Capítulo 5

15 0 0
                                    

Comencé a sospechar que algo no andaba bien conmigo cuando no me lo podía sacar de la cabeza durante aquellos primeros fríos días de diciembre.

Me sentía mal de que en realidad no supiera casi nada de él. No sabía en qué escuela iba, o cuál era su película favorita, o cuáles eran sus aspiraciones en la vida, o cuál era su cita ideal, o incluso cuál era su tipo de persona idea...

La letra de sus canciones sólo daba pequeñas y confusas pistas. Comencé a dudar si intentar conocerlo por medio de su música era una buena idea.

Tenía su número de teléfono, pero no quería bombardearlo con mensajes estúpidos en donde le estuviera pidiendo explicaciones. Era la primera vez que tenía que reconocer que me daba miedo perderlo. No conocía a alguien que, aunque quizás a veces no lo pareciera, quisiera estar conmigo tanto como yo quería estar con él.

Durante el recreo de un viernes, uno de los que se sientan con mi grupo de "amigos" comentó que habría una especie de fiesta en la noche.

–Van a ir como, literal todas las escuelas bien de la zona–decía contagiando a los demás con su entusiasmo.

Yo también me vi forzado a sonreír y comentar que sería algo increíble.

–Obvio la norma es ponernos pedísimos–siguió diciendo entre risas–, y aunque no sea febrero como que el tema de la fiesta es encontrar a tu "bae" para no pasar Navidad solito.

Eso último alentó aún más a los urgidos de mi grupo de amigos. Normalmente, inventaría que mi mamá no me iba a dejar ir (lo cual era bastante estúpido considerando que nunca le importó dónde estuviera), pero esta vez sí quería ir a la dichosa fiesta. Necesitaba ver si Jos iría.

–Yo iré–dije sacando el dinero necesario de mi cartera para que mi amigo pudiera comprarme un boleto.

En fin, esa tarde, ya en mi casa, puse una de sus canciones a todo volumen mientras me arreglaba para la fiesta. Me miré al espejo desnudo y analicé cada parte de mi cuerpo. Sentía al ritmo recorrer todo mi cuerpo; lo bueno era que la canción no tenía letra. No necesitaba escuchar su voz para comenzar a entenderlo de nuevo, los silencios siempre fueron la mejor manera de saber qué estaba pensando el otro cuando no nos lo decíamos.

Me puse algo de cera en el pelo, me puse perfume, me puse una camisa azul que creí que me ayudaría a sobresalir para que Jos me pudiera encontrar con facilidad y decidí entonces también llevar mi mejor sonrisa.

Escuché a un coche pitar afuera de mi casa. Me asomé por la ventana y vi que era el amigo que me había comprado el boleto. Supongo que era bastante conveniente que haya venido por mí, o más bien había sido extrañamente considerado de su parte...

Antes de partir fui por mi teléfono, que estaba encima de mi cama. Al desbloquearlo estaba esperando ver algún mensaje de él, pero no encontré nada importante. Me lo guardé en el bolsillo, salí de mi cuarto y finalmente salí de mi casa. Mis padres, como siempre, no estaban.

–Wey–me dijo mi amigo a medio camino–, neta me gusta un chingo Sofía. Estoy seguro que obvio irá a la fiesta y tengo como objetivo echármela.

Decidí alentarlo, pues sabía que lo más importante que tenía que hacerse era seguirles el juego hasta que creyeran que ésa era en verdad tu forma de pensar y ser. Me ha estado funcionando bien desde que cumplimos como doce años y comenzamos a saber lo que era el sexo y todas esas cosas de adolescentes. Incluso así, tuve que combatir mi latente preocupación por tener que enfrentarme a Jos y a lo que fuera a pasar a partir de esa noche.

–No estés triste, Fer–supuse que ni siquiera mi personaje pudo esconder con eficiencia a mi preocupación y angustia, además estaba sorprendido que me haya llamado por mi nombre por primera vez en muchísimo tiempo–. Estoy segurísimo que hoy vas a conocer a una vieja que hará que se te olviden todas tus penas.

Sueñ@Donde viven las historias. Descúbrelo ahora