Después de unos cuantos días, con solo el descanso de por la noche, ya se estaban empezando a cansar, sobre todo Senda que cuando los elfos dormían se escaqueaba con Narwe para que le siguiera enseñando más hechizos, y así, poco a poco había aprendido a hacer tres que apenas requerían energía y que le servirían de ayuda en caso de que tuvieran que luchar.
Además de que ya se cansaban, era todo muy aburrido. Al principio a Senda le entusiasmaba ver tantos árboles, no ver basura y que alguna vez pasara un animal por delante de ellos como si ellos no existieran.
Finalmente, cuando ya llevaban una semana y dos días subiendo la alta y empinada montaña, el aire helado que recorría las montañas les empezó a afectar cuando, ya de lejos se llegaba a ver un par de aldeas en lo alto de un pequeño valle por el que pasaba un fino río lleno de peces.
Llegaron al medio día, después de haber comido. Les daba igual que fuera aldea de Hombre Lobo, pues sabían de sobra que solo querían muerta a Senda y que esta se dirigía directamente a su destino, así que nadie los detenía.
Se les hizo muy raro, que cuando llamaron en la choza más grande que había en el pequeño pueblo, que les abrieran la puerta a regaña dientes. Sabían que allí estaba el líder de la manada que se hallaba allí, y lo mejor sería hablar con él para pedirle alojamiento para una sola noche.
Cuando este les abrió refunfuñando se extrañaron. Sabían que estaban en guerra, pero ese pueblo se había mantenido al marguen, pues había algunas banderas rodeándolo.
Después de haber conseguido alojamiento en un pequeño granero, se dispusieron a hablar lo ocurrido.
-Aquí pasa algo raro.-dijo Narwe pensativo.
-Sí, esto es bastante raro. No parecen que estén en paz. Es como si...-Úras se retorcía las manos buscando las palabras adecuadas.-no fueran ellos.
-Y así es.-dijo Aranel con seguridad.-Estas hechizados.
-¿Y por qué iban a estarlo?-preguntó Senda confusa.
-Ni los magos ni los hombres lobos hemos querido nunca la guerra, siempre hemos solido estar en armonía.-le explicó Aranel.-Excepto el Nigromante y la madre de Yulma, que querían conquistar el Mundo de los Elfos, solo querían poder, les daba igual las muertes que pudiera haber, el poder les cegaba. Entonces los aldeanos se debieron de quejar y para no tener ningún incidente los ha debido de hechizar.
-¿Y qué podemos hacer? ¿No les podemos ayudar de ninguna manera?-Senda intentaba colaborar cómo podía, pero no sabía como. No tenía ni idea de muchas de las cosas que le contaban durante las reuniones que hacían antes de acosarse. Los libros que había leído solo contaban sucesos, apenas hablaban de sus costumbres.
-Si.-dijo Aranel más seria que nunca.-Seguir adelante con lo que veníamos a hacer.
Dicho esto, como no podían hacer nada más se fueron a dormir para levantarse lo antes posible y largarse de allí. Esa noche no practicaron ningún hechizo, no querían llamar la atención, aunque ya sabían que probablemente los lobos los habían visto escondidos entre la maleza.
Partieron cuando estaba amaneciendo, siguieron su camino sin hacer caso a las miradas de lo hombres lobo. Sabían que si seguían a ese ritmo, en cuatro días llegarían al castillo de Yulma. Nadie sabía lo que les podría estar esperando allí, pero no ahora no se podrían echar atrás... y si lo hacían los lobos los llevarían a la fuerza y sería peor.
Conforme se iban acercando, aunque veían más aldeas, prefirieron no acercarse y acampar a sus aires.
Los lobos los seguían desde las sombras, se escondían entre la maleza del bosque, y cuando salían a las laderas cubiertas de flores para acampar, los seguían desde los árboles.
Ya solo les debían de quedar dos días de viaje cuando se empezó a ver una pequeña torre en el horizonte.
Esa noche, fue diferente.
Cuando Senda se apartó del campamento para practicar y Narwe le seguía, hubo una lluvia de estrellas. La humana nunca había visto una en su mundo aunque sabía que había días específicos en los que anunciaban que había, pero nunca se había asomado a observarlas. Aquella noche lo hizo y le pareció precioso.
No llegaron a llevar la práctica de los hechizos ya aprendidos, ni tampoco le enseñó nuevos, simplemente se quedaron mirando las estrellas. La lluvia de estrellas había durado muy poco pero Senda prefirió quedarse un rato a observar las pequeñas bobillas que alumbraban eternamente el cielo en las noches oscuras.
Se recostaron contra un árbol y sin darse cuenta, allí se quedaron dormidos, acurrucado el uno en el otro, agotados por el cansancio.
Al rato un ruido despertó a Narwe, que no dudó en despertar a la humana para que se levantara y así volver al campamento.
Estaban ya a punto de salir del bosque, cuando un Hombre Lobo se acercó a ellos.
-No temáis. Solo vengo a parlamentar.-el rostro apenas se le veía entre las sombras y solo una larga túnica le cubría el cuerpo.
-¿Qué quieres?-Narwe empezó a ponerse nervioso y apretó la mano de Senda mientras la empujaba detrás de su espalda.-Y estamos haciendo lo que vuestra reina quiere: vamos a presentarnos en sus narices.
-No estoy para tonterías. Tengo algo muy importante que deciros.-se aclaró la vos algo impaciente.-Aunque lo parezca, Yulma no es ella, nunca...
Un aullido sonó cerca de ello e hizo que el elfo se interrumpiera y saliera corriendo.
Senda y Narwe se quedaron plantados allí durante unos segundos hasta que reaccionaron con lo sucedido.
¿A qué se refería a que Yulma no es ella aunque lo parezca?
Ahora se sentían confundidos. Al irse corriendo el elfo cuando un lobo había aullado había sido como si estuviera escapando de él. Al menos es pensó Senda.
-Vamos. Será mejor que volvamos antes de que a los lobos les de por atacarnos.-Narwe alucinaba con lo ocurrido.
¿Y si a ese elfo no habían logrado hechizarlo por algún motivo y había logrado escapar? ¿Y si era una trampa? No lo sabían pero decidieron no decirles nada al resto para que no se enteraran de lo de las escapadas. Además, tampoco les había hecho nada malo.
Narwe soltó la mano de Senda y esta al ir a dar media vuelta se tropezó con un montón de piedras que había y se cayó de espaldas. Antes de que tocara el suelo, Narwe, ágil y veloz como siempre llegó a su lado para sujetarla de la cadera.
Ambos, elfo y humano se quedaron mirándose el uno al otro. Ese tierno momento acabó con un delicioso beso por parte de Narwe. Cuando se separaron, esta vez fue Senda quién fue a besarlo, pero este no le dio tiempo. La cogió de las axilas y la levantó del suelo como si fuera una pluma.
De nuevo Narwe volvió al ataque. La sujetó por los hombros y la acercó a él para volver a unir sus labios con los de la humana.
-¿Qué hacéis?-en medio del beso fueron interrumpidos por Aranel seguida de unos cuantos elfos de las tropas de Bercalion.
Los dos se giraron sobresaltados hacia ella y se separaron de inmediato, con las mejillas sonrojadas de vergüenza.
-¿No os da vergüenza? Y vosotros id a avisar al resto de que los he encontrado y de que están bien.-dijo Aranel cabreada señalando a los elfos. Cuando ya se hubieron largado siguió con la bronca hacia los que ahora parecían dos jovenzuelos pillados por su madre.-Pero... ¿Cómo se os ocurre? Hemos oído al lobo y al no veros pensamos que os había pasado algo. Más vale que esto no vuelva a ocurrir. Estamos en guerra.
Cuando dijo lo último llegaron Bercalion y Úras corriendo.
-¿Qué pasa? ¿Qué hacéis aquí?-dijo Úras frustrado.-Y ¿qué no tiene que volver a ocurrir?
-Nada, déjalo...-suspiró Narwe dirigiéndose al campamento seguido de Senda.
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Única
FantasySenda, una chica normal y corriente de 15 años, pero algo apartada de la sociedad, siempre se ha sentido diferente. Hasta que descubre por qué con la llegada del... fin del mundo. Su vida cambiará por completo, y los elfos celebran por fin su llega...