La biblioteca de Aranel

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Úras y Narwe siguieron hablando de sus cosas y Kherion eligió un libro al azar de la biblioteca y se puso a leerlo. Mientras, Aranel llevo a Senda a una de las habitaciones de abajo, que al parecer era la suya.

Aranel sacó unas cuantas ropas de un baúl, hasta que una le gustó y se la entregó a Senda para que se la probara. Era de un estilo muy parecido a la ropa que llevaba Aranel puesta, pero más oscura y en la parte de detrás del chaleco había una capucha.

A Senda le quedaba genial, excepto porque los pantalones le venían un poco largos, pero para Aranel no fue problema. Se acercó a la pequeña mesilla que había al lado de la cama, y de uno de los cajones sacó un cuchillo y le cortó la tela sobrante con los pantalones puesto, antes de que Senda pudiera quejarse.

-La verdad es que te queda bastante bien.-le dijo Aranel mirándola de arriba abajo.-Solo faltan los zapatos, y... bueno, no vendría mal que llevaras un arma encima, nunca se sabe cuando uno la va a poder usar.

-¿Cómo qué?

-Tal vez una daga...-dijo Aranel pensativa.-Mejor mañana te enseño a tirar con arco. Creo que es lo más sencillo que te puedo enseñas en poco tiempo.

-Me parece bien. Por cierto, ¿la biblioteca de arriba es tuya?

-Si.-dijo Aranel poniendo la espalda más recta de lo que ya la tenía.-¿Por qué? ¿Te gusta?

-Sí, la verdad es que me gusta bastante leer.-le contestó Senda interesándose cada vez más por aquella elfo y su biblioteca.

-Pues estás en el lugar adecuado. Ven, te dejaré un par de libros sobre el mundo de los elfos para que te pongas al día.-la miró a los pies.-Lo mejor será que te busquemos unos zapatos. Pero acuérdate siempre de descalzarte cada vez que entres en casa de alguien, simplemente por respeto.-Acto seguido metió las manos debajo de la cama y sacó un par de zapatos.-Ten, te los regalo al igual que la ropa.

-¡Vaya! Enserio, muchas gracias, pero no puedo aceptarlo. Ya me has dado mucho. Me pondré los zapatos con los que he venido.

-¡Ah no! No lo permitiré. Toda la ropa que has traído será mejor que la quememos. Y por favor, quédate con los zapatos, son unos de los muchos que me ha regalado mi padre y no me los pongo.

-¿Tan mal estaba que fuera con mi ropa?

-Tu ropa llamaba bastante la atención, y siento decirlo, pero ya tenemos suficiente con que no tengas las orejas puntiagudas como nosotros.-le dijo Aranel sonriente como cada vez que le dirigía la palabra. Al parecer se habían caído bien mutuamente y a Senda le gustó la idea de tener a una chica cerca en quien confiar. Al decirle estas palabras, Senda se llevó las manos a las orejas por inercia.-Será mejor que me ponga a hacer la cena antes de que se haga muy tarde, puedes subir si quieres y le digo a Kherion que te enseñe la biblioteca.

-Me encantaría.-dijo Senda con una sonrisa de oreja a oreja.-Pero si no te importa me gustaría quedarme contigo, la verdad es que necesitaba alguien...-No llegó a terminar la frase, tenía un poco de vergüenza, pero Aranel lo hizo por ella. Senda se había acordado de lo sucedido en su Planeta Tierra o como decían allí El Mundo de los Humanos y una lágrima descendía lentamente por una de sus mejillas.

-Sé cómo te sientes. Pero no temas, si necesitas algo yo estaré a tu lado.-le dijo abrazándola.-Yo...también necesito a alguien con quien hablar, aquí, bueno... se podría decir que no tengo amigos. Casi el reino entero se puso de acuerdo para no dirigirme la palabra cuando no quise heredar el trono.-lo dijo con una sonrisa, aunque no como las de antes, esta era algo más apagada, pero enseguida pareció olvidarlo y se dirigió a la cocina junto a Senda.

A la cocina no es que se le pudiera llamar cocina, más bien era una habitación con un agujero en el suelo como nevera, también había una chimenea, que según le explicó Aranel, allí todas las habitaciones tenían una. Esta era una chimenea más bien amplia, con un hierro arriba para poder colgar unos tres pucheros para cocinar sin problemas. Al otro lado había dos bancos y un par de sillas rodeando una mesa.

Así, Aranel y Senda se pusieron manos a la obra.

Cuando ya había oscurecido por completo, Senda subió arriba para avisarles de que la cena estaba lista. En cuanto la vieron entrar, los tres se quedaron con la boca abierta: si que era verdad que le quedaba bien aquella ropa. Como no, Narwe la elogió con un piropo que hizo sonrojar las mejillas de Senda.

Bajaron a cenar y transcurrió una vela alegre y entretenida donde el pasado de Senda ya no contaba. Entre ellos habían acordado no mencionarlo para no darle más disgustos a la pobre Senda.

Cuando ya era noche cerrada Narwe y Senda se fueron tal y como habían venido, pero en un caballo diferente.

Tardaron bastante en llegar al palacio de Bercalion. Fuera había una elfo esperándoles.

-¿Esa es tu madre?-Senda no pudo evitar la pregunta, y al instante se arrepintió de ello.

-No, mi madre murió hace un año.-le contestó Narwe tan serio que a Senda le pareció otro.

Resulta que la que les estaba esperando era como una especie de criada. Que según le había explicado Aranel mientras preparaban la cena, allí los únicos criados que había eran los que se ofrecían voluntariamente.

-¿Y quién se iba a ofrecer como criado voluntariamente?-le había preguntado Senda.

-Senda, como te he dicho varias veces, es mundo no es igual que el tuyo.

Aquella criada dirigió a Senda a lo que ahora serían sus aposentos. Era una habitación bastante amplia con una cama de matrimonio. A sus pies había un baúl con capas y zapatos. Enfrente de la cama había un gran armario vacío. Solo había una nota en su interior, en la que ponía:

Saludos Senda:

Este armario está vacío, porque quiero que lo llenes con ropas a tu gusto. Cuando quieras me avisas y mando a las criadas a por ropa de tu gusto, o si lo prefieres, te llevo a los mercadillos de mi pueblo, que seguro que allí sacamos las cosas a buen precio.

                                                                                                                                   Bercalion

Senda dejó los libros que le había prestado Aranel encima de otro baúl que había debajo de la única ventana que había en su habitación, se puso el camisón de seda que había encima de la cama, apagó la pequeña vela que había dejado la criada encima de la mesilla y se metió en la cama sin pensárselo dos veces.

Estaba agotada, los párpados le pesaban, tenía mucho sueño, pero ahora que no tenía nada con qué distraerse, miles de pensamientos le martilleaban la cabeza. Estaba sola, no tenía a nadie más de su especie, La Tierra ya no existía. Su familia había muerto...

Sin poder retener las lágrimas rompió a llorar descontroladamente. Al instante alguien llamó a la puerta y no esperó a que le respondieran, directamente entró en el interior de la habitación, sentándose en el borde de la cama. A continuación la inconfundible voz de Narwe rompió el silencio que se había producido cuando este había llamado a la puerta.

-Por favor, Senda, no llores. Sé que es algo duro, pero yo te ayudaré a seguir a delante.

En ese momento Senda se preguntó cómo había podido oírla y haber aparecido tan rápido delante de la puerta de sus nuevos aposentos. Pero lo olvidó y se lanzó a los brazos de Narwe en busca de consuelo.

Narwe estuvo abrazando a Senda mientras lloraba hasta que esta se quedó dormida. Finalmente le dio un beso en la frente de buenas noches y se fue a su habitación. 

ÚnicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora