Capítulo 5

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Me pasé toda la noche en el escritorio releyendo esa nota con aquella clínica y aquella hora, buscando alguna solución a lo que pudiera significar. Me sentía un poco como una detective, pero la realidad es que parecía más bien algún tipo de psicópata y acosadora, aunque en ese momento no estuviera consciente de ello.

Después de darle a todo aquello miles de vueltas por la cabeza, lo colgué en mi pizarra de corcho y me dormí.

A la mañana siguiente, me desperté y me arreglé como un día cualquiera de universidad. Desayuné junto a Myriam y sus discusiones sobre si debería ligarse a aquel rubio de la discoteca en la que estuvo el fin de semana anterior. Aquella pelirrojay sus graves problemas...

Cuando estábamos en la puerta ya que habíamos acordado ir juntas, me acordé estúpidamente de que se me había olvidado el horario de la semana colgado en el corcho, así que me disculpé ante una Myriam un tanto impaciente y entré a mi habitación.

Busqué entre los distintos papeles que estaban colgados. Entonces volví a divisar la nota.

- Clínica Psiquiátrica Bridge. Martes 9:30 . - Decidí leer esta vez en voz alta.

Lo volví a repetir en mi cabeza. Entonces, cuando iba a salir de mi minúscula habitación con el horario, me di cuenta de algo.

Hoy era martes.

Miré el reloj. Las siete y media de la mañana. Cogí la nota y la dejé encima del escritorio.

- Nath, ¿qué estás haciendo? ¡Tenemos que irnos! - gritó Myriam desde el otro lado de la puerta, viendo que estaba tardando demasiado.

- Myriam, mejor que vayas yendo tú. Creo que se me olvidó algo en la cafetería. - le dije lo suficientemente alto para que me escuchara, obviamente mintiendo. Tardó unos segundos en contestar, quizá decepcionada de que no fuera con ella, sabiendo que no era la primera vez que la dejaba tirada.

- Todo el día liada con el trabajo. ¡A ver si te relajas un poco, chica! - se despidió. Reí en mi mente por el comportamiento de mi compañera de piso. Normalmente esos comentarios me sacaban de quicio, pero esa vez me lo tomé con humor.

- Si ella supiera...- susurré negando con la cabeza.

En cuanto escuché la puerta cerrarse, encendí mi pequeño portátil de segunda mano que había comprado en España justo antes de mudarme. Me senté y tecleé el nombre de la clínica.

-Bingo...- susurré para mí misma cuando vi que tenía una página web con su número de teléfono y la dirección. Tomé un bolígrafo azul y escribí toda la información que pude detrás de la nota. Después la guardé en mi bolsillo delantero derecho del pantalón y guardé el portátil.

Volví a mirar mi reloj. Las ocho en punto. Dentro de media hora empezaba mi primera hora de universidad. Pero por una vez, a mi conciencia no le importó. Tenía ideas más importantes y una curiosidad que en vez de poder matar a un gato, podría matar a un grupo de gente completo.

Cogí el chaquetón y me fui hacia la parada de autobús. Empecé a buscar alguna línea que me pudiera dejarme cerca de allí. Por desgracia, no conseguía ver ninguna que me diera la información que quería, y no había nadie esperando en la parada al que pudiera preguntar.

- A la mierda...- dije mirando que todavía tenía un hora y media  y empecé a dar zancadas en dirección norte, como había calculado mediante google maps. Bendito internet.

Después de media hora a paso ligero, empecé a notarme cansada y decidí ir más tranquila.

Cuarenta y cinco minutos después, estaba enfrente de un edificio enorme blanco que según la información, debía ser la clínica.  Cuando estaba a punto de acercarme, divisé una forma humana al fondo de la calle, que se me hacía realmente conocida. Por si acaso, me escondí detrás del coche.

Por desgracia, las ventanas del coche eran oscuras, casi negras,  y no podía ver quién era. Escuché como se tocaba el timbre.

- ¿Clínica Bridge, dígame? - se escuchó desde el telefonillo unos segundos después.

- Buenas, soy Alexander White. Tenía un cita a las nueve y media. - ¿Alex? Esa era su voz, de eso estaba segura, aunque sonaba un poco más apagada y ronca de lo normal. ¿Se apedillaba White? Eso me tomaba por sorpresa.

- Tiene razón. Pase. - volvió a contestar la del telefonillo (supuse que era una mujer  por su voz aguda ) y se escuchó cómo la puerta se abría  y segundos después se volvía a cerrar de un portazo.  Cuando supuse que ya nadie podía verme, salí de mi escondite.


De camino a la universidad, volví a dar vueltas a lo que había visto. Definitivamente, había pensado que era un sitio de quedada con, ¿quizá un vendedor de drogas? Últimamente tenía unas ideas demasiado extremistas y macabras. Y antes de haber visto aquello, no pensaba que realmente él iba a tener una cita con un psicólogo. Pero, definitivamente, era lo más lógico, por lo menos que todas las conclusiones precipitadas que  yo había tomado. Todo el mundo visita alguna vez un psicólogo, ya que todos hemos tenido algún problema, ¿no?  Pero aún así, el morado de su ojo no cuadraba nada y sinceramente no sabía a qué atribuírlo. Aquí había gato encerado, quizá demasiado encerado. O eso es lo que mi cabeza no dejaba de gritar en el interior de mis pensamientos.

 Yo iba a enterarme de lo que realmente ocurría con Alex, aunque mi conciencia me exclamara a gritos que me iba a arrepentir de todo esto en un futuro.

En un futuro incluso demasiado cercano a lo que en aquel momento podía creer.






Un café como el de siempre, Nathalie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora