lluvias ligeras

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6 de septiembre, 2015 

Una tarde de domingo en la que de rumbo a casa entre una lluvia ligera, pero amenazadora caminaba Antonio por una urbanización de varios apartamentos que rodeaban el cementerio del pueblo; una escena que el consideraba maravillosa ya que quienes abrían las cortinas en la mañana para que entrara a luz del sol, veían ese paisaje inmediato del que brotaba un olor a flores húmedas y marchitas  y recordaban por la presencia tan cercana de sus vecinos lo efímera que podría ser la vida. 

"Toño", (como lo llamábamos en señal de camaradería) venia de visitar a su abuela, una mujer con un rostro bondadoso en el que resaltaban unos ojos avellana fuertes, golpeados por la vida, una mirada que contaba la lucha de una mujer por salir adelante desde su juventud. y recordando a su abuela, a la mujer que había sido como una madre y a la que le debía en gran medida el hombre que era vinieron a su mente sus palabras dulces que ocultaban bajo un tono fuerte un deje de nostalgia y preocupación -"Mijo, nada de andar leyendo hasta muy noche que eso le hace mal para los ojos, y salga de vez en cuando así sea para llamarme mire que eso de andar encerrado no es normal y ya me lo imagino por allá solo, enclaustrado y sin comer." Jajajaja qué pensara mi abuela, yo voy para la universidad, no para un seminario o un convento aunque con mis eternos votos de castidad encajaría bien; se dijo Toño para sus adentros y esbozo una leve sonrisa mientras caminaba, reconociendo que ella era la única que en verdad lo conocía, la que se había tomado el tiempo de saltar el muro que el mismo había construido, la que no se había atemorizado y excusado bajo frases como: "le dio duro la adolescencia" o "lo que le falto fue mano firme." Pero sobre todo reconocía en ella la razón;  porque ahí  iba el de nuevo, entregándose a los brazos de la soledad (la que había sido su única amante y con la que nunca sintió la necesidad de ver porno o masturbarse) y la memoria, entre la lluvia trayendo a sus recuerdos ese día, ya varios meses atrás en el que un estallido de euforia invadió su cuerpo como presintiendo algo y alertándolo.

Frente a el mientras empapaba la sudadera del colegio bajo una lluvia casi torrencial, apareció luisa del brazo de su nueva conquista, y el mundo a Toño se le fue al piso, todo se desdibujo mientras de fondo se reproducía en su cabeza una versión nostálgica de Im singing in the rain, la canción con la que Alexander, su compinche mas sincero solía apodarlo, cuando el rostro de Antonio era el de un joven enamorado, dispuesto a conquistarla a ella y a el mundo, una epoca no muy lejana, pero que se había hecho distante  desde el día en que Toño había hecho de Luisa su único objetivo, la isla a la que aspiraba llegar después de haber navegado tanto por un mar que ya era mas de lo mismo en una embarcación movida por la esperanza de algún día ser feliz, en la que el era capitán y tripulante, en la que el cuerpo cansado de la razón,  decidió andar a lo que la pasión demandara.

-No te vayas a mojar. -Dijo Luisa en un susurro cuando paso por su lado, esbozando una sonrisa ridícula enmarcada por esos labios que tanto había querido, pero que solo daban la sensación de un cariño fraternal. Toño simplemente siguió.

"Ja. Ja. Ja " reía en sus adentros con sarcasmo mientras andaba bajo la ligera llovizna camino a su casa.  "no te mojes, eso fue todo lo que se te ocurrió, como si no fuera obvio que ya estaba empapado y que seria inútil escampar a esas horas del partido, pero a la princesa que le iba a importar, ya tenia escampadero bajo el blazer de su nueva conquista, entonces de qué se preocupaba. Seguramente ya tenia quien la calentara cuando llegara a casa." -Siguió caminando mientras los carros y buses que iban a toda velocidad levantaban el agua de los charcos que quedaban a la orilla de la calle y mojaban a los transeúntes que iban con sus sombrillas por el anden. Antonio se transporto de nuevo a esa tarde que venia siempre que el día era gris.

sentado en la sala de estar,  solo, con la sudadera empapada aun puesta recostado en el sofá que su madre presumia tanto, viendo el especial de Gabo que había dejado grabado la noche anterior, preguntándose por qué el no podía vivir un amor como el del escritor de Cien años de soledad junto a su esposa Mercedes. En ese estado deprimente llamo a Alejandra, su gemela espiritual, esa amiga que no conocía hace mucho, pero con la que había descubierto una afinidad de sueños y metas que se completaban con la pasión y espontaneidad que le faltaba a su vida.

- Toño, que milagro. Cuéntamelo todo, ¿para qué soy buena?  -Dice Alejandra del otro lado de la linea con la voz acelerada y risueña.

- ¿Estas bien? ¿Pasa algo?  -Pregunta Antonio, reconociendo que pasa algo al otro lado de la llamada 

- Si, todo bien, acá calentando un salchicha, tu ya sabes como se pone Juan cuando le da hambre. 

de repente  la respiración de Alejandra se hizo mas acelerada y se notaba como necesitaba liberar esa sensación que estaba llenando su cuerpo; inmediatamente Antonio se despidió, aunque no había alcanzado a colgar cuando escucho a su amiga y confidente estallar en un gemido estridente y sensual que lo dejo pasmado y escurrido en el sofá con una sensación en la entrepierna que le recordó porque su amiga era la heroína y la envidia del grupo. aunque había algo que lo sacudía del shock, era el timbre de la casa. Sus hermanos habían llegado.

Teoría de una carta sin entregarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora