuviera relajada y cuando llegó mi madre le solté la bomba como lo hice con mi padre, que ahora estaba sentada en el sillón de enfrente procesando la noticia.

Embarazosamente irresistibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora