Capítulo 1

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–Nunca nadie nos va a encontrar–me dijo Jos calmado.

Aunque quizás eso suene como algo desconcertante, hace que los latidos de mi corazón se relajen. Le sonrío, y aunque no puede verme puedo notar que él lo hace también. La luz de la luna hace brillar sus dientes perfectos. Por primera vez en diecisiete años, todo estaba finalmente en orden. Por primera vez conocía lo que era la felicidad verdadera sólo por el hecho de estar con él.

Todo empezó un viernes por la noche. El sonido de las risas de mis amigos llenaban el ambiente, al igual que el olor del alcohol. Era como cualquier otra reunión de amigos, a excepción de que había una cara nueva.

Le gustaba hacerse notar, y eso fue lo primero que noté yo consecuentemente. Tenía aquel acento arrogante que normalmente me hubiera parecido molesto, pero...había algo demasiado llamativo en su voz. Una parte de mí podía sentir que había algo más. Podía sentir que aquel muchacho era más que cualquier chico popular cualquiera.

–...es una de las mejores películas que he visto–no había puesto la atención suficiente como para saber de qué película estaban hablando, pero había algo que me impulsaba a decir algo sólo para que fuera parte de la conversación.

–Estoy segura que Vampiros Galácticos II fue mucho mejor que la tercera que tanto parece gustarles a todos–contestó una de mis amigas entre risas.

Alguna vez había visto aquellas películas, pero sinceramente no recordaba demasiado de ellas. Me habían parecido demasiado genéricas y predecibles. Pero eso no me importaba, todavía sentía la necesidad de decir algo.

–He oído que hay un significado detrás de la trama genérica–comenté ganándome la atención de todos; incluso la suya.

Sonreí, y él también sonrió.

Ni siquiera sabía exactamente cuál era el significado oculto, tan sólo lo había escuchado (o leído, más bien), que la trama de las películas escondía críticas al capitalismo moderno. Una crítica bastante estúpida y algo irónica, en mi opinión; pero incluso así les dije a todos lo que sabía.

–Siempre he tratado de hacerle ver eso a los demás–me dice el muchacho guapo sonriendo.

La plática continuó como si nada, pero algo en él cambió. Me miraba a los ojos detenidamente y dejó de tener una participación activa en la conversación.

No sabía si era por la luz tenue, pero sus ojos se mostraban negros. Me sentía absorbido por ellos y por su infinita profundidad y misterio. Comenzaba a preocuparme sobre si me empezaría a gustar, o bueno...

Normalmente no me gusta demasiado llamar la atención o ser directo, pero no podía evitar hacer contacto visual con él. Mirar a alguien directo a los ojos normalmente me haría sentir incómodo, pero esta vez me sentía muy bien al mirarlo también, como si estuviera combatiendo el efecto de agujero negro de sus ojos. Esto parecía entretenerlo: no paraba de sonreír.

Recuerdo siempre haber afirmado que me perdía en sus ojos. Siempre comentaba, aunque sólo fuera conmigo mismo, que sus ojos siempre me recordaban al espacio: misteriosos, fascinantes, y al mirarlo con detenimiento te preguntabas si morirías al intentar ingresar en ellos.

La sonrisa nunca se iba de su rostro, pero fue cuando me sonrió y me dejó ver sus dientes hermosos que comencé a sentir cómo me ponía rojo y un poco nervioso.

–¿Estás bien, Fer?–me pregunta de pronto una de mis amigas–. Tu cara está como, literal, rojísima, y hasta parece que corriste un chingo porque estás medio sudado.

Esa fue la primera vez que me sentí vulnerable frente a él. Todos me voltearon a ver, y algunos comenzaron a afirmar que se me había subido mucho el alcohol que casi ni había consumido.

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