III: La novela romántica

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Nos complace presentar, al fin, el género cliché por excelencia: el Young Adult (que he preferido llamar simplemente novela romántica, pues no me gustan los anglicismos).

(Pausa para publicidad: originalmente, este satírico intento de crítica finaliza aquí, pero si a ustedes, querido público, les apetece que divague sobre cualquier otro género, háganmelo saber en los comentarios. Grasias).

1.  La pareja protagonista

La protagonista será el estereotipo de perfección: rubia- o pelirroja, en su defecto- y de ojos azules- o verdes, en cualquier caso; con un cuerpo de diez (Dato: es importante que el protagonista mencione constantemente lo burro que le ponen el tamaño de sus senos y su trasero). 

La protagonista, obviamente, ha de cumplir con los estándares del sueño americano. Es la capitana del equipo de animadoras, la alumna estrella que estudiará medicina (o alguna carrera que quieran los padres, pero que a ella no le guste), la mejor amiga y más popular, la hija modelo, la del armario de lujo; pero entregada a las causas sociales, porque es un cacho pan. La podemos llamar reina del instituto, si ustedes, mis lectores, así lo desean. Y, cómo no, su novio será el capitán del equipo de fútbol, aparte del más bombón y un chulo que, en el fondo, está obsesionado con acostarse con ella, ya que la chiquilla se mantiene virgen A PESAR DE LLEVAR DESDE QUE TIRÓ EL CHUPETE CON NOVIO.

El protagonista, por otro lado debe estar muuuuuy bueno, como para darte un síncope al verlo: moreno de pelo desordenado (pero que a él le queda bien, faltaría más), con moto, vestido con cazadora negra, camisetas sin mangas y vaqueros desgastados. También se le pueden incluir piercings o tatuajes, y palabrotas en la boca todo el rato; eso a las lectoras nos seduce desde Mario Casas en 3MSC. 

Es fundamental que parezca un malote perdido de la vida, de los que se colocan día sí y día no (y el del medio también), y que se lleva a todas las chicas al asiento trasero de su coche. En el fondo, a pesar de la fachada de borde chungo que se trae con la reina del instituto, es un chico tan tierno y achuchable como un osito de peluche.

2. La parte pseudo-profunda de sus personalidades.

La reina del instituto debe tener unos padres súper protectores, unas amigas obsesionadas con su faceta de chica perfecta... En fin, que es la niña perfecta cansada de ser niña perfecta que desea vivir una aventura un poco más picante (sí, tiene que  perder la  virginidad tirándose al protagonista, o la mitad de las lectoras que van buscando "50 Sombras 2" se nos aburrirían).

El chico tiene que ser malote por alguna historia turbia y lacrimógena de su pasado, que preferiblemente implique una muerte de un ser querido o malos tratos hacia su persona. A lo largo de la historia, tenemos que ver  que está harto de hacerse el chulo y de colocarse, fumar, beber, o el vicio al que recurra para evadirse.  También puede estar metido en alguna mafia que lo está extorsionando, ¡mientras se añada dramatismo innecesario no hay problema!

3. El lugar de encuentro romántico.

Las vidas de Reina del Instituto y Rebelde sin Causa no tienen ningún punto en común, hasta que tatatatataná... ¡Los sientan juntos en el laboratorio! (hay que ver los laboratorios de EEUU, en el mío lo más romántico que me pasó fue llenarme de vinagre y salir apestando a leche fermentada mientras hacíamos queso) y los ponen juntos para hacer un trabajo muy importante. La niña zapatea, llora y se queja, pero al final tiene que aguantarse y hacer el trabajo con el condenadamente sexy y borde chico malo.

Debe haber, por supuesto, una celestina: la psicóloga/ profesora inaguantable que tenga un fondo muy humano y sea una mezcla de Lucas Tanner y la señorita Rottenmeier; la culpable de que ambos acaben conociéndose y a la que acudirán hacia finales de la novela, de modo prácticamente inconsciente.

Típico, tópico, túpicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora