Capítulo 6

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El calor de su pecho peludo mitigaba al frío de la noche. Me encontraba encima de Jos, los dos no teníamos playera puesta y estábamos recostados encima de una cobija que llevaba en el coche. Mi cabeza estaba justo arriba de su corazón; el escuchar sus latidos me hacía sentirme seguro y protegido.

–No sé qué me pasa–me dijo en determinado momento mientras jugaba con mi cabello.

Eso había sido la primer frase que había salido de su boca aquella noche. El camino hacia aquel lugar había sido bastante callado y de a ratos incómodo. A decir verdad, aunque mis sentimientos por Jos comenzaban a adquirir fuerza en aquel entonces, aún no llegaba a conocer gran cosa de él.

En determinado momento se había desviado del camino principal y nos trajo a un lugar donde la gente acampaba. Estábamos lo suficientemente lejos de la ciudad como para que un manto de estrellas nos cubriera.

Me agarró la pierna y me miró, casi con lágrimas en los ojos, lo cual me hizo pensar que me extrañaba tanto como yo lo extrañaba a él. Fue el primero de nuestros momentos perfectos.

Nos besamos, y los dos suspiramos de alivio. Llegó un punto en el que se quitó la playera y yo así lo hice también. Llegué a pensar que tendríamos sexo, lo cual me hizo sentir muy nervioso porque hubiera sido mi primera vez, pero sólo continuamos besándonos hasta que el interior del coche se sintió demasiado caliente.

Capas de vapor cubrían al interior de las ventanas y los dos nos encontrábamos algo sudorosos. Nos tuvimos que salir del vehículo para tomar un poco de aire. Le comenté que el cielo estaba precioso, lo cual lo hizo sonreír y sacar una cobija de la cajuela del coche. La tendió con suavidad en el suelo y se recostó poniendo ambos brazos detrás de su cabeza. Sin esperar invitación, me recosté a su lado. Se rió con suavidad, lo cual tomé como una señal para recargarme en su pecho.

–Tampoco sé qué es lo que me has hecho–también me dice en un tono juguetón.

–¿Qué se supone que significa eso?–le dije riéndome levemente.

Suspiró.

–Creerás que es mentira–comenzó a decir–, pero lo que me está pasando contigo nunca antes me había ocurrido.

En ese momento quise preguntarle si acaso era la primera vez que "experimentaba", pero me dio algo de miedo decir algo imprudente y hacerlo enojar. Mi mayor miedo era arruinarlo todo antes de que todo lo bueno pudiera comenzar.

–He escrito canciones, como la de "Sueñ@", que hablan sobre las cosas por las que me llego a sentir curioso pero que nunca me animo a cumplir en la vida real, al menos hasta ahora.

Su mano en mi cabello hacía que cualquier rastro de duda dentro de mí se disipara. Nunca antes había hecho esto yo tampoco, pero no creía que eso importase, pues lo que estaba sintiendo era lo mejor que me había pasado en la vida.

–Sé que no puedes estar seguro de las cosas que hemos estado haciendo–le digo de pronto mirándolo a los ojos; en su mirada pude notar algo de intriga–, pero eso es lo de menos. Esto también es nuevo para mí, y no me importa. Yo también había llegado a sentir dudas sobre esto, en especial por lo conservadores que son mis padres. Sin embargo, sólo porque a la gente que no tiene nada que ver con esto se le haga algo "abominable", no quiere decir que tengamos que dejar de hacerlo si no le estamos haciendo daño a nadie y cuando los dos lo disfrutamos.

–Perdón por haberme ido aquel día en el cine–es lo único que responde abrazándome con fuerza–. No tienes ni idea de cuánto necesitaba verte. Últimamente nada me ha estado importando. Sólo puedo pensar en ti y en que no conozco casi nadie sobre ti.

–Ya somos dos–le respondo pasando mis manos por sus brazos cubiertos de vello también–, ni siquiera sé en qué escuela vas.

–Cumplo 18 años en febrero–me dice de pronto–, y estoy en mi último año de preparatoria.

–Tengo 17, apenas los cumplí en octubre, pero apenas voy en el penúltimo año...

–Me adelantaron un año cuando iba en primaria–explica con algo de orgullo en su voz–, pero sólo porque era demasiado grande para los demás niños. Estoy estudiando en el Cumbres.

Eso activó demasiadas alertas dentro de mí. A esa escuela sólo asistían puros hombres y era famosa por ser especialmente...homofóbica.

Fue entonces que comencé a comprender mejor todo. Por primera vez había comenzado a comprenderlo a él.

–Entonces me imagino que ahora entiendes por qué a veces actúo tan estúpido.

Esa escuela era además una religiosa.

Hubo un pequeño silencio por un par de minutos. Decidí no arruinar todo volviéndolo incómodo por lo que comencé a besarlo. Él me siguió la corriente con gusto.

Me encantaba sentir su barba; era lo que lo hacía tan irresistible. O bueno, no sólo a él sino a todo el acto que estábamos haciendo.

–¿Jos?–digo en determinado momento mientras paseaba mi dedo por su pecho.

–Dime, Fer–me dice en un tono relajado, al parecer disfrutaba lo que estaba haciendo.

–Te amo. 


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